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Menos tengo, más emito.

El 2013 se está convirtiendo hasta ahora en unos de los años más extraños que recuerde a nivel financiero y en términos globales. El SPX 500 (Standard and Poors 500, el índice de referencia del mercado bursátil estadounidense) ha subido 13% en el primer semestre, con lo cual la rentabilidad proyectada, en caso de mantenerse este ritmo, sería del 26%. De confirmarse esto estaríamos ante una muy fuerte suba en las blue chips americanas.

Sin embargo, en el mismo lapso, los mercados emergentes han caído 20% en promedio, con el Bovespa de Brasil liderando las bajas (cayó casi 30% en el primer semestre). Las Bolsas globales (sin contar Estados Unidos) también han derrapado casi 4% en promedio. Pero la cosa no termina allí: en el mercado de renta fija, los bonos emitidos por gobiernos de países emergentes han caído en precio casi 9% (con lo que aumentó su rendimiento, lo cual quiere decir que el mercado le asigna más riesgo a estas emisiones que seis meses atrás).

Peor ha sido el castigo a los Treasury Bonds, que han dejado en el camino casi 10%. Este último movimiento ha hecho que la tasa considerada risk free (libre de riesgo) haya subido hasta 2,50%, cuando había finalizado el 2012 en 1,75% (una suba del 42%).

Para terminar la parte cuantitativa y pasar a la interpretación de estos datos, no puedo obviar la impresionante caída del oro (la mayor desde el año 1920), que ha perdido casi 30% de su valor sólo en los primeros 6 meses del año. Esto último no es un dato menor: prácticamente todos los países tienen un porcentaje importante de las reservas de sus bancos centrales en oro, con lo cual ha habido en este primer semestre una “evaporación” de riqueza magnífica al compás de la caída del metal precioso.

Esta situación cobra mayor relevancia si pensamos que esa caída de reservas ha venido acompañada de una aumento de la emisión monetaria en Europa (a través del Banco Central Europeo) y en EE.UU (desde el año2008, através de la Reserva Federal, se inyectaron trillones de dólares “frescos” en la economía).

Siguiendo esta línea, podemos concluir que en los últimos años ha aumentado el circulante (en dólares, en euros y, desde hace poco, en yenes) mientras que al mismo tiempo las reservas de oro han caído estrepitosamente. Ergo: el dinero es cada vez más fiduciario, y los países están más expuestos que nunca a una crisis de confianza. ¿No es algo realmente ilógico en que el país más endeudado del mundo (EE.UU.) haya perdido una parte importante de su riqueza y respaldo (30% de caída en el precio de sus activos en oro) mientras al mismo tiempo sigue dándole a la “maquinita de imprimir” y el precio de sus índices bursátiles alcanzan máximos históricos?

Ya con los datos sobre la mesa, ¿podría alguien afirmar que la suba de las “blue chips” alcanzan para decir que se está viviendo una “fiesta” en las Bolsas? En todo caso será esta una fiesta para pocos y muy exclusiva, pero que, al mismo tiempo, genera un interrogante. ¿EE.UU. podrá cargarse al mundo en su espalda y continuar con su ascenso? ¿O tarde o temprano reconocerá la tendencia bajista de la mayoría de los activos financieros y la crisis se agudizará nuevamente?

Deberemos guardar estos interrogantes para el segundo semestre del año, que está comenzando, pero con una certeza a cuestas: esta contradicción del mercado no puede durar mucho tiempo más, y si algo es seguro es que la volatilidad en las Bolsas va a seguir aumentando, tal como lo viene haciendo. En diciembre sabremos si esta nota fue solo una señal de alerta sobre un escenario que nunca ocurrió o (esperemos que no) el primer aviso de algo que no andaba bien en los sistemas bursátiles, cuyos precios han sido inflados de manera artificial por los bancos centrales del mundo que siguen emitiendo dinero casi al mismo ritmo en que pierden reservas.

Esta nota fué escrita por Nicolás Litvinoff y publicada  por el multimedio “El Economista” el 8 de Julio de 2013.


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