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El dinero es tiempo.

Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación.

Recuerda que el tiempo es dinero” dijo Benjamín Franklin (político, científico, inventor, escritor y empresario, considerado uno de los Padres Fundadores de los EE.UU.) en su obra “Consejos a un joven comerciante”, allá por el año 1748, y desde entonces aquella frase se ha repetido infinidad de veces con distintas connotaciones.

Benjamín expresó con ello su noción de que todo el tiempo que uno pudiera dedicar a generar dinero y trabajar era tiempo bien invertido, haciendo mención a un concepto muy utilizado en economía llamado “costo de oportunidad”, que es el costo que tiene para una persona dedicarse a algo en vez de ocuparse de otra cosa.

Pero en la columna de hoy nos dedicaremos a estudiar juntos la relación entre tiempo y dinero desde otro lugar distinto, pero sin vulnerar su sentido: si tiempo es igual a dinero, entonces dinero es igual a tiempo, porque estamos hablando de una igualdad (matemáticamente se podría llamar una identidad).

Dicho esto, si el tiempo es dinero, como dijo el pensador anglosajón hace casi 270 años, entonces el dinero es tiempo, lo cual nos habilita a trabajar en 3 vertientes distintas que veremos a continuación: tiempo e ingresos, tiempo y gasto y, finalmente, tiempo e inversiones.

Tiempo en el ingreso

“El 97% de las personas que renuncian demasiado pronto son empleados por el 3% que nunca se dieron por vencidos”
Anónimo

Vamos a simplificar el universo de la generación de ingresos en dos dimensiones: ingresos lineales e ingresos pasivos. Los primeros corresponden a la modalidad en la cual la mayoría de la humanidad se gana su sustento, esto es, el pago por hora trabajada.

El segundo tiene que ver con ingresos que entran en nuestra órbita de manera pasiva, teniendo que hacer poco o nada para ello.

Como partimos de la premisa de que el dinero es tiempo, entonces podríamos realizar un ejercicio de abstracción y pensar que, a fin de mes, en vez de pagarnos con dinero nos retribuyen nuestro trabajo con tiempo de vida, y a la vez ese tiempo de vida es comercializable. En In time, una película estrenada en el año 2011, se parte de esa tesis en un futuro en donde los millonarios son prácticamente inmortales porque acumulan tiempo en una suerte de reloj digital incrustado en su organismo.

Dado que ahora el dinero es tiempo, nuestro ingreso nos dice en cierta medida cuanto tiempo disponemos en la vida para hacer lo que nos gusta.

Hay una frase muy linda que aplica perfectamente a esta línea de razonamiento y dice: “Se produce riqueza cuando a pequeños esfuerzos, grandes resultados. Se produce pobreza cuando a grandes esfuerzos, pocos resultados”.

La mayoría de la gente que conozco que percibe ingresos de manera lineal se queja de la falta de tiempo y se siente underpaid (en español: mal pagado o subvaluado). En nuestro “nuevo mundo” donde el dinero es tiempo, hay pobreza porque los esfuerzos son muchos y los resultados magros.

Para poder generar ingresos pasivos, que son liberadores de tiempo por excelencia y por ende creadores de riqueza, hay que cumplir con alguno de estos dos requisitos: adelantar tiempo o adelantar dinero, que ahora sabemos que son equivalentes en términos de valor absoluto.

Si tengo dinero, puedo invertirlo y con ello generar ingresos (profundizaremos sobre esto más adelante). Pero si no tengo dinero, tendré que adelantar tiempo, lo cual quiere decir que tendré que encontrar aquello que me gusta hacer y aguantar la incertidumbre de no recibir una paga por ello durante un lapso que puede ser más o menos extenso, pero que de seguro pondrá a prueba mi capacidad de resistencia.

Resumiendo, estamos acostumbrados a esta ecuación: trabajo luego ingresos, trabajo luego ingresos, trabajo luego ingresos. Ahora que sabemos que dinero es tiempo, tenemos que cambiar el chip a esta nueva modalidad: trabajo, trabajo, trabajo y luego ingresos, ingresos, ingresos; trabajo y luego ingresos, ingresos ingresos; y finalmente ingresos, ingresos e ingresos sin trabajo.

Tiempo en el gasto

“La ansiedad es la mente yendo más rápido que la vida”
Anónimo

En lo referente al gasto, bajo la premisa de estudio estamos entregando tiempo (dinero) a cambio de bienes, servicios o experiencias.

Pero en ningún otro lado el vínculo entre tiempo y gasto se ve más nítido que en el comportamiento de los gastadores compulsivos: para ellos no existe un mañana, sino que la ansiedad es la que domina y por ello están siempre dispuestos a cambiar tiempo (dinero) por bienes que luego se dan cuenta que no necesitan.

Lo mismo sucede con los deudores crónicos y “reventadores de tarjetas de crédito”: sus gastos innecesarios y en “cómodas cuotas” los endeudan cada vez más, con lo cual el dinero se vuelve un recurso cada vez más escaso en sus vidas a medida que los intereses de la deuda se van acumulando como una bola de nieve.

Como resultado, deben trabajar cada vez más para poder pagar sus deudas y disponen cada vez de menos tiempo para hacer otras cosas que no sea trabajar. La relación es más que clara: mientras menos tiempo esté dispuesto a esperar para saciar mi deseo, menos dinero tendré en la vida.

Resumiendo: tenemos que cambiar el chip con respecto al espacio temporal que dedicamos a la materialización de nuestros deseos y establecer un “período de gracia” entre la aparición del mismo y su potencial concreción, sorteando la carrera de obstáculos que tendremos en el camino bajo la forma de ofertas y descuentos imperdibles e irrepetibles (que no son ni imperdibles ni irrepetibles en la práctica, porque si no nos tentamos, tendremos más dinero que ahora sabemos que es más tiempo para aprovechar futuras oportunidades).

Tiempo en la inversión

“¿Qué es un inversor de largo plazo? Un inversor de corto plazo que no pudo vender a tiempo”
Anónimo

Muy joven, con 23 años recién cumplidos, comencé a dictar cursos de capacitación para inversores en la Facultad de Ciencias Económicas y en una empresa de medios que también era una revista especializada en finanzas y se dedicaba con gran éxito a la formación financiera.

Nunca se aprende más que cuando se enseña, y esa experiencia temprana me dio las herramientas para entender cómo funciona la mente de los inversores y cuáles son los errores más comunes que cometen. Créase o no, los mismos están relacionados con el tiempo.

Sin entrar en complejidades, uno de los fundamentos más importantes a la hora de invertir en la Bolsa de Comercio es el Análisis Técnico, que se basa en el chartismo: un gráfico de ejes en donde se coloca el precio de la acción (eje vertical) y el tiempo transcurrido (eje horizontal). Los puntos que marcan los distintos precios que tuvo el activo a lo largo del tiempo estudiado son unidos por una línea que muestra la evolución, con sus correspondiente subas y bajas.

¿Me creen si les digo que muchas personas que ya estaban invirtiendo en el mercado miraban el gráfico y decían: “esto es muy fácil, había que comprar acá (señalaban un punto de precio bajo) y vender acá (señalaban un punto de precio alto”)?

Esa disociación temporal de creer que era fácil invertir antes viendo el resultado ahora (“todos somos Warren Buffet con el diario del Lunes”, dicen los inversores más experimentados) no es la única que sufren los inversores: la imposibilidad de poder distinguir entre el corto, mediano y largo plazo es uno de los causantes de pérdidas millonarias en la mayoría de las inversiones.

No libre de cierta carga subjetiva, podemos determinar que el corto plazo de una inversión va de minutos a semanas, mientras que el mediano plazo podría situarse de un mes a dos años. Toda inversión de plazo superior a 2 años puede ser considerada de largo plazo.

Definir el horizonte temporal para cualquier tipo de inversión (no solamente bursátil) y luego respetarla a rajatabla es un aspecto fundamental para tener éxito en la generación de ingresos pasivos o ganancias de capital extraordinarias (que no son la misma cosa).

Resumiendo: la ansiedad, el miedo o la codicia son los peores enemigos contra el tiempo (es decir, contra el dinero) y el causante de la mayoría de las pérdidas en las inversiones, al planificar un horizonte temporal y luego incumplirlo ya sea por temor a perder o por ambición de ganar más de lo pretendido en un primer momento.

Entrar en una inversión sin tener pensado de antemano el tiempo de salida (o pensarlo pero luego no cumplirlo) aumenta enormemente las chances de que las cosas salgan mal.

Conclusión

No sería justo recurrir a los padres de la filosofía y el pensamiento para discutir acerca de si el dinero es tiempo o no: bajo la economía capitalista, hoy y ahora, esta verdad encierra una crudeza insoslayable.

Los esclavos de antaño no tenían libertad, por lo que el tiempo no les pertenecía a ellos sino a sus amos. Hoy en día existen otros tipos de esclavitud moderna, que es creada por el miedo a adelantar nuestro tiempo en pos de conseguir más ingresos, la ansiedad en el gasto que nos lleva a la deuda o la falta de disciplina en las inversiones que produce las pérdidas.

El resultante es la pérdida de dinero y la consecuente pérdida de tiempo que ahora debemos emplear para recuperarlo.

El dinero es tiempo, y mientras más nos ocupemos del asunto, más excedente temporal tendremos para dedicarlo a las cosas que realmente nos importan en la vida.


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