Especial para el diario La Nación.
La posibilidad de un default, en medio de la pelea con los holdouts, volvió a encender la alarma conocida: las turbulencias políticas y económicas que aproximadamente cada diez años amenazan la estabilidad que logramos conseguir. Cómo se construye esta certeza colectiva y por qué tiene efectos hasta en las decisiones personales. ¿Será verdad que lo que no mata fortalece?
por Laura Di Marco.
“Hoy escuchaba todo este tema de los fondos buitre y dije: ¡me compro dólares! A mí no me agarran más. ¿Vos sabés por qué yo estoy arriba de este taxi? Por culpa de Alfonsín, primero, y de Menem, después. Me agarró la hiperinflación del 89 y me recuperé. Después, en los noventa, se me ocurrió ponerme una casa de fotos: me fundí. Y me costó el matrimonio: me terminé separando. En estos años sobreviví como pude y ahora, ¿otra vez en la cuerda floja? ¡No se puede creer! ¿Qué pasa si no se arregla con estos tipos, me pregunto yo?”
El que habla y se responde es un taxista porteño, que ronda los sesenta. Su pasajero, en cambio, es treintañero y su memoria de la debacle está más cerca en el tiempo.
“¿Y la de 2001, viejo? -retruca el treintañero-. Mi hermano se fue a España, pero lo agarró la crisis de allá, un garrón? Yo le venía diciendo que vuelva, pero ahora dudo porque, otra vez, la cosa se está poniendo fea acá. Trabajo en un local de ropa y cada vez se vende menos. Acá cada diez años tenés un barquinazo?”
El viaje seguirá, intercalando experiencias de desbarajustes porque, a pesar de la diferencia generacional, ambos hombres comparten una misma marca -la que dejan las crisis argentinas- y el miedo de que la pesadilla pueda volver a repetirse.
La posibilidad de un nuevo default, en medio de la pelea con los holdouts, disparó miedos viejos, mientras que la memoria colectiva no pudo evitar un déjà vu, fugaz, de 2001.
¿Por qué somos -o nos percibimos- más vulnerables a la crisis que otros países y por qué su recurrencia? El temor social a una nueva crisis, ¿puede contribuir, paradójicamente, a provocarla? ¿Por qué los ciclos críticos parecen ser más dramáticos en la Argentina? En cualquier caso, ¿qué efectos dejaron esos barquinazos en la piel de la sociedad y en nuestra vida cotidiana? ¿Trae algún beneficio la inestabilidad?
Entre los efectos más mencionados por los especialistas consultados -que miraron el fenómeno desde la economía, la política y hasta las neurociencias-, figuran las bajas expectativas sociales (la gente espera poco del país, para no frustrarse), el pesimismo y el autoboicot financiero, un daño autoprovocado por la ansiedad que genera el temor a una nueva crisis, y no tanto la crisis en sí misma.
Y, sin embargo, cada sacudón, además de generar angustia e incertidumbre, también tiene su costado productivo por aquello de que lo que no mata fortalece.
MARCADOS POR LA(S) CRISIS
La puja con los fondos buitre, a quienes la Presidenta acusó de estar extorsionando al país, disparó una catarata de sentimientos nacionalistas que por un momento parecieron trascender el clásico enfrentamiento de los K versus los anti-K. Muchos reflotaron, durante la última semana, los versos del Martín Fierro, ubicando el motivo de este nuevo cuello de botella en el pago de la deuda, en la desunión nacional.
“Sin embargo, en el caso de los holdouts -reflexiona el sociólogo Marcos Novaro- no hace falta un gran acuerdo nacional, sino simplemente cumplir con una serie de reglas básicas de la institucionalidad, que ya existen, pero no se ponen en marcha. En nuestro diseño institucional hay maneras de obligar a quienes gobiernan a que se hagan cargo, en el largo plazo, de las estrategias que eligen. En teoría, la decisión del endeudamiento o de cómo se va a pagar una deuda tiene que estar avalada por el Congreso, pero los gobiernos casi siempre encuentran la manera de eludir esos controles. El acuerdo con el Club de París, por ejemplo, debería pasar formalmente por el Congreso. Sin embargo, no sólo no pasó, sino que es secreto.”
Novaro admite, sin embargo, que el affaire con los fondos buitre dejó al descubierto no tanto la profundidad de los problemas, sino las fallas más estructurales de la política argentina, como la ausencia de maneras más colaborativas y responsables para enfrentarlos. El sociólogo tampoco carga las tintas sobre el populismo, si bien es crítico de él. ¿El argumento? Hubo crisis también en gobiernos no populistas, dice.
Aunque es argentino, el politólogo Aníbal Pérez Liñan vive y enseña en el exterior desde hace muchos años, lo que le da una perspectiva ideal para explicar cómo se ve este asunto desde afuera: “Las crisis cíclicas en la Argentina se vinculan al modelo de construcción del poder presidencial. Las crisis económicas periódicamente promueven la concentración de poder por parte del Ejecutivo, lo que facilita el manejo arbitrario de la economía. El resultado es que las políticas económicas se mantienen más allá de su vida útil, y cuando las condiciones externas cambian, la Argentina ingresa en una nueva crisis”.
Pero ¿y las crisis que son externas y también nos desestabilizan? “Como muchos otros países, la Argentina está sometida a condiciones externas que están fuera de su control, como la crisis de la deuda en los 80, las crisis financieras de los 90, o la desaceleración de los mercados asiáticos en la actualidad. Pero a diferencia de otros países, la acción del Estado en la Argentina agudiza esos ciclos económicos en lugar de regularlos. Por eso es que las debacles económicas se transforman rápidamente en crisis políticas”, dice.
El politólogo Marcelo Leiras se niega a definir como “crisis” lo que sucede en la actualidad, si bien la sola mención de la palabra “default” evoca imágenes de 2001. “Pero la situación actual dista mucho de aquélla en términos económicos, sociales y financieros, aunque podría agravarse si efectivamente el Estado deja de pagar su deuda. No obstante, es cierto que desde su origen como nación, la Argentina ha experimentado crisis económicas y financieras significativas aproximadamente cada trece años”, señala.
La carencia de un equipo de gobierno dedicado a evaluar la coherencia lógica y la sustentabilidad de las políticas en el largo plazo es una de las razones que encuentra Leiras, profesor en la Universidad de San Andrés, para explicar las repeticiones. “Los ciclos económicos son una constante de las economías capitalistas, pero en nuestro país son demasiado pronunciados. Las organizaciones y las autoridades políticas no siempre han sido responsables, pero en general han hecho poco para evitarlas o moderar sus efectos. La poca disciplina financiera y la frecuencia con la que se ha recurrido a medidas exóticas y extremas como, por ejemplo, las devaluaciones drásticas, el plan Bonex, el <> y la adulteración de las cifras de inflación del Indec, muchas veces echaron más leña al fuego de las crisis y debilitaron la confianza en el Estado argentino como una organización capaz de resolverlas.”
Mientras tanto, ¿qué dicen las neurociencias al respecto? ¿Qué huellas dejan estos shocks sociales en las conductas, las emociones o el cerebro? Dicho de otro modo, ¿cómo se gestiona ese estado de incertidumbre permanente?
El médico psiquiatra Pablo Resnik, director del centro de Investigaciones Médicas en Ansiedad (IMA), confirma que la sociedad argentina vive con altos niveles de estrés y de agresividad, aunque discrimina por clase social y por la profundidad de esos ciclos. Es decir: por la intensidad del shock.
“La crisis deja secuelas de mayor impacto en los pobres, porque son quienes padecen mayor grado de incertidumbre social. Otro sector vulnerable son los chicos. Diversos experimentos científicos prueban que la exposición a altos grados de estrés a edades tempranas deja vulnerables a las personas para que, en la edad adulta, desarrollen depresión o trastornos de ansiedad, aunque de grandes no enfrenten situaciones estresoras”, asegura.
Lo que dice Resnik conecta con secuelas novedosas de 2001, como las marcas de por vida sobre las poblaciones infantiles: “Las situaciones de caos, de agresiones económicas o de altísima incertidumbre social impactan en los chicos produciendo cambios neurobiológicos, que pueden dejar marcadas a poblaciones enteras”.
La crisis de 2001 -la marca mayor, en la historia reciente- es retomada, aunque desde otra perspectiva, por el politólogo de la UBA Gerardo Scherlis. “Paradójicamente, crisis como las de 2001 impactan en la sociedad bajando la <> con la que se mide a los gobiernos. Por supuesto, el kirchnerismo ha hecho de esto toda una doctrina: <>. Y sobre todo ahora, que ya no hay más manteca al techo para tirar, el Gobierno se aferra a este apotegma. Y creo que tiene un efecto bastante eficaz, aun si no lo dijera tan explícitamente. Para la sociedad en general, un gobierno que logra cumplir su mandato sin padecer un estallido social de proporciones es ya visualizado como exitoso.”
Desde la opinión pública, Mariel Fornoni, de la consultora de Management & Fit, lo explica: “El grado de satisfacción está relacionado con la expectativa que vos tengas, y la gente se ha acostumbrado a esperar poco, a tener baja expectativa. Es más, cuando vos preguntás cómo cree que le va a ir al país en los próximos seis meses, el 60% contesta: peor o mucho peor. Entonces, cuando pasan los meses y comprueba que tan malo no le fue, se conforma porque la situación no era tan tremenda como lo había imaginado. Ahora, por ejemplo, y tal vez porque la Presidenta no tiene reelección, los que no son kirchneristas bajaron un poco el nivel de crítica. El razonamiento es que después de diez años, no hubo estallido”.
A estas alturas, Scherlis acerca su explicación: “Para los más postergados, y razonablemente, el sostenimiento de cierto nivel de empleo y de actividad económica, aun en condiciones paupérrimas, es también un éxito fenomenal por el que cabe celebrar al Gobierno. En definitiva, la memoria de la crisis está presente en la sociedad de un modo que, de nuevo, beneficia al gobernante. Al tener dentro del horizonte de expectativas la reiteración de un descalabro como el de De la Rúa en 2001, los argentinos tenderán a juzgar positivamente a todo gobierno que no termine como aquél”.
AUTOBOICOT FINANCIERO
¿Y las finanzas personales? ¿De qué forma nos hemos adaptado o sobreadaptado dentro del propio hogar ante el miedo latente de perder lo que tenemos? El economista Nicolás Litvinoff, director de estudinero.net lo explica: “La incertidumbre, que genera estrés, desemboca en comportamientos financieros irracionales que incluso atentan contra nuestro beneficio. Es decir, ante potenciales crisis actuamos de una manera tal que nos provocamos estados financieros, que podrían evitarse”.
El consultor ofrece algunos ejemplos de autoboicot financiero: “Todos salen a comprar dólares, tratando de salvarse individualmente y sin tener en cuenta que ese accionar perjudica a la sociedad en su conjunto. La gente vende activos valiosos -casas, acciones, terrenos- y es mejor tener el cash. Los empleados en relación de dependencia hacen horas extras gratis y pierden tiempo libre y a veces salud por temor a que los despidan y quedar sin trabajo en tiempos de crisis. Las pymes muchas veces restringen la producción bastante antes de que caiga la demanda para no tener acumulación de stock, y con ello generan también la caída del consumo. Conductas irracionales todas, que son producto de la incertidumbre que genera la potencial crisis, que puede luego no materializarse. Hay un chiste que dice que los economistas han anticipado 12 de las últimas 4 crisis financieras”.
Físicos, matemáticos, compositores, arquitectos o académicos argentinos que viven en el exterior se destacan, a menudo, por su creatividad.
Una capacidad innovadora para resolver problemas que -no sería tan descabellado suponer- pudo haberse cocinado al calor de las sucesivas debacles argentinas: lo que no mata, fortalece, creía Nietzsche. Y a juzgar por estos resultados, parece que la Argentina entrena.
Resnik explica que también la evidencia científica revela que un grado razonable de incertidumbre forja el carácter y produce seres más preparados para enfrentar la vida adulta. “Se han hecho experimentos con monos y ratas en tres situaciones de incertidumbre, traducidas en falta de maternaje o de alimento. Los más dañados resultaban ser, casi por igual, los sobreprotegidos y los abandonados, mientras que los que se habían expuesto a un término medio de incertidumbre terminaban siendo los más fuertes.”
Albert Einstein era un enamorado, tal vez en exceso, de las posibilidades que traían las crisis. Lo decía de un modo bello: “La crisis es la mejor bendición que puede sucederles a personas y países porque trae progresos. La creatividad nace de la angustia, como el día de la noche. Es en la crisis que nacen la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias”.
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