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Dinero: cuatro contradicciones bien argentinas.

Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación.

En materia de finanzas, muchas cosas malas se podrán decir de nuestro bendito país, pero si hay algo de lo que no se lo puede calificar es de aburrido.

Vivimos en una nación plagada de contradicciones. El objetivo de esta nota no es burlarse de ese aspecto sino exponerlo para facilitar el análisis. Queremos evitar que el vértigo termine por abrumarnos y llevarnos por el camino de las malas decisiones.

A continuación, repasaremos cuatro contradicciones tan propias de estas tierras como difíciles de creer para el resto:

1) Volar con aerolíneas low cost tiene prácticamente el mismo costo que volar con las aerolíneas tradicionales

Por definición, una aerolínea low cost (de bajo costo) es una aerolínea que ofrece a sus clientes pasajes mucho más baratos que la competencia. ¿Cómo lo logran? Eliminando varios de los servicios que ofrecen las aerolíneas tradicionales, como la comida en pleno vuelo y el despacho sin cargo de equipajes, por citar algunos. Además, si existe la posibilidad, operan en aeropuertos más alejados que los habituales y no tan modernos.

El pasajero que compra su pasaje en una low cost sabe de estas limitaciones. El servicio es pobre, pero el costo de volar se reduce en hasta un 80%. Así es como por 60 o 70 dólares (a veces, menos) se puede volar dentro de Estados Unidos o Europa.

La iniciativa, claramente revolucionaria para la historia del mercado aerocomercial, llegó a nuestro país y se anunció con bombos y platillos. Debo admitir que fui uno de los que se entusiasmó con la noticia. Me imaginaba recorriendo el país por trabajo o vacaciones a muy bajo costo.

Sin embargo, los precios ofrecidos hasta el momento distan mucho de ser low cost. Es más, hay casos donde prácticamente no existen diferencias con los valores de los vuelos tradicionales. Para colmo, lo dicho: el servicio es más limitado.

Esto se debe en gran medida a ciertas regulaciones existentes en nuestro país que impiden a estas empresas abaratar realmente sus pasajes, tal como sucede en otros países.

Por consiguiente, en la Argentina los vuelos low cost son más bien normal cost.

2) La eliminación de los aranceles a la importación de las computadoras no hace bajar su precio de manera significativa

Desde que tengo memoria, Argentina ocupa el primer puesto de la región en el deshonroso ranking de países que venden más caro los artículos electrónicos. Advirtiendo esta situación, aunque sin demasiada sensibilidad por los puestos de trabajo que se pierden fronteras adentro, el Gobierno eliminó aranceles del 12% primero y del 35% después en la importación de computadoras, notebooks y otros productos. En el mundo consumidor, las expectativas hablaban de precios que se reducirían drásticamente, posibilitando la compra de tecnología por parte de muchos ciudadanos. Al igual que con las low cost, muchos exclamaron: “¡Al fin se hace justicia!”

Sin embargo, el resultado de la eliminación de impuestos a la importación derivó en una leve baja del 7 u 8% en los precios ¿Por qué sucede esto? ¿Por qué las vidrieras no son sensibles a los factores que deberían bajar precios pero sí a los que promueven alzas? Difícil saberlo. Por el momento, este cambio lo único que parece haber generado es un margen de ganancia mayor para los comerciantes.

Los consumidores con cierto nivel de ingresos seguirán cruzando la cordillera o tomando un avión hacia el norte en busca de precios razonables a nivel internacional.

3) Viajar con Uber no siempre resulta más barato.

La semana pasada repasamos los beneficios que la aplicación puede generar para quienes deciden convertirse en choferes unas horas al día y transformar su auto en un activo generador de ingresos en lugar de un pasivo que brinda comodidad a cambio de gastos que, en ocasiones, pueden ser altos.

Ahora bien, ¿qué sucede con los consumidores del servicio? En la actualidad, dada la creciente demanda y la limitada oferta, hay momentos del día donde el costo de viajar con Uber es prácticamente el mismo que hacerlo en taxi. En Estados Unidos o Europa, la aplicación se jacta de conseguir precios hasta un 80% inferiores a los tradicionales. Por esas latitudes existe el Uber Pool, donde el pasajero comparte el viaje con otros que van en la misma dirección. La coordinación corre por cuenta de Uber. Es cierto que el viaje puede resultar un poco más friccionado por las paradas que estipula la aplicación, pero el ahorro lo vale.

Lo cierto es que la empresa no ofrece por ahora el servicio Uber Pool, que le otorga una clara ventaja en la comparación con los taxis. Por otra parte, las regulaciones desalientan la oferta de choferes. El debate sobre este punto es necesario. Quizá esto se deba a que no hay aún un volumen sustancial de choferes, distintas regulaciones o políticas estratégicas de la empresa. ¿El principal perjudicado? Sí, adivinaste, el que siempre paga los platos rotos, el consumidor.

4) La nafta en Argentina es un 75% más cara que en EE.UU.

En el primer semestre del año, el precio del barril de petróleo crudo cayó 14% en Londres (Brent) y otro tanto en Nueva York (WTI). El galón bajó en Estados Unidos a un promedio de 68 centavos de dólar por litro (menos de 12 pesos).

No obstante, en nuestro país las empresas energéticas más importantes anunciaron en los últimos días una nueva suba en el precio de la nafta, convirtiéndonos en el segundo país más caro de la región. Recordemos que el combustible es un insumo fundamental en muchas ramas de la industria e impacta directamente sobre los precios de todos los bienes que requieren ser trasladados para su comercialización.

Lo llamativo del caso es que, según los dueños de las estaciones de servicio, las compañías justificaron la última suba a partir de un alza del crudo Brent, cuando históricamente se tomó como referencia el WTI. Todo vale a la hora de aumentar los precios.

Conclusión

En mi opinión, la inflación no tiene que ver esencialmente con un problema de ahogo fiscal o de emisión monetaria. La suba de precios se vincula directamente con la formación cultural del empresario y comerciante promedio, que aplica con mirada egoísta la “viveza criolla” para elevar cada vez que puede sus márgenes de ganancias en lugar de planificar un período de ganancias fijas, como sucede en otros países.

Es así como se pueden encontrar productos (por ejemplo, en el sector de indumentaria) donde los comerciantes buscan márgenes de ganancias de hasta 500%.

Cualquier excusa es buena para aplicar un aumento: ¿Sube el ABL? ¡Aumentemos los precios! ¿Sube la nafta? ¡Aumentemos los precios! ¿Sube el dólar? ¡Aumentemos los precios!

Estas contradicciones y muchas otras que rigen la vida en nuestro país hace que terminemos cada ciclo económico asfixiando a la gallina de los huevos de oro hasta dejarla maltrecha. ¿Cuál es la solución desde el lado de los consumidores? Arriesgo dos: la primera resulta difícil de aplicar y la segunda es la más antipática y la más probable.

1) Consumidores que se organizan para escrachar a comerciantes y empresas que remarcan constantemente los precios aprovechando la confusión general.

2) Una recesión o crisis que barra con la demanda y obligue a los empresarios y comerciantes a bajar sus precios para no acumular stock.

Mientras no suceda ninguno de estos eventos, debemos seguir nadando en el mar de contradicciones que inunda nuestro país. Eso implica evaluar el contexto, informarnos y formarnos para defender nuestros recursos financieros.


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