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Los impulsos y el dinero: ¿es conveniente seguir las corazonadas en nuestras finanzas personales?

Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación.

Supongamos que, conscientes de la necesidad de mejorar nuestra relación con el dinero, comenzamos a interesarnos en nuestras finanzas personales, investigando la bibliografía tradicional sobre el tema y buscando incluso en Internet con que clase de material contamos.

Con seguridad, la mayoría de los consejos que encontraremos serán algo así como: “No gaste más de lo que gane”, “no compre cosas innecesarias”, “pague sus deudas”, “ahorre en regalos”, por citar algunos ejemplos.

Este tipo de resultados puede desanimar hasta al más entusiasta de los autodidactas por su carácter obvio y simplista, haciendo que el deseo de superación personal en este campo vuelva a foja cero al no encontrar la manera de adaptarlo a la complejidad emocional personal y a la dinámica cambiante del país y la economía doméstica.

Y es que las finanzas personales clásicas fallan al generalizar “las recetas” al común de la sociedad, sin tener en cuenta algo que es fundamental para poder ayudar verdaderamente a la gente en este ítem: las emociones y la influencia de las mismas en las decisiones de ahorro, gasto, ingresos e inversión.

Estudiaremos a continuación cómo afectan los impulsos a nuestra relación con el dinero, desde la perspectiva del gasto y las inversiones. Al final de cada caso, propondremos ideas disparadoras para mejorar el accionar de quienes se sientan identificados en una o más de las descripciones presentadas.

Los impulsos y el dinero

Se dice que una persona es impulsiva cuando tiene cierta predisposición a reaccionar de forma inesperada, rápida y desmedida ante una determinada situación, sin haber realizado antes una reflexión previa ni tener en cuenta las consecuencias que puede provocar con sus actos.

Al no dedicar el tiempo necesario para reflexionar sobre lo que está sucediendo y cuál sería la mejor respuesta, los impulsivos suelen manejarse por intuiciones, que luego pueden resultar acertadas o no.

Podría pensarse que una persona impulsiva tendrá su talón de Aquiles en lo referido a los gastos, ya que al dejarse llevar por el impulso del momento podría ser más proclive a convertirse en un gastador compulsivo. De hecho, existe el llamado Trastorno de Compras Compulsivas (en inglés conocido como CBD, por Compulsive Buying Disorder) que hace alusión a un trastorno psicológico de control de impulsos, caracterizado por las preocupaciones excesivas relacionadas con las compras y por la necesidad irresistible de comprar de forma masiva objetos superfluos, acompañados de sentimientos de ansiedad, irritabilidad o malestar.

Pero es importante saber que una persona puede ser perfectamente racional y medida en cuanto a sus gastos pero muy impulsiva en sus inversiones o en sus decisiones laborales (que terminarán repercutiendo sobre su nivel de ingresos).

El caso de los profesionales exitosos que comienzan a invertir en la bolsa por primera vez es un claro ejemplo de esto: acostumbrados a que les vaya bien en su profesión manejándose por intuiciones e impulsos, buscan extrapolar este “modus oprandi” al mercado de capitales actuando impulsivamente al comprar acciones de una empresa que le resulta atractiva sin haber realizado antes el correspondiente análisis (research).

Los resultados suelen ser muy negativos ya que en la Bolsa hay pocas cosas más riesgosas que invertir por impulsos y sin fundamentos.

Consejos para frenar la “impulsividad” en tus gastos

El primer paso es entender el comportamiento que lleva a esto. La compra compulsiva es bastante más que un despilfarro ocasional con arrepentimiento posterior y, para considerarse realmente un trastorno, el comportamiento tiene que estar relacionado con una angustia marcada o inferir en el funcionamiento normal de la vida cotidiana.

Las causas primigenias de la adicción a las compras aún no están claras, sin embargo, se pueden detectar dos denominadores comunes entre quienes sufren este desorden: la gran apreciación de lo material y una pobre autoestima.

Una primera solución podría ser buscar terapias alternativas para la ansiedad. Para gastar menos surge entonces la necesidad de controlar la ansiedad y aumentar la autoestima. Para ello, comenzar terapia con un psicoanalista, yoga o, mejor aún, anotarse en un curso de meditación puede funcionar como un moderador de gastos al canalizar esa energía negativa en fines más productivos.

El relajamiento y la meditación activan sustancias como las endorfinas que ayudan a tranquilizar el cerebro y permiten pensar con más frialdad a la hora de comprar.

También puede ser de gran utilidad para aquellos gastadores organizar sus ingresos y ahorros, asignando un orden de prioridad a sus gastos del 1 al 10 de manera tal de eliminar las compras que se encuentran por debajo del nivel 5, para empezar.

Restringir a cero el uso de las tarjetas de crédito u otros mecanismos que puedan tentar a la hora de comprar también es aconsejable.

Consejos para frenar la “impulsividad” en tus inversiones

Como aclaramos antes, una persona puede ser perfectamente racional en sus gastos pero tremendamente impulsiva a la hora de invertir su dinero.

Si este fuese el caso, el primer paso es buscar cuales son las razones personales que llevan a tomar riesgos innecesarios en lo referente al patrimonio personal y que bien podrían tener que ver con sentimientos culposos o negativos hacia el dinero y su significante.

Ejemplo: una persona nace y se cría en un hogar de padres trabajadores y ahorrativos que tiene una mala opinión acerca de las personas que ganan mucho dinero. Frases como “si tiene mucho dinero algo habrá hecho” o “más dinero más problemas” son escuchadas desde la niñez temprana y quedan alojadas de alguna manera en el inconciente del pequeño, que luego cuando crezca y se encuentre en una buena situación financiera tenderá a dilapidar sus recursos para no sentirse una mala persona o tener más problemas, sin siquiera saber que lo está haciendo por ese motivo.

De tal manera, se vuelve de vital importancia realizar un autodiagnóstico imparcial con respecto a los sentimientos que el dinero (en este caso, el excedente de dinero) causa en nosotros, con el fin de desactivar la connotación negativa hereditaria que el mismo pudiera llegar a tener.

Un segundo paso es adoptar el sistema de “paper trading” (en español sería algo así como “simulacro” o “entrenamiento”) para nuestras inversiones, que consiste en “simular” las inversiones que tenemos deseos de hacer anotándolas o bien usando plataformas como las ofrecidas por algunos agentes de bolsa para la inversión bursátil. Luego de un tiempo prudencial (al menos 6 meses) realizando esta tarea en una realidad virtual podremos evaluar si es conveniente seguir nuestros impulsos o bien debemos capacitarnos más y buscar mejores consejos antes de invertir nuestros ahorros en alguna inversión que se aleje un poco de la “zona de confort” que ofrece un plazo fijo.

Conclusión

Todos tenemos una parte impulsiva en algún aspecto de nuestras vidas, y no está nada mal que así sea. Pero es importante darse cuenta en que áreas es conveniente y hasta sano actuar de manera emocional y en cuales es más recomendable hacerlo de manera racional.

En el plano de las finanzas personales, actuar siguiendo las corazonadas no es recomendable porque las emociones que el dinero genera en cada persona pueden ser muy complejas y contradictorias como para discernir acerca de si nuestra intuición nos está llevando por el camino correcto o no hasta que sea demasiado tarde para camiar el rumbo.

Informarse, buscar diversas opiniones, observar y tratar de entender la lógica de los que suelen tomar buenas decisiones financieras y analizar varias veces los escenarios posibles que se abren ante nuestro accionar es un primer paso importante para buscar abstraernos de una economía que vive de crisis en crisis, estimulándonos (erróneamente) a creer que es la velocidad y no los fundamentos lo que verdaderamente importa.


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