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31.300.000 entradas aparecen en Google cuando tipeamos la palabra “Miedo”.

El miedo es, sin duda, un estado de la mente. Aparece ante situaciones que nos pueden dañar y a las cuales no podemos controlar.

¿Cómo se relaciona el miedo con nuestras inversiones? Para contestar esta pregunta, pensemos un poco en algunas de las famosas recetas para ganar dinero en el mercado, como por ejemplo: comprar cuando todos venden y vender cuando todos compran.

Un inversor racional no dudaría ni un segundo: enviaría al mercado órdenes buy en momentos de debilidad y órdenes sell en momentos de fortaleza…es tan simple….pero: ¿Nos comportamos de manera racional al momento de arriesgar dinero? ¿Qué pasa cuando sabemos que existe la posibilidad de perder todo o gran parte del dinero invertido? ¿Qué pasa con las emociones de miedo que nos atacan cuando el mercado se encuentra en free fall y nosotros tenemos que salir a “ponerle el pecho”?

Perder dinero parece estar intrínsecamente relacionado con el miedo y con el dolor en el cerebro, según recientes descubrimientos científicos.

En esta línea, el temor a la pobreza (a tomar malas decisiones que nos dejen en la ruina financiera) parece ser uno de los temores más fuertes que existen, y es un driver de nuestras decisiones diarias nos demos o no cuenta de ello.

Napoleón Hill, en su libro “Piense y hágase Rico”, analiza esta cuestión de manera muy interesante.

El autor cita 5 características dañinas que podemos detectar de este temor:

  • Paraliza la facultad de razonamiento.
  • Destruye la facultad de la imaginación.
  • Socava el entusiasmo.
  • Desanima la iniciativa.
  • Convierte el autocontrol en una imposibilidad.

El temor a la pobreza surge de la tendencia primitiva de devorar al otro, en este caso en el plano económico, heredada por el hombre.

Pocas cosas producen tanto sufrimiento y humillación como la pobreza. Solo aquellos que la han experimentado comprenden todo el significado de esa afirmación.

Un buen ejercicio frente a este miedo es ser un verdadero detective de los pensamientos negativos que emergen al pensar en ello, como por ejemplo:

¿Existe realmente la posibilidad de que pierda todo mi dinero y caiga en la pobreza? ¿Poseo un fondo de reserva para vivir 6 meses en caso de que esto ocurriese?

Y pasados esos 6 meses: ¿Tendría gente dispuesta a ayudarme? ¿Cuánto tiempo tardaría en volver a valerme por mis propios medios?

Para entender un poco más la cuestión es que cito a continuación 4 consecuencias emergentes cuando el temor a la pobreza domina nuestros actos:

Indiferencia: Suele expresarse a través de la falta de ambición, de una predisposición a aceptar la pobreza. Síntomas de esto son pereza mental y física, falta de iniciativa, falta de entusiasmo, de imaginación.

Indecisión: Hábito de dejar que los demás piensen por uno, de mantenerse al margen.

Duda: Expresada generalmente por medio de justificaciones y excusas diseñadas para encubrirse.

Precaución excesiva: La costumbre de mirar el lado negativo de toda circunstancia, de pensar y hablar de posible fracaso en lugar de concentrarse en los medios para alcanzar el éxito.

Se conocen todos los caminos que conducen al desastre pero nunca se piensan planes para evitarlo.

Se espera el “momento adecuado” para poner en marcha planes y proyectos hasta que esa espera se transforma en un hábito permanente.

Se recuerdan claramente las cosas en las cuales se ha fracasado pero se olvidan las cosas en las cuales se ha triunfado.

¿Cómo podemos hacer para comenzar a poner las emociones de nuestro lado?

Los expertos recomiendan llevar un “diario de inversiones”, en donde anotar las emociones emergentes cuando realizamos una inversión.

Aquellos que sigan este camino con constancia y un elevado nivel de autocrítica tendrán más posibilidades de poner las emociones al servicio de las buenas inversiones, no ignorándolas, sino usando a las mismas como una brújula de la dirección adecuada; lo que muchas veces nos puede llevar a tomar decisiones contrarias: comprar cuando el miedo es tal que nos hace temblar (a no reírse: se demostró que las emociones que pueden invadir el cuerpo de un trader en momentos en los cuáles el mercado le juega en contra son similares a las de una situación de peligro físico que pone en riesgo su vida) y vender cuando la euforia nos hace pensar que la suba recién empieza.


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