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Ricopatía: el síndrome del niño rico.

Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación.

El término ricopatía fue inventado por el pediatra Ralph Minear, profesor de la Universidad de Harvard y autor del libro “El niño que tiene todo en exceso”, para señalar un tipo de trastorno moderno que puede dañar el desarrollo de la personalidad y la salud física de los niños.

También conocido como “El síndrome del niño rico”, se manifiesta en los pequeños de diferentes formas, tanto psicológicas (fobias, estrés, desinterés, agresividad, trastornos de conducta) como físicas (dolores de cabeza, vómitos, diarreas), y se origina en la sobreprotección y el exceso de bienes materiales que determinados padres brindan a sus hijos.
Contrariamente a lo que se piensa, la ricopatía no es un “trastorno” de clase, es decir, no se manifiesta exclusivamente en familias adineradas, sino que cada vez más se detecta el síndrome del niño rico en familias de clase media cuyos padres buscan suplir la falta de tiempo y atención comprando regalos y presionando a sus hijos para que sobresalgan del resto.
Incluso podría pensarse que los hijos de las familias de clase media están aún más expuestos que los de los millonarios, y que estos últimos han tomado conciencia del problema ya que, como veremos más adelante, existe en la actualidad un movimiento de acaudalados que alerta sobre ello y acciona de diversas maneras para que sus propios hijos no padezcan este trastorno.
CARACTERÍSTICAS DEL SÍNDROME DEL NIÑO RICO
Según Ralph Minear, el síndrome de ricopatía puede detectarse en hijos cuyos padres cumplen con alguna o varias de las siguientes características:
1) Comprar regalos (generalmente costosos) fuera de las ocasiones tradicionales como cumpleaños, Navidad o Día del Niño.
2) Comprar las últimas actualizaciones tecnológicas no bien salen al mercado, como ser consolas de juegos.
3) Posponer gastos familiares para poder cumplir con los caprichos de sus hijos.
4) Dar a sus hijos recompensas monetarias permanentemente cada vez que realizan una buena acción.
5) Programar la mayor parte del día del niño con diversas actividades. Excesiva presión para que sobresalga de sus compañeros.
6) Hacer caso omiso cuando los hijos se quejan de estar aburridos y no tener nada que hacer a pesar de tener el cuarto lleno de juguetes.
7) Llenarlos de información excesiva que los mismos no están preparados para procesar dada su corta edad y desarrollo.
Estas son solo algunas de las particularidades que se evidencian en la práctica, mientras que las motivaciones que llevan a los padres a realizarlas son un poco más complejas y difíciles de entender.
Tanto en los padres de clase alta como en los de clase media que ostentan este comportamiento suele existir un denominador común que tiene que ver con tratar de suplir la falta de tiempo que pasan con sus hijos mediante la compra de objetos materiales.
Sea cual sea la razón, lo cierto es que uno de los errores principales que comenten los padres es el de menospreciar la inteligencia y sensibilidad de sus hijos: ellos perciben mucho más de lo que los adultos piensan y se dan cuenta de todo. Como consecuencia final, los hijos que “tienen todo” sufren una distorsión en un sentido ético de lo que es la justicia distributiva y termina predominando en ellos el ideal de tener siempre “más y mejor” que los demás.
EL CLUB DEL ESPERMATOZOIDE AFORTUNADO
“No estoy dispuesto a favorecer el club del espermatozoide afortunado”, afirmó el multimillonario Warren Buffet cuando decidió comenzar un moviendo en el que anima a otros acaudalados como él a donar el 99% de su fortuna luego de su muerte para fines benéficos.
Bill Gates, Michael Bloomberg, Sting, David Rockefeller, Gene Simmons, George Lucas y otros millonarios se sumaron a esta iniciativa buscando que sus hijos tengan “lo suficiente para hacer cualquier cosa, pero no tanto como para que no quieran hacer nada”.
La idea central es que la expectativa de sus hijos de que alguna vez van a heredar la fortuna de sus padres puede dinamitar fácilmente su ambición de trabajar para conseguir su propio dinero, mientras que la certeza de que ante la muerte de sus padres ese capital será distribuido en organizaciones benéficas de alguna manera los obliga a construir su propio destino basado en el trabajo.
CONCLUSIÓN
Buscar compensar la falta de tiempo para poder estar con nuestros hijos mediante los regalos, actividades y responsabilidades es un grave error que puede traer consecuencias negativas para ellos en el mediano y largo plazo.
La abundancia de bienes materiales y el acortamiento de la brecha entre el deseo y la concreción del mismo nos llevará a criar niños con nociones equivocadas de lo que es la vida, el esfuerzo y el dinero.
Al respecto, delegar la educación financiera de nuestros hijos en la escuela es otro grave error que comenten muchos.
Es importante tomarse el tiempo para explicarles la importancia del ahorro, la inversión y los gastos desde muy pequeños.
La clave para que este tipo de acciones tenga éxito se encuentra en potenciar las virtudes de los pequeños y motivarlos a planificar sus gastos, enseñarles cómo se elabora el presupuesto en la economía doméstica, los ingresos y los egresos, y más que nada la importancia del ahorro, de manera tal que el niño pueda ir consolidando la idea de que toda decisión significa un esfuerzo (prescindir de un gasto o un deseo), pero que esa decisión tiene sus frutos en el futuro (más consolidado desde el punto de vista personal).
El concepto económico de “costo de oportunidad” es muy importante para ello: la idea de que todo tiene sus costos, cuantificables o no, y que la mejor decisión de vida es el ahorro para lo que se viene.
El beneficio de este tipo de enseñanzas en una edad temprana es doble y muy importante: estaremos criando hijos con menos riesgos de caer en la ricopatia y más conscientes del valor de las cosas.

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