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3 simples pasos para proteger tus ahorros de la pesificación.

El gobierno lo niega públicamente pero la pesificación sigue avanzando en los hechos. La semana pasada se prohibió a las empresas facturar en dólares (sólo pueden hacerlo en pesos) y posteriormente también fueron suspendidas las transferencias en dólares derivadas de la facturación electrónica en moneda extranjera.

El primer paso es entender de qué hablamos cuando hablamos de pesificación. El pase a pesos  de la economía local tiene como objetivo convertirse en un sistema uni-monetario (pesos) en vez de bi-monetario (pesos y dólares). Al hacerlo, ni los particulares ni las empresas (habría 500.000 compañías afectadas por la medida) tendrán acceso a los dólares dentro del circuito económico formal. Por consiguiente, tampoco se podrá colocar dinero en dólares en un banco o tomar deuda en esa moneda.

Sin duda, estamos ante un verdadero cambio de paradigma que nos lleva a pensar nuevamente muchas de las cuestiones que dábamos por sentadas.

Dejaré el debate político de la conveniencia o no de esta medida, junto con sus objetivos y objeciones, para algún analista político con mayor conocimiento del tema. Mi interés es que estudiemos juntos como esto  afecta a nuestras finanzas personales, y para ello veremos 3 cuestiones importantes a tener en cuenta dentro de un abanico de especulaciones y efectos que son difíciles de calcular con la información disponible en este momento.

1) Exterior: viajes por placer, estudio o trabajo.

La planificación de los viajes al exterior ha cambiado totalmente con esta nueva medida, ya que no sólo es una misión casi imposible adquirir los dólares necesarios  sino que, poder extraer divisa americana estando en el extranjero con tarjeta de crédito o débito también se volvió una utopía. Hoy en día resulta indispensable contar con todos los dólares necesarios para el viaje (sobre todo en estadías largas, de trabajo o estudio) o, caso contrario, suspender o postergarlo hasta que haya más definiciones.

Lo que sí puede hacerse y es virtualmente imposible de  prohibir, es comprar bienes o servicios en el exterior con una tarjeta de crédito local (previo pedido de habilitación al emisor del plástico). Esto hace que muchos argentinos que planifican su viaje se la pasen “tarjeteando” a más no poder. Luego, pagan sus consumos en pesos al tipo de cambio oficial a su regreso al país (tener en cuenta que muchas tarjetas tiene un límite de gastos bajo: se recomienda averiguar el mismo antes de partir para no encontrarse luego con sorpresas desagradables).

 2) Anticipar consumo impostergable e inmediato.

Al prohibirse la facturación en dólares, las empresas que venían vendiendo sus productos en esta moneda (no tanto al consumidor final sino más bien a otras empresas) verán disminuido su margen de rentabilidad en un 30%, que es la diferencia entre el dólar “blue” y el oficial, ya que antes cobraban el dólar físico (en efectivo o vía transferencia bancaria) que podían vender luego en el mercado paralelo (a valores cercanos a 6 pesos) y ahora cobran directamente pesos a tipo de cambio oficial (4,50).

Por más que las empresas perjudicadas por esta medida absorban parte de la pérdida de rentabilidad, es un tanto utópico pretender que no buscarán de alguna manera trasladar a precios aunque sea una porción de ese 30% que ahora dejarán por el camino.

Resumiendo: es muy probable que veamos en lo inmediato subas de entre 15/20% en aquellos productos que utilizan insumos importados, aumento que sería por única vez producto de esta medida (luego se verá como sigue la dinámica inflacionaria de aquí en más).

Por lo tanto es recomendable adelantar consumos impostergables en aquellos bienes que cumplan con estas características y cuyos precios aún no hayan sido “tocados” al alza, ya que es muy factible que en poco tiempo aumente de valor en los porcentajes citados.

3) Colocaciones y deudas en dólares.

Desde el punto de vista de las finanzas personales, el ratio riesgo rentabilidad de realizar colocaciones en dólares en el país no es para nada atractivo.

Tener un depósito en dólares en un banco, colocar dinero en hipotecas o hasta comprar bonos que paguen en esa moneda parece una jugada demasiado arriesgada: el riesgo de pesificación (obviamente, a tipo de cambio oficial) actúa como un baldazo de agua fría para aquellos inversores que estén analizando este tipo de movidas.

Considerando el razonamiento opuesto: ¿es conveniente entonces tomar deuda en dólares? Si la misma es “bancarizada” probablemente sí, el tema es que ya es prácticamente imposible conseguir interesados en prestar en esa moneda.

Como conclusión, los dólares seguirán saliendo del sistema formal y se corre el riesgo de que se vuelvan cada vez más “escasos”, aumentando con ello su cotización.

Si nos basamos en la historia reciente, en la crisis del 2001 muchas personas tenían contratos firmados en dólares, y la devaluación de la moneda hizo que los mismos fueran pesificados a un cambio mucho más bajo que el de ese momento, o bien fueran a juicio. Generalmente, el juicio fue resuelto en forma favorable para el colocador en cuanto al pago, pero el tipo de cambio utilizado dependió de la apreciación personal del Juez a cargo.

La intención de esta columna de opinión mucho dista de ser alarmista, pero sí considera  útil tomar las medidas necesarias para defender los ahorros ante los cambios en las reglas de juego que, reconocidos desde el oficialismo o no, ya se están implementando delante de nuestras narices.


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