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Las 4 enseñanzas sobre dinero más importantes que aprendí en 40 años.

Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación.

Comencé a interesarme en la investigación de temas de dinero a los 21 años, cuando realicé el curso de Experto en Mercado de Capitales que dicta el Instituto Argentino de Mercado de Capitales. A los 25 me recibí de Economista (UBA) y un año más tarde de Magister en Finanzas (CEMA). A partir de entonces, me focalicé en las Finanzas Personales y la inversión en Bolsa a través de la experiencia práctica asesorando sobre inversiones a empresas y particulares, además de ejercer la docencia en distintas universidades públicas y privadas del país, así como en institutos orientados específicamente a inversores.

A los conocimientos académicos adquiridos le fui sumando una intensa capacitación autodidacta, “apalcándome” en el amplio material disponible sobre el tema en Internet y en libros especializados que aprovechaba para comprar en cada viaje al exterior, y asistiendo además a cuanto seminario o workshop relacionado pudiese encontrar.

También viví la explosión de la burbuja del Nasdaq justo cuando estaba haciendo mis primeras experiencias en el mercado de acciones americano (dicen que a veces se gana y a veces se aprende: no se imaginan todo lo que aprendí en ese entonces). Mucho “más acá”, la crisis social y financiera desatada en nuestro país en 2001 (corralito, devaluación, cuasi monedas) fue también muy enriquecedora en lo referente a la parte práctica de mi aprendizaje de vida en este campo.

Tuve la suerte de publicar dos libros sobre Finanzas Personales, uno de los cuales (Es tu Dinero!, ediciones Granica) ha vendido más de 14.000 ejemplares y es utilizado como material de estudios en la Universidad Tecnológica de Monterrey, México.

En el presente y a semanas de cumplir mis 40 años, influenciado por la víspera de un número tan importante para la vida de una persona y con el deseo de que mi aprendizaje pueda serle útil a las personas interesadas en estos temas, quiero compartir con los lectores las 4 enseñanzas sobre dinero más importantes que aprendí en mis 40 años de vida.

Pero antes de pasar a los “bifes”, una aclaración necesaria: lo que usted está por leer no son verdades absolutas en temas de dinero ni consejos que funcionarían para cualquier persona que quiera replicarlos; sino más bien simples enseñanzas que fui adquiriendo y aplicando con éxito en mi vida personal, dada mi personalidad y mi visión de la vida y lo que quería y quiero lograr en ella en lo relacionado con el “vil” metal y sus implicaciones.

1) Si mis ingresos seguían siendo unidimensionales, mi vida iba a ser muy aburrida

Mis primeros trabajos en relación de dependencia me enfrentaron al siguiente problema: el 100% de mis ingresos provenía de una sola “fuente”, con lo cual, ante cualquier inconveniente con la misma, podían evaporarse en cuestión de segundos.

Ese escenario temido podía darse eventualmente por dos circunstancias, una de las cuales no dependía de mi (crisis económicas, problemas intrínsecos de la empresa) y otra que sí (desempeño laboral, ausentismo).

Concentrándome en que lo que sí podía controlar, razoné: “No puedo arriesgarme a simplemente ‘cumplir’ con las premisas laborales. Si quiero asegurarme el ingreso, debo trabajar más allá de las 8 horas diarias (cosa que por otro lado hacía la mayoría de mis compañeros de trabajo, quienes quizá habían llegado a la misma conclusión), no faltar nunca y si es posible, tomarme pocas vacaciones. Además (pensé aterrado) debería estar atento que no venga nadie a ‘serrucharme’ el piso”.

Debía despedirme entonces de cualquier otra actividad extra laboral. “Mi vida-razoné melancólicamente-iba a ser muy aburrida”. Ese inconformismo me llevó a evaluar la posibilidad de que mis ingresos proviniesen de distintas fuentes como inversiones, negocios o trabajos part time.

Planifiqué mi vida laboral con esas premisas, renuncié a ese trabajo y me dediqué a la docencia part time, liberando tiempo para comenzar con inversiones y negocios propios.

Cuantifiqué la ponderación de cada uno en mis ingresos totales. En un principio era así: 80% trabajo propio, 20% inversiones, 0% negocios. Me puse como meta todos los años balancear esto para que mi ingreso se redistribuyese en partes equitativas, y comencé a accionar con esa premisa y lo fui monitoreando cuantitativamente año a año.

Me llevó 6 años lograrlo, pero al hacerlo, no solo conseguí más tiempo para hacer cosas divertidas fuera del ámbito laboral, sino que además logré mayor tranquilidad en cuanto a que sería muy difícil que estas 3 fuentes se “sequen” de manera simultánea

2) Existía una forma de replicar el ciclo de vida de la naturaleza en mis finanzas personales

La materia por la que estamos formados los seres vivos está compuesta por materia orgánica (azúcares, grasas y proteínas) y materia inorgánica o mineral (agua y sales minerales). Los productores transforman la materia inorgánica en orgánica a través de la fotosíntesis, que pasa de unos consumidores a otros gracias a las cadenas tróficas. Al llegar la muerte, estas sustancias vuelven al suelo haciendo que este ciclo mantenga el equilibro natural.

Mi aprendizaje en temas de dinero me llevaron al siguiente hallazgo: ese ciclo natural podía replicarse en mis finanzas personales. ¿De que manera? El ingreso que entraba a mi economía doméstica se dividía en gasto y ahorro, gracias a los buenos hábitos adquiridos. Pero a su vez, ese ahorro debía salir nuevamente de mi ámbito y transformarse (o reciclarse) en inversión. El producto de esa inversión (proveniente del ingreso reciclado) formaba parte de un nuevo ingreso que se sumaba al ingreso tradicional, y el nuevo ciclo se repetía así todos los meses.

Resultado: el ingreso total se enmarca dentro de un camino ascendente que es leve en un principio pero que aumenta luego con el correr del tiempo.

3) Los ingresos pasivos eran los únicos que podían “liberar” mi tiempo

La definición de ingresos pasivos dice que son aquellos que se generan sin necesidad de que haya que trabajar de manera activa. Esto no quiere decir que el dinero “caiga del cielo”. Tampoco significa que sean “ingresos parásitos”, que son aquellos en los cuales se obtiene dinero de la gente o de la economía sin generar valor aprovechando alguna falla del sistema.

Algunos ejemplos de Ingresos Pasivos son: Alquiler de casas, autos y prácticamente cualquier tipo de alquiler de un activo por el cual nos paguen, inversión en Bonos y demás instrumentos financieros, derechos de autor o royalties por invento o creación artística.

Al comenzar a generar los mismos descubrí que son los únicos liberadores de tiempo que existen, dado que no tengo que trabajar de manera activa para generar los ingresos y el dinero puede entrar en mi cuenta en cualquier momento: mientras duermo, mientras estoy haciendo deporte o mirando una película en el cine, por dar algunos ejemplos. Lo que sucede ahora es que hay un “divorcio” entre el tiempo y el dinero: cuando hablamos de ingresos activos, invierto tiempo y cobro, invierto tiempo y cobro; en una suerte de relación que está siempre ligada.

Cuando hablamos de ingresos pasivos, en cambio, invierto tiempo y cobro, cobro, cobro. El tiempo invertido de única vez alcanza para cobrar muchas veces.

4) Nací, vivo y casi con seguridad moriré en un mundo capitalista: debo dinero o me deben, no hay otra

Me llevó un tiempo entenderlo pero finalmente lo conseguí: en la economía capitalista, lo único que importa es quién le debe a quién. De un lado los acreedores, del otro los deudores.

Lo más fácil es situarse en este último lugar: desde las tarjetas de crédito en 12 cuotas hasta los préstamos a “sola firma”, recibimos estímulos diarios para que así sea.

Posicionarse del lado de los acreedores, por el contrario, es más trabajoso: se trata de posponer consumo presente para eventualmente disfrutar de mayor poder adquisitivo en un futuro que no sabemos bien cuando será. Pero además, hay que tener mucho cuidado al prestar el dinero.

El acreedor genera dinero con dinero. Acepta posponer su consumo porque sabe que si presta su dinero hoy, mañana tendrá su recompensa. El dinero utilizado para generar esta “alquimia” puede ser propio o no.

El mayor riesgo tiene que ver con prestar ese dinero en la economía informal, ya que este tipo de operaciones suele tener una garantía de baja calidad y un respaldo jurídico pobre o directamente inexistente para reclamar la deuda en caso de incumplimiento. Entonces, para disminuir el riesgo debemos remitirnos a vehículos regulados por organismos de control, como plazos fijos bancarios, cooperativas reguladas, bonos corporativos que cotizan en la bolsa, bonos del gobierno, Real Estate, cauciones bursátiles, cheques de pago diferido.

Conocer el funcionamiento de estos instrumentos y comenzar a utilizarlos significó la posibilidad de “saltar” de un lado a otro y colocarme en la columna de los acreedores.

Conclusión

Estas no fueron las únicas enseñanzas que fui adquiriendo: también aprendí que mientras más solidario era, mejor me iba: el dinero debe estar circulando, y cuando uno ayuda a los demás, algo mágico y misterioso sucede y ese dinero vuelve luego con creces.

Me di cuenta además que si no aprendía a mover el dinero iba a tener que aprender a “mover el esqueleto”: de los ejemplos vistos se desprende que mejor que trabajar por dinero es poner el dinero a trabajar para nosotros.

Por último, aprendí que las crisis financieras son un traspaso de dinero de la clase baja y media baja a la clase alta, dado que el miedo a perder el ingreso ante reducciones de personal y despidos provoca decisiones irracionales que terminan favoreciendo a los que más tienen.

Pero en el maravilloso y muchas veces complejo mundo del dinero quedan aún muchas cosas para aprender, y más aún con los avances tecnológicos que se viven día a día.

Estas son las enseñanzas que han resultado para mí a lo largo de la primera parte de mi vida, y me complacerá mucho seguir compartiendo con entusiasmo y dedicación todo lo nuevo que venga de aquí en más.


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