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Del gasto al derroche.

Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación.

Alguna vez afirmé que lo que hacemos para generar ingresos dice mucho más de nuestra personalidad de que lo que pensamos. Sigo sosteniendo lo dicho, pero ahora es necesario también estudiar la otra mitad de la película para no quedarnos solamente con la foto: la manera en la cual canjeamos nuestro dinero por bienes o servicios es lo que completa el cuadro de nuestra individualidad en lo referente a las finanzas personales.

Comúnmente se comete el error de llamar gasto a toda erogación de dinero realizada, lo cual corresponde a una generalización que, como la mayoría de las generalizaciones, tiende a simplificar un aspecto complejo que conviene analizar con mayor profundidad para entender y mejorar uno de los pilares fundamentales a la hora de estudiar nuestra relación con el dinero.

¿Qué se puede estudiar acerca de la psicología del gasto? ¿Cuál es el análisis que debemos hacer antes de desembolsar dinero?

Arriesgaremos algunas respuestas posibles a estos interrogantes a continuación.

La psicología del gasto

A la hora de desembolsar dinero, en mi caso particular, suelo tener alguna de estas tres emociones:

1) Seguridad, alegría, entusiasmo

Asumo que ese gasto o inversión (veremos la diferencia más adelante) es una decisión inteligente y me traerá satisfacciones. Siento que estoy haciendo un excelente negocio, y que hubiese estado dispuesto a pagar mucho más por ello.

La mayoría de las veces esa sensación se mantiene con el paso del tiempo. Pero también puedo equivocarme y darme cuenta luego de que estuve ansioso o me dejé engañar por algún tipo de marketing bien hecho.

Estadísticamente, podría decir que la relación es 80/20 en cuanto a las veces que me sale bien (es decir, que me sorprendo positivamente por el grado de satisfacción que me brinda lo adquirido) versus las que me sale mal (es decir, siento que despilfarré mi dinero)

2) Incertidumbre, duda, esperanza

No estoy 100% seguro de lo que estoy haciendo, pero me dejo llevar por la intuición. Suele haber una vaga sensación de oportunidad, que puede confluir con una cierta urgencia. Es raro que realice un desembolso importante cuando esta emoción predomina, aunque sí podría pasar que realice gastos medios que si se suman, ganan en importancia.

Si quisiera cuantificar el grado de éxito/fracaso del desembolso de dinero en términos de satisfacción posterior, podría decir que es 50/50 (la mitad de las veces me sale bien y la otra mitad me sale mal).

3) Vértigo, sensación de malestar en la panza (¡es verdad!)

Realizo la erogación de dinero bajo presión, que puede ser social (siento que si no lo hago quedo como un amarrete o tacaño), de un tercero/a o de otra índole.

También en algunas oportunidades puede ocurrir que realizo el gasto gracias a cierta “señal” (es algo muy común hoy en día que las empresas que venden por Internet se aprovechen de esto mediante el retargeting: cuando una persona entra a un site buscando algo que no compra, luego le muestran el producto publicitado en otras páginas que visita por más que no estén relacionadas. Hay que saber de estos trucos para no caer en esta “falsa coincidencia”).

Estadísticamente podría afirmar que la relación es 10/90 entre las veces que me sale bien versus las que me sale mal.

La información más precisa en cuanto a la psicología del gasto (esto es: a lo que pasa por nuestra cabeza a la hora de desembolsar dinero) la tienen los departamentos de marketing de las grandes empresas, que invierten millones de dólares en researchs que analizan la conexión entre nuestro subconsciente, autoestima y el dinero.

Es mediante la introspección que podemos conocernos más y dar el primer paso para mantener a raya uno de los máximos enemigos del gasto inteligente: las emociones.

Análisis correcto previo a la hora del gasto

Dentro de las emociones que nos hacen gastar mal, la más común es quizá la ansiedad, que deriva en la urgencia de pensar que en caso de no comprar rápido perdemos LA oportunidad.

Frente a esta, una buena medida es aplicar un “período de gracia” entre la intención de la compra y su concreción, siendo al menos una semana el tiempo recomendado.

Esos días deben aprovecharse para analizar el gasto en 3 vertientes:

1) ¿Gasto o inversión?

Debemos tener en claro si estamos ante un gasto, en donde lo comprado se consume casi en el momento, o una inversión, en donde gastamos ahora para beneficiarnos después.

Algunos ejemplos de gasto: ir al cine o a cenar afuera, gastos hormiga (gastos cotidianos que se desparraman a lo largo del día, como ser un café con medialunas al paso, un taxi tomado a las apuradas, bebidas y golosinas en los quioscos, cigarrillos, etcétera), ropa que no es necesaria.

Algunos ejemplos de inversión: Curso de idioma (o cualquier otro gasto educativo que nos proporcione recursos), cuota de gimnasio, adelanto de consumo corriente, viajes (este es más polémico, pero viajar equivale a comprar experiencias que luego recordaremos durante gran parte de nuestra vida contribuyendo a nuestra felicidad presente y futura).

2) Impacto en nuestras finanzas

Debemos analizar con precisión como repercute el gasto potencial en nuestro presupuesto mensual. Asignar límites máximos para gastos (menores) y para inversiones (mayores) puede ser un buen disciplinante.

Es importante darle preponderancia al origen de los fondos que vamos a usar: ¿Son propios o prestados (tarjeta de crédito, préstamos personales, etc.).

Si estamos comprando en cuotas debemos tener en cuenta no sólo el impacto que esa cuota tendría en nuestro presupuesto sino además el que las otras cuotas comprometidas ya están teniendo, es decir, un agregado y no un examen individual.

3) ¿Hay “premio” por esperar?

El sueño del departamento de ventas de una empresa es ofrecer su producto a un grupo de compradores compulsivos.

Un claro ejemplo de esto es lo que suele pasar con algunos sites de Internet, en donde se ofrece el producto o servicio a un precio, pero si la persona no se entusiasma de movida y comienza a bajar en la pantalla con el mouse (señal de que no está muy convencido) se ofrece lo mismo a un precio más bajo.

Lo mismo sucede en los Shoppings y tiendas con los días de descuento con tarjeta, donde por esperar un cliente puede ahorrarse hasta un 40% por exactamente el mismo producto.

Averiguar si no existe un “premio” por esperar puede ser beneficioso siempre y cuando el producto o servicio deseado haya pasado los 2 filtros anteriores y no lo estemos comprando simplemente porque está en oferta.

Reflexiones sobre el derroche a modo de conclusión

¿Cuándo el gasto se convierte en derroche? Para contestar esto deberíamos primero entender la etimología de la palabra “derroche”, que viene del francés dérocher que significa derribar, echar abajo.

Cuando derrochamos dinero estamos tirando abajo todo el esfuerzo realizado al conseguirlo, estamos desperdiciando recursos, estamos derrocando (que es una construcción que también deriva de dérocher) nuestras convicciones con respecto a la importancia del gasto inteligente.

El acto de derrochar dinero es algo muy distinto para cada persona, dado que lo que para uno puede ser derrochar no tiene por qué necesariamente serlo para otro, pero el denominador común es la desagradable sensación que produce saber que estamos “tirando” nuestro dinero.

¿Es el derroche una patología de clase? Mi experiencia me dice que no, y que contrariamente a lo que muchos piensan no son los millonarios (porque si consiguieron serlo es porque entendieron la importancia de no desperdiciar recursos y tener una buena relación con el dinero ni los pobres (porque no tienen nada para derrochar). Los que más derrochan son los que pertenecen a la clase media, en una suerte de autoboicot que les imposibilita ascender socialmente en el mejor de los casos o producir una pérdida de status y de posiciones en el escalafón social en el peor de los escenarios.

Comenzar a cuestionarnos estos temas y reflexionar y accionar al respecto puede implicar un cambio de paradigma en nuestras finanzas personales y la aparición de una nueva y necesaria dimensión de la cuál nos ocuparemos en futuras notas: el ahorro.


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