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Omnipotencia y dinero.

Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación.

Cada tanto nos gusta abordar en esta columna un vínculo fundamental en el campo de la economía personal: el de las emociones con las finanzas. Nos gusta hacer foco en cómo repercute la psicología de los individuos en su suerte como consumidores, ahorristas e inversores.

El término “omnipotencia” proviene del latín omnipotens, compuesto por omni (todo) y potens (potencia, poder). De allí que “omnipotencia” sea la sensación de que uno puede hacerlo todo, que no hay límites que condicionen las acciones, aunque los espíritus más previsores también la relacionan con una mala evaluación de los riesgos, puesto que si uno se siente omnipotente, cree que nada puede dañarlo.

Hoy abordaremos un tema prácticamente virgen en lo que atañe a la literatura financiera (prueben buscar en Google “omnipotencia dinero” y verán lo que les digo) y su influencia emocional en los cuatro pilares de las Finanzas Personales: Ingresos, Gastos, Ahorro e Inversiones.

Leé esta nota, te va a venir bien, no seas omnipotente.

Omnipotencia y ahorro

La omnipotencia desde el punto de vista del ahorro se manifiesta en dos conductas perniciosas aparentemente opuestas:

Aquel que no ahorra porque tiene la sensación de que no hace falta, dado que siempre va a poder generar ingresos con su trabajo sin importar la edad. Además, este tipo de omnipotente piensa que no tendrá problemas de salud y que ningún malestar restringirá su capacidad de generar dinero.

Aquel que ahorra de manera eficiente y se siente omnipotente por ello. Se ve superior a la gran mayoría de la población puesto que su excedente de dinero es mayor.

En el primer caso, el razonamiento falla tanto al pasar por alto los percances de la vida como al ignorar que el ahorro no funciona solo como fondo de emergencias sino que también permite ingresos pasivos a través de la inversión. De esta manera, el omnipotente queda a merced de los caprichos del destino y se priva de la posibilidad de reducir su carga laboral y contar con más tiempo libre.

En el segundo caso, el peligro pasa por ubicar al ahorro por encima de todas las cosas. El avaro y el tacaño no solo no disfrutan a pleno de la vida sino que dañan constantemente sus relaciones con familiares y amigos. Los afectos, recordemos, son esenciales para gozar de una buena calidad de vida.

Omnipotencia y gasto

En el gasto, la sensación de omnipotencia se vincula con una conducta patológica de negación sobre el futuro. El omnipotente está convencido de que siempre encontrará la manera de hacer frente mañana a los gastos que hoy realiza.

Esta lectura puede llevarlo a estirar hasta límites insospechados sus compras a crédito, ya sea con tarjeta o mediante la toma de un préstamo para adquirir desde un producto menor hasta una propiedad que demandará gastos importantes.

El marketing de las empresas, en especial en lo referente al consumo cotidiano, incrementa la posibilidad de cometer acciones que a la larga nos perjudicarán. A este tipo de omnipotente, el impacto de cada producto en su presupuesto mensual es la medida de todas las cosas. No puede ver la totalidad, por lo que tampoco comprende cómo puede afectar sus finanzas esta conducta. El problema surge cuando se suman numerosas compras pequeñas…

Así es como nos cruzamos con amigos y conocidos que se ven obligados a recurrir al pago mínimo de los resúmenes mensuales de sus tarjetas. Ingresan un círculo vicioso de intereses usureros del que resulta muy difícil salir.

Omnipotencia e ingresos

Claramente, quien gana el sueldo mínimo difícilmente experimentará un sentimiento de omnipotencia respecto de sus ingresos, pero quienes ocupan puestos jerárquicos en empresas si suelen caer en una sensación de falsa estabilidad producto de sus elevadas remuneraciones.

Esa falsa estabilidad se potencia cuanto mayor es la antigüedad en el cargo. Cree que la compañía debe rendirle pleitesía por las ganancias corporativas que ha conseguido y siente que su puesto está asegurado.

La historia contemporánea del empleo demuestra lo contrario: lo primero que hacen las empresas durante las crisis económicas es ajustar el personal, empezando muchas veces por quienes les generan más costos fijos. Ya no importa cuántas horas extra regaló el empleado o cuántos fines de semana dedicó al trabajo en lugar de pasarlos junto a su familia o descansando. Quienes operamos en los mercados vemos a diario cómo se celebran los ajustes de personal de las empresas. Para el capital financiero, los empleados no son otra cosa que un gasto.

El omnipotente de los ingresos ignora que la verdadera estabilidad se sostiene con la diversificación de las fuentes de dinero y no a partir de un ingreso unidireccional alto. Ya lo vimos en la sección “Riesgo e ingresos” de una columna del año pasado.

Omnipotencia e inversión

Dejamos para el final la relación entre la omnipotencia y la inversión porque es donde más fácil se pueden observar los daños que se genera a sí mismo el omnipotente: este inversor es un gran amante de aventuras financieras para las que no tiene “espalda”. Pocas veces realiza una correcta evaluación de los riesgos.

El caso típico es el de quien compra acciones en la Bolsa sin imaginar siquiera la posibilidad de perder dinero. Escucha el consejo de un amigo, un asesor, un operador o un columnista mediático e invierte su capital. El análisis propio no existe.

Por supuesto, la probabilidad de fracasar termina siendo alta y, ante la pérdida, la desesperación lo abruma, al punto de vender cuando el papel baja sin conocer a ciencia cierta las chances de un repunte de precios y culpando por el mal trago a los consejeros de turno.

Para evitar la omnipotencia a la hora de invertir, lo mejor es hacerse las siguientes preguntas:

¿Estoy seguro de que comprendo plenamente las consecuencias de mi decisión? ¿Qué pasa si me equivoco? ¿Cuánto podría llegar a perder? ¿Tengo otras inversiones que me ayuden a capear la situación si mi decisión acaba siendo errónea? ¿Estoy arriesgando una cantidad exagerada de mi capital con esta inversión? ¿Es cierto que mi tolerancia al riesgo es alta? ¿Cómo lo sé? ¿He perdido alguna vez mucho dinero con una inversión? ¿Cómo me sentí? ¿Compré más o liquidé mi posición?

Conclusión

“El omnipotente dinero, ese objeto mundial de devoción”

Washington Irving

Una interpretación errónea de lo expuesto en este artículo implicaría confundir una alta autoestima con la omnipotencia. Mientras que la primera nos ayuda a lograr cosas que a otros les suenan imposibles, la segunda nos expone a peligros que podemos evitar si nos manejamos con más humildad y comprendemos que no podemos controlar todas las variables.

No exageremos. Mantengamos los pies en la tierra. La capa de Superman solo funciona en las películas.


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