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Crisis financieras argentinas en 5 minutos.

Pánico financiero de 1907, burbuja inmobiliaria de Florida en 1920, la crisis del 30, el crash del 87, el efecto Tequila de 1995, la crisis de los Tigres Asiáticos en 1997, la burbuja financiera del Nasadaq y la burbuja financiera de las hipotecas.

Las crisis económicas existieron siempre en la historia de la humanidad, aunque hay determinados países (como el nuestro) que suelen tenerlas más seguido.

Como crisis económica se entiende a la fase más depresiva de la evolución de un proceso económico recesivo. Por recesión se entiende el movimiento cíclico descendente de la economía, que comprende, al menos, dos trimestres de continua disminución del PBI real.

Nadie duda que nuestro país cuenta con grandes posibilidades: tierras fértiles, costas, agua y otros recursos naturales clave para el mundo. Podría autoabastecerse y ser exportador líder en alimentos y energía. También tiene poca población en un extenso territorio y mano de obra bien calificada. Si nos basamos en los recursos naturales, la Argentina tiene el potencial necesario para posicionarse en un lugar clave a nivel mundial.

No obstante, el Rodrigazo, la hiperinflación y el corralito se clavan como un cuchillo filoso en nuestra memoria reciente y producen que, ante cada cimbronazo de origen externo o interno, se cree una sensación de vivir en una economía frágil y vulnerable que en cualquier momento podría entrar en un caos como los que ya conocemos, con la gente agolpada en las puertas de los bancos reclamando por su dinero.

Repasemos brevemente los aspectos más importantes de las últimas crisis económicas argentinas para llegar luego a las conclusiones de la situación actual y lo que nos espera.

EL RODRIGAZO EN 1975

Fuertemente afectada por la crisis mundial de 1973, después de once años de constante crecimiento, la Argentina experimenta en 1975 el famoso Rodrigazo, producto del paquete de medidas económicas propuesto por el entonces ministro de Economía, Celestino Rodrigo.

El contexto internacional estaba cada vez más complicado. La crisis del petróleo se había desatado y castigaba a todo el mundo, haciendo que los principales países europeos asuman un giro proteccionista, lo que redujo (tanto en precios como en cantidad) gran parte de las exportaciones argentinas. A su vez, el tipo de cambio artificialmente bajo y un altísimo déficit fiscal (14% del PBI) hicieron que a fines de 1974, el país haya perdido casi 2/3 de sus reservas internacionales.

Ante esta situación, el 4 de Junio de 1975 se dispuso una medida de ajuste que duplicó los precios de la economía bajo la presidencia de Isabel Perón: el desdoblamiento cambiario sumado a la una fuerte devaluación (160% para el cambio comercial y 100% para el cambio financiero) dispararon la tasa de inflación anual a los 3 dígitos.

Esta situación produjo desabastecimiento de alimentos, combustibles y otros insumos de primera necesidad.

Las medidas buscaban “corregir” los desequilibrios macroeconómicos provocados los años anteriores y eliminar las fuertes distorsiones de precios relativos, y al mismo tiempo reducir el enorme déficit público existente y aumentar la productividad de las empresas vía devaluación del peso.

Pero las subas mencionadas no se replicaron de manera igual en el salario de los trabajadores: el aumento fue de “tan solo” 45%.

¿Consecuencias? El poder de compra de los trabajadores cayó significativamente y las movilizaciones sociales se exacerbaron.

Esta situación dio lugar al primer paro contra un gobierno peronista y finalmente se acordó un posterior aumento del 180% en los salarios, que fue licuado en gran parte por la inflación.

El efecto más importante fue una enorme regresividad en el ingreso de la población, que nunca volvió a ser lo que fue.

HIPERINFLACIÓN DEL 89

Afortunadamente, la hiperinflación del 89 fue la única vivida por el país. Diversos factores influyeron: estancamiento económico, fuerte endeudamiento, falta de inversión o desinversión en infraestructura y bienes de capital y desequilibrios fiscales y comerciales.

En los 15 meses de gestión del ministro de Economía Bernardo Grinspun la inflación fue del 626 %.

En este contexto, los precios actuaron en consecuencia. En un intento de política de shock al aumento de precios, se implementó el Plan Austral como medida de estabilización monetaria que sustituía el peso argentino.

De una inflación del 30% mensual se pasó a un tercio: durante los primeros 25 meses del Plan Austral la inflación fue del 215 % y el dólar se incrementó un 163 %.

Pero el “cambio de figuritas” solo tuvo un efecto paliativo y, en 1988, ante un rebrote inflacionario, se creó un nuevo programa, conocido como Plan Primavera, que no lograría evitar la hiperinflación del 89 y el aumento de precios desmedido en los productos que devoraba los salarios.

El 6 de febrero de 1989 se anunció que no había reservas disponibles para satisfacer la demanda de dólares, al mismo tiempo que se aceleraba la depreciación del Austral.

Carlos Menem asumió, de manera anticipada, el 8 de julio de 1989. Ese mes, los precios subieron 197% y las tarifas de servicios públicos 700%.

La inflación total de 1989 fue del 1923 % y el dólar, que había comenzado el año a 24,3 australes, terminó el año a 1950.

La hiperinflación llevó la pobreza de 25% a comienzos de 1989, al récord histórico de 47,3 % en octubre del mismo año

LA CONVERTIBILIDAD

Luego de 10 años de convertibilidad que lograron frenar un proceso inflacionario de casi 20 años de continuidad en la Argentina, en 2001 se desató en el país una grave crisis financiera que desembocó en el famoso “corralito” y la posterior renuncia a la presidencia de Fernando de la Rúa.

Tal cual lo había prometido en su campaña electoral para llegar a la presidencia, De la Rúa dispuso continuar con la ley de convertibilidad fijada 10 años atrás, que implicaba la paridad de la moneda argentina al dólar estadounidense en1 a1, pese a que era notable la necesidad de discontinuarla debido a su insostenibilidad financiera.

El marco económico financiero argentino se tornó insostenible, pues no se podía sostener esa paridad, teniendo que tomarse medidas como el blindaje o el megacanje que implicaban constante endeudamiento exterior, y su correlato en materia política con los constantes cambios de ministro de Economía.

Cerrando el año 2001, el sistema bancario colapsó cuando inversionistas comenzaron a retirar sus depósitos monetarios de los bancos provocando una fuerte fuga de capitales.

El contexto internacional terminó de complicar las cosas: luego del ataque a las Torres Gemelas en septiembre de 2001, el mundo entró en recesión y se cerró la “canilla” de capitales para los países emergentes, entre los cuales estaba la Argentina.

El FMI se negó a refinanciar la deuda y conceder un rescate, y el entonces ministro de Economía Domingo Cavallo dispuso el famoso corralito, que trajo aparejado protestas sociales, saqueos a supermercados y una crisis política grave.

Conclusión

Del repaso de lo expuesto, podemos ver cómo la inflación fue un denominador común en 2 de las 3 crisis estudiadas.

El presente nos trae una inflación del 25% (mayor al promedio histórico), pero un nivel de reservas aceptable (a pesar de una aceleración en la baja de las mismas durante el primer semestre de este año) y una tasa de desempleo baja.

¿Qué factores deberíamos seguir con atención? La crisis de la eurozona y un potencial freno de la economía brasileña (principal socio comercial de la Argentina) podrían complicar el panorama, al restringirse las exportaciones y mermar con ello la entrada de reservas.

Pero al menos hasta las elecciones de octubre no se esperan cambios importantes. Luego veremos lo que sucede en el día a día: el respeto a nuestra (desgraciada) inercia histórica de crisis financieras de las últimas décadas así lo exige.

Esta nota fue escrita por Nicolás Litvinoff y publicada por el diario La Nación el martes 9 de Julio de 2013.


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