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Tacaños y gastadores compulsivos: los trastornos del dinero.

El médico y psicoanalista Jacques Lacan (1901-1981) dijo alguna vez que cuando se pronuncia la palabra mesa, cada persona tiene una representación distinta en la cabeza de ese objeto, y prosiguió “imaginen que sucede cuando decimos amor”.

De la misma manera, cuando decimos dinero, cada sujeto realiza una representación totalmente distinta en su psiquis, y luego la relación que establecerá con el mundo externo a través del dinero dependerá de ello.

Como bien sabemos, los sistemas educativos no contemplan en su plan de estudios materias que tengan que ver en forma directa con el dinero, y por lo tanto la relación con el mismo y su manifestación social (gasto, ahorro, consumo, inversión, etc.…) dependerá más bien de un hecho intuitivo o de observación, en donde el niño contempla a sus padres (o tíos o abuelos) en cuanto a sus decisiones monetarias y luego, en la mayoría de los casos, replica o adapta a sus propias creencias al respecto.

Dicho esto, me parece interesante estudiar dos tipos de relaciones antagónicas y enfermizas con el dinero: los tacaños y los gastadores compulsivos, con el fin de determinar las causas y las potenciales curas de ambas.

Todos somos un poco tacaños o un poco gastadores compulsivos o tenemos alguien cercano que lo es en mayor o menor medida, con lo cuál seguramente podremos sacar de lo que sigue reflexiones interesantes y útiles para ayudar y ayudarnos a superar estos comportamientos tan nocivos.

Entendiendo y ayudando a los gastadores compulsivos.

La compulsión por comprar es un trastorno cada vez más común. Se trata de una patología en la que hay una necesidad irreprimible de adquirir cosas. En su interior, los gastadores compulsivos tienen una baja autoestima, ansiedad y también tendencias depresivas.

El primer paso es entender el comportamiento que lleva a esto. La compra compulsiva es bastante más que un despilfarro ocasional con arrepentimiento posterior, y para considerarse realmente un trastorno, el comportamiento tiene que estar relacionado con una angustia marcada o inferir en el funcionamiento normal de la vida cotidiana.
Las causas primigenias de la adicción a la compra aún no están claras, sin embargo, se pueden detectar dos denominadores comunes entre quienes sufren este desorden: la gran apreciación de lo material y una pobre autoestima.

Dicho esto, el segundo escalón es hablar con las personas que tienen este trastorno de conducta para que asuman que tienen un problema, pero sin presionarlas. Es importante crear contexto para esta charla, hacerla a las apuradas o con otras personas presentes puede ser el camino más directo para que todo fracase y vuelva a foja cero.
El tercer paso pasa por buscar terapias alternativas para la ansiedad. Para gastar menos surge entonces la necesidad de controlar la ansiedad y aumentar la autoestima. Para ello, comenzar terapia con un psicoanalista, yoga o, mejor aún, anotarse en un curso de meditación puede funcionar como un moderador de gastos al canalizar esa energía negativa en fines más productivos.

El relajamiento y la meditación activan sustancias como las endorfinas, que ayudan a tranquilizar el cerebro y permiten pensar con más frialdad a la hora de comprar.

Por último, puede ser de gran utilidad para aquellos gastadores organizar sus ingresos y ahorros, asignando un orden de prioridad a sus gastos del 1 al 10 de manera tal de eliminar las compras que se encuentran por debajo del nivel 5, para empezar.

Restringir a cero el uso de las tarjetas de crédito u otros mecanismos que puedan tentar a la hora de comprar también es aconsejable.

Entendiendo y ayudando a los tacaños.

En primer lugar, sería bueno definir si una persona es avara o tacaña, que no es lo mismo. El avaro ama el dinero per sé, y disfruta de acumularlo y poseerlo, y es una persona que aunque tenga mucha riqueza puede vivir en la miseria con el fin de ahorrar y tener más dinero. El caso más emblemático para entender este concepto tiene que ver con un homeless que murió congelado en el Central Park de New York y al revisarlo las autoridades encontraron más de 100 mil dólares entre sus ropas.

El tacaño, al contrario, se agarra del dinero por temor al desamparo económico, y esa búsqueda permanente de seguridad es la que le impide gastar. No gasta por el miedo a la pobreza, por más que no se encuentre para nada cerca de ese escenario en la actualidad.

Los avaros requieren quizá un tratamiento más profundo: consultar a un psicólogo es una buena propuesta, dado que este tipo de afecciones suelen ser causadas por traumas muy arraigados en la infancia y tiene que ver con la imposibilidad de dar o desprenderse de las cosas.

Para el tacaño, en cambio, la imposibilidad para gastar pasa por un tema de miedos económicos, con lo cuál se puede trabajar sobre los causantes del “miedo a la pobreza” con algunos ejercicios inquisidores que suelen ser sencillos pero muy potentes y tienen que ver con convertirse en un verdadero “detective” de los pensamientos negativos para luego desarticularlos. Un ejemplo sería que lo ayudes a que conteste con sinceridad las siguientes preguntas:

¿Existe realmente la posibilidad de que pierda todo mi dinero y caiga en la pobreza? ¿Poseo un fondo de reserva para vivir 6 meses en caso de que esto ocurriese?

Y pasados esos 6 meses: ¿Tendría gente dispuesta a ayudarme? ¿Cuánto tiempo tardaría en volver a valerme por mis propios medios?

Otro consejo importante pasa por cuestionar la teoría del sacrificio. La vida requiere trabajo, requiere acción…pero un aspecto importante es el entendimiento de que el sacrificio es opcional.

El tacaño siente que tiene sacrificarse todo el tiempo en pos del ahorro: no irse de vacaciones para no gastar, comprar siempre segundas marcas sin importar la calidad, no encontrarse con amigos/as con tal de no pagar una comida en un restaurante son algunos de los ejemplos de sacrificio en post del ahorro.

Cuestionar la teoría del sacrificio permite acceder a una realidad distinta en donde todo se dá más fácil y no hace falta sacrificarse para tener dinero.

No acumular por acumular es otro aspecto importante para este tipo de patología. El tacaño acumula cosas constantemente, viviendo como un pobre para morir como un rico. Esta concepción equivocada de la vida está dada por un afán excesivo y desordenada de poseer bienes, y la seguridad económica muchas veces se transforma en una zanahoria móvil que nunca cree alcanzar, aunque muchos tacaños tengan ahorros como para vivir varias vidas y no quieren (o pueden) admitirlo.

En ese sentido, el tacaño debe siempre priorizar las relaciones humanas por sobre sus instintos de acumulación, ya que todo lo que acumulamos para nosotros mismos nos separa de los demás.

El tacaño puede llegar a tener un ataque de pánico al recibir una invitación para un cumpleaños o casamiento: hay que comprar un regalo acorde a la ocasión, y eso significa gastar.

Lo que muchas veces ignora es que cuando uno da desinteresadamente, suele recibir luego mucho más de lo que entregó, y lo mismo aplica para acciones de filantropía o ayuda social.

Comenzar a ejercitar, de a poco, el desprenderse de dinero, ya sea, por ejemplo, haciendo regalos espontáneos y sin motivo aparente a familiares y amigos puede ser un buen punto de comienzo.

Fuente: Esta nota fue escrita por Nicolás Litvinoff y publicada por el blog Español Euribor.


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