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¿Son seguras las cajas de seguridad?

 

Se calcula que las sucursales de los bancos cuentan con medio millón de cajas de seguridad y que hay lista de espera de clientes para acceder a ellas. Luego de la “devaluación de mercado” que comenzó con las restricciones impuestas por el Gobierno en noviembre del año pasado, aquellos pequeños ahorristas que habían logrado generar algunos ahorros en dólares se han aferrado con más fuerza aún a los mismos, y buscan activamente donde poder guardar ese capital.

A la demanda ya existente generada por la desconfianza en los instrumentos financieros ofrecidos por los bancos, se ha sumado en lo últimos tiempos un caudal importante de requerimientos de individuos que han sacado sus dólares de cajas de ahorro y plazos fijos por el temor a una pesificación compulsiva, y ante el riesgo que significa guardar el físico en sus casas optan por las cajas de seguridad de los bancos como “mal menor”.

La disponibilidad en los bancos disminuye notablemente a contramano de los precios que cobran los mismos a sus clientes, que han aumentado en el último semestre gracias al libre juego de la oferta y la demanda. Conociendo muy bien este juego, varias entidades ofrecen sus cajas sólo si con ellas se contrata un paquete más amplio de servicios, como una caja de ahorro, cuenta corriente, tarjetas, etc.

Pero antes de meternos en los “miedos” colectivos que argumentan quienes dudan del objetivo de las cajas de seguridad, debemos tener en cuenta que las mismas son un espacio alquilado para depositar en forma secreta y confidencial, los valores del cliente. Para obtener ese espacio, el usuario firma con el banco un contrato que no cuenta con una regulación específica, es decir, que no está contemplado por la ley, y en el cual asigna a quienes autoriza a acceder a la misma.

Sin embargo, el banco es el que otorga la caja de seguridad (y cobra por ello un servicio) y al mismo tiempo se hace responsable de su eficacia y vigilancia de los locales, así como también de la integridad del compartimiento, salvo caso de “fuerza mayor”, como sería un terremoto, una guerra, un huracán; pero no el hecho del robo o  hurto, que son justamente los riesgos que motivan al cliente a contratar el servicio de caja de seguridad y constituyen el riesgo propio del negocio del banco.

Pero la tranquilidad que debería otorgar el contratar una caja de seguridad para guardar los ahorros, muchas veces no es tal, debido a que en los últimos tiempos surgieron miedos sin demasiado fundamento que analizaremos a continuación:

Miedo 1: El gobierno podría llegar a “abrir” las cajas de seguridad.

Diversos emails circulan en cadena por Internet alertando sobre un Plan de Financiamiento de Emergencia impulsado desde el oficialismo que, comandando por la AFIP, buscaría quedarse con el dinero “no declarado” depositado en las cajas de seguridad. Otros emails en la misma línea aseguran que estaría próximo a aprobarse un proyecto por parte de las autoridades que busca limitar el monto de dólares que los ahorristas podrían tener en ellas.

No existe ningún fundamento para creer que ello sea cierto, y como tantos otros rumores maliciosos que circulan en la web, las personas criteriosas no suelen otorgarle crédito alguno ya que las fuentes son siempre anónimas y, se presume, interesadas.

Pero sabemos que cuando se trata de dinero la gente suele ser más temerosa que de costumbre, y por ello es que hay personas que luego de recibir estos mensajes o de haber escuchado de alguien que lo leyó en algún lado se dirigen apresurados a retirar su dinero del banco. Como en su casa no lo pueden tener, a veces terminan comprando un inmueble, aún sabiendo que es probable que los precios bajen . Los ladrillos surgen así como un remedio ideal para volver a la tan preciada tranquilidad.

En términos jurídicos, las cajas de seguridad están equiparadas al domicilio de una persona. Por lo tanto nadie puede acceder a él si no es su titular o con una orden judicial. El artículo 18 de la Constitución Nacional establece la seguridad individual y aclara que el domicilio, la correspondencia y la documentación son inviolables y que sólo podrá accederse a ella mediante una orden judicial. Esta orden judicial debe tener motivos razonables y no puede surgir de, por ejemplo, una normativa de la AFIP.

Resumiendo, siempre que hay murmullos en el sistema por salida de depósitos, surgen rumores acerca de que el gobierno podría abrir las cajas de seguridad. Pero eso no pasó ni siquiera en la crisis 2001-2002 cuando parecía que venía el fin del mundo.

Miedo 2: Robos y boqueteros.

El robo de más de 170 cajas de seguridad de una sucursal de Belgrano del Banco Provincia ocurrido en Enero de este año, ni mencionar el cinematográfico robo del Santander de Acasusso también en enero de 2006, puso el foco en las condiciones de seguridad bajo las cuales las entidades guardan valores.

Frente a esto, es importante saber que las cajas de seguridad tienen una garantía en caso de robo, que se ubica en los U$S 50.000.

Pero más allá de ese monto, si el cliente puede justificar mas valores contenidas en la misma, los bancos suelen otorgar un monto cercano a manera de reparación para mitigar el riesgo reputacional de la entidad. Para acceder a la garantía, el cliente deberá probar su nivel social y económico además del origen de los fondos. Por ejemplo, si el dinero proviene de una herencia o de una indemnización recibida, se recomienda guardar aparte los papeles que así lo demuestren. Lo mismo si son el producto de una operación de venta o alquiler de inmuebles. Siendo más detallistas, se puede realizar una valuación previa por joyeros o compañías de seguro, lo cuál  se transforma en un indicio de prueba relevante.

Con respecto a objetos de valor, una alternativa es tomar fotografías de joyas o se pueden usar imágenes capturadas en algún encuentro social donde el damnificado lleve el elemento en cuestión.

Pero estadísticamente, la probabilidad de sufrir un robo de este tipo es bajo, y existen seguros y formas de recuperar lo perdido.

Conclusión:

Para quienes le dicen no a tener el dinero en su casa, no a depositarlo en cuenta bancaria y no a invertirlo en el mercado, las cajas de seguridad representan una alternativa de resguardo válida.

Pero, que los miedos enumerados en la presente nota no sean, a mi juicio, fundamentados, no quiere decir que se recomiende su utilización como destino del dinero, ya que con la inflación galopante existente (en pesos y en dólares) tener hoy en día el dinero “parado”, por más seguro que esté, no representa una idea brillante.

Peor aún, es dejarse dominar por el temor y realizar inversiones con las cuales la persona no se sienta a gusto, limitando con esto las posibilidades de esperar el momento justo para poner ese dinero a trabajar.