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Mi relación con el dinero.

Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación

Ya desde el título veo venir ciertos prejuicios emergentes: ¿Tiene una relación con el dinero? ¡Qué materialista!

Pero la realidad es que todos, lo asumamos o no, tenemos una fuerte relación con el dinero que construimos en el día a día, con cada una de las decenas de decisiones económicas que solemos tomar muchas veces sin darnos cuenta.

Al fin y al cabo, gran parte de nuestra vida la pasamos trabajando y son pocos los que lo hacen “por amor al arte”, con lo cual podemos de movida establecer un primer vínculo directo entre el dinero y el bien más valioso que tenemos: el tiempo.

Compartiré con ustedes a continuación diversas reflexiones relacionadas al mal llamado “vil metal” basadas en mis tres libros publicados al respecto, mis 20 años de estudios, los cientos de artículos y entrevistas en medios locales e internacionales y por último mi experiencia empírica al respecto.

A mí el dinero sí me importa

Afirmar, con un aire de romanticismo, “a mí el dinero NO me importa” es cool, hasta puede resultar ciertamente seductor para algunas personas. Podría pensarse que quien dice eso es alguien humanista, sensible, desinteresado. Yo podría coincidir con ello si…viviésemos en un país socialista como Cuba en donde las reglas son totalmente distintas.

Sin meternos en polémicas acerca de qué sistema político social es el más adecuado, la realidad es que vivimos en una economía capitalista en donde el dinero es el que nos brinda los recursos para hacer lo que nos gusta.

“A mí el dinero no me importa” en el actual contexto equivale a decir: no me importa nada de lo que se puede comprar con dinero, es decir, comer, vestirse, pagar el alquiler o comprar el techo propio, ir al cine, a cenar afuera, etcétera.

En cierto sentido, afirmar tal cosa podría tener un aire de revanchismo o justificación en el caso de la gente que no puede, por diversos motivos y pese a intentarlo en varias oportunidades, mejorar su nivel de ingresos y con ello su calidad de vida por más de que así lo desea denodadamente.

¿Y qué hacemos con las cosas que no nos importan? Las descuidamos, las rompemos, las alejamos de nuestra vida.

Trabajo desde los 14 años por necesidad, pero no por una necesidad económica en el sentido de que necesitase ese dinero para vivir. La necesidad de la que hablo tiene que ver con que desde pequeño quise relacionarme con el dinero: ganar mis propios pesos sin tener que pedirle a mis padres para poder experimentar en carne propia cómo era eso de gastar, ahorrar, invertir (realicé mi primera inversión bursátil a los 17 años).

A mí el dinero sí me importa, sostuve desde temprana edad quizá impulsado por lo que podía observar en mi casa al respecto, en el colegio, en la TV o vaya a saber dónde (dado que no se enseñan temas de dinero en los colegios y universidades, las razones que sustentan el comportamiento financiero de las personas suelen ser azarosas y multicausales, como aprendí luego). Y me he ganado con ello cargadas, frustraciones y hasta discriminaciones en distintos ámbitos que si bien me hicieron pensar con más profundidad ciertas cuestiones, nunca llegué a dudar de lo que creía.

Ahora bien, pienso que lo importante es ir un paso más y reflexionar sobre el “para qué” de la importancia del dinero, para lo cual cada uno tendrá su preferencia.

Mi experiencia me dice que cuando la importancia del dinero está en acumular por acumular, en aparentar o en sentirse poderoso, la sensación de vacío posterior que se produce luego del logro de los objetivos fijados puede ser muy dañina.

En cambio, la importancia del dinero debería estar puesta en dos vertientes:

 i) Comprar tiempo:

¿Qué el tiempo es lo único que no se puede comprar? ¡No estoy de acuerdo! No estamos hablando aquí de que tener dinero te hace inmortal ni mucho menos, pero sí existe una manera de vivir más que el promedio de la humanidad no en términos de cantidad sino en calidad, que tiene que ver con hacer que el dinero trabaje para nosotros y genere ingresos pasivos, que son liberadores de tiempo por excelencia.

Algo así como esto: puedo trabajar yo el 100% de las horas laborales de mi vida (8 por día) para obtener un nivel de ingresos X, o puedo trabajar el 30% de esas 8 horas y que el dinero trabaje para mí el resto y seguir teniendo el mismo nivel X de ingresos al sumarse los ingresos pasivos a los ingresos activos (ahora menores dada la menor cantidad de horas empleadas).

Resultado: pasar a trabajar 16 horas por semana (4 horas por día, 4 días por semana) en vez de 48 horas por semana como trabaja la mayoría de la gente (8 horas por día, 6 días por semana).

¿Si no me importase el dinero…cómo podría hacer que trabaje por mí? La paradoja de esto es que aquel que dice que el dinero no le importa es el que termina justamente trabajando por dinero, porque al no invertir tiempo y recursos en su cultura financiera no puede nunca dar el paso de generar ingresos pasivos liberadores de tiempo.

 ii) Comprar experiencias:

¿Que las cosas lindas de la vida no cuestan dinero? Algunas no, otras sí. Otra vez: vivimos en una economía capitalista, nos guste o no, en donde hay que tener recursos económicos para poder concretar gran parte de nuestros deseos, de manera directa (por ejemplo, teniendo el dinero suficiente para viajar adonde soñamos) o indirecta (teniendo el tiempo suficiente para hacer lo que nos gusta y ese tiempo puede generarse con… dinero).

Comprar tangibles (auto, ropa, etc.) puede dar cierta satisfacción, pero casi siempre es efímera y poco gratificante. Comprar experiencias, en cambio, otorga mayor sensación de felicidad no solo en el momento sino también al recordar lo vivido a posteriori.

Darle al dinero la importancia que se merece en tu vida te ayudará a disfrutar más sin caer en una actitud negadora que atente contra la realización de tus deseos.

La importancia de la propensión marginal a ahorrar

En alguna clase de Microeconomía (materia de la cual luego fui docente) de la carrera de Licenciatura en Economía de la UBA aprendí lo que es la Propensión Marginal a Consumir (PMgC): la parte que se destina al gasto por cada peso adicional que se gana. La Propensión Marginal a Ahorrar (PMgA) equivale a uno menos la Propensión Marginal a Consumir (1-PMgC). Si consumís 0,70 centavos de cada peso que te ingresa, entonces tu PMgA es 0,30 (1-0,70).

Se sabe que las personas de bajos ingresos tienen una PMgC de al menos 1,20. ¿Cómo es posible? Dado que tienen múltiples necesidades insatisfechas, no solo gastan todo el ingreso sino que además se endeudan en al menos 20% del mismo para seguir consumiendo.

La gente rica, en cambio, puede llegar a tener una PMgC de 0,20, o lo que es lo mismo, una PMgA de 0,80 (ahorran 80% de sus ingresos), porque llega un punto en el cual su consumo se ve saturado.

Ahora bien, siempre tuve en claro que si el dinero me importaba debía hacer que una parte importante del mismo que ingresaba en mi órbita se mantuviese allí, para ponerlo luego a “trabajar” al invertirlo en vehículos automatizados de ingresos financieros. Para lograr ello, debía establecer cuál quería que sea mi PMgA y mantenerla constante contra viento y marea, adaptando mis gastos y nivel de vida a ese ratio y no al revés.

Definí el mismo en 0,30, decir, en ahorrar 30 centavos por cada peso que ingresase en mis finanzas. No fue fácil: aunque nunca pasé privaciones, de los 20 a los 30 años mi nivel de vida fue bastante inferior al de otras personas de mi edad y nivel de estudios, que en su mayoría gastaban todo lo que ganaban y más aún endeudándose para “aprovechar” y “mejorar” su situación.

Por el contrario y a pesar de los insistentes y múltiples llamados del banco, yo nunca tomé deuda alguna porque de haberlo hecho mi PMgA hubiese disminuido hasta 0.

Claro que por momentos me sentía erróneamente “inferior” o “menos inteligente” por no poder acceder al nivel de vida que ellos tenían, pero por suerte eso me enseñó a aprender a valorar otras cosas fuera de lo material mientras mantenía a rajatabla el ratio de PMgA en 0,30.

Establecer tu ratio de PMgA y mantenerlo a pesar de los contratiempos (que siempre existen y existirán) sin dejarse tentar por el cortoplacismo consumista puede ser la clave para comenzar a mejorar tu relación con el dinero de una vez por todas.

Conclusión

El reconocimiento en cuanto a la importancia del dinero en tu vida y el “seteo” de tu PMgA son dos cuestiones de vital importancia que debés tener en cuenta si querés mejorar tu relación con el dinero.

Hay un dicho que dice “El dinero es buen siervo pero un mal amo”. Cuando el dinero no me importa y no me preocupo por el ahorro, el dinero se transforma en mi amo, porque se vuelve un recurso escaso en mi vida y tengo que invertir más tiempo para conseguirlo.

Por el contrario, cuando el dinero sí me importa y respeto mi PMgA, se transforma en un siervo dócil que se alinea en función de mis metas y objetivos y me ayuda a conseguirlos.

¿Siervo o amo? ¿Vivir para trabajar o trabajar (poco) para vivir? ¿Mala o buena relación con lo material?

En vos está la decisión de cuál es el camino a seguir en tu vida.


¿Quiere que el dinero se transforme en una fuente de satisfacción en vez de una fuente de preocupación en su vida?

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