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Inflación ventajera, inflación cautiva

Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación

En la Argentina, la lucha contra la inflación se da en dos planos diferentes: por un lado, está el gobierno de turno, que apela a sus herramientas para intentar detener la suba constante de precios; por el otro, aparecen los ciudadanos, que deben ingeniárselas para que la batalla que pierden las autoridades les afecte lo menos posible. Son como los soldados en una guerra. Algunos quedan en el camino, otros sobreviven y se fortalecen de cara a los siguientes enfrentamientos.

Lo que anticipaban como un triunfo que se conseguiría con medidas puntuales resultó un gran fracaso: mientras el gobierno anterior promedió un 26% de inflación anual durante sus mandatos, el actual casi duplicó esa cifra y, se presume, llegará a fin de año con una suba acumulada de precios del 200% promedio.

Como ciudadanos, no hay mucho que podamos hacer en el nivel general: evidentemente nuestros dirigentes no tienen claro cómo frenar la escalada. Por lo tanto, es en el plano personal donde debemos actuar: nuestras pequeñas decisiones financieras tienen un alto impacto en la economía del hogar. La inflación, está dicho, no es igual para todos. Existen determinadas acciones para amortiguar el impacto.

Antes de emprender la gesta es importante detallar tres tipos de inflación existentes y las acciones que el ciudadano en sus distintos roles puede llevar adelante:

1) Inflación cautiva o semicautiva

Llamo inflación cautiva al aumento desproporcionado de los precios de bienes y servicios que consideramos vitales, como los servicios públicos, la educación, la cobertura médica y los combustibles.

Es cautiva porque existe poca o nula competencia. Estamos hablando de monopolios (un solo proveedor que fija precio) u oligopolios donde abundan los cárteles (pocos proveedores que se ponen de acuerdo para aumentar sin razón los precios).

Lamentablemente, si el Estado no controla con rigor estas actividades, no es mucho lo que se puede hacer frente al fenómeno empobrecedor de la inflación cautiva: la única conducta posible pasa por reducir el consumo al mínimo indispensable o directamente eliminarlo, siempre que no afecte en lo esencial nuestra vida.

Es semicautiva cuando podemos elegir otro proveedor del servicio, aunque muchas veces esta acción puede implicar costos que van más allá de lo económico, como problemas de adaptación de nuestros hijos en un cambio repentino de colegio, dificultades para manejarnos en un barrio donde el alquiler de un departamento resulta más barato, etc.

Cierto es que, como vivimos en Argentina, conocer la viveza de los proveedores nos puede beneficiar: quién no llamó alguna vez a la empresa de cable para amenazar con cambiarse de compañía si no se le realizaba un descuento en la tarifa. Son reclamos algo incómodos, pero muchas veces efectivos. Responden al famoso principio “el que no llora no mama”.

2) Inflación ventajera

Se da cuando empresas, comercios y profesionales se aprovechan del contexto inflacionario para aumentar sus precios o presupuestos de manera desproporcionada, mejorando notablemente sus márgenes de rentabilidad (obtienen mucha más de ganancia que antes de aumentar) a costa del consumidor.

Estos agentes económicos son plenamente conscientes de que estamos en una época de ajuste, pero no se resignan y quieren trasladar los costos más altos a sus clientes, a veces incluso exagerándolos por si más adelante todo vuelve a aumentar.

Actualmente no resulta difícil combatir esta inflación. La tecnología es un aliado que al instante nos brinda un benchmark o punto de referencia. Mediante distintas aplicaciones en nuestro celular podemos rápidamente averiguar precios de bienes y servicios cuyos valores consideramos excesivos. Ejemplos de lo dicho serían: Precios en surtidor, que permite comparar precios ente distintas estaciones de servicio; Comprando Precios claros, donde se brindan valores actuales de góndolas en supermercados; Baratómetro, para electrodomésticos; y la clásica MercadoLibre, que sirve de referencia para la mayoría de los bienes de la economía local.

Otra forma de ahorro para casos puntuales pasa por cambiar el proveedor del servicio de uno tradicional a otro de la nueva economía digital. El nuevo banco digital Wilobank, que ofrece apertura de cuenta bancaria y mantenimiento sin costo con tarjetas de crédito y débito, es un ejemplo claro en un sector donde los costos para los usuarios tienden a subir por encima incluso de la inflación.

3) Inflación sensible

Llegamos a la inflación más “justa”: la que tiene en cuenta no solo el aumento del nivel de precios sino también la variación del poder adquisitivo de la población y el momento de implementación de las actualizaciones salariales.

Los primeros dos meses del año son quizá los más difíciles para el asalariado porque posee ingresos del año anterior y, hasta que finalicen las paritarias, debe hacer frente a precios del nuevo año. En enero y febrero de 2019, vemos que el aumento del costo de vida superaría el 6%, lo que implica un golpe directo a nuestros bolsillos desactualizados.

Para colmo, se trata de salarios que vienen corriendo de atrás a los precios: el año pasado tuvimos una inflación del 47,6% (que fue superior incluso para las personas con menores recursos), mientras que los haberes se incrementaron en promedio apenas 31,6%. En consecuencia, la pérdida de poder adquisitivo de 2018 rondó en promedio el 16%.

Teniendo en cuenta esto, como ciudadanos debemos intentar modificar algunos de nuestros consumos y volcarnos a productos similares a los que usualmente consumimos pero que hayan aumentado en porcentajes similares a nuestros ingresos o cuyos valores se acerquen más a los que pagábamos por los productos que comprábamos a principios de 2018. Ejemplo de la primera estrategia puede ser el reemplazo de un alimento por otro de similares características (frutas, verduras, etc.) y ejemplo de lo segundo puede ser el cambio de una marca por otra de calidad similar, aunque con menos publicidad en el mercado.

Las empresas, los comercios y los profesionales podrían tomar conciencia del impacto al bolsillo de sus clientes y ralentizar la suba de precios para acercarla a valores semejantes al alza de salarios, de modo de aplicar una inflación sensible antes que ventajera.

Conclusión

Las autoridades dicen que la inflación será menor este año. Sin embargo, los datos de principios de 2019 ya superan las proyecciones y aún no contemplan los fuertes aumentos de tarifas anunciados, que para muchos se acercan más a los dos primeros tipos de inflación antes que a la sensible. De hecho, no abundan los optimistas y nuevamente crece el interés por el dólar, más allá de las medidas de contención planteadas por el Banco Central.

La inflación no va a desaparecer mientras existan la inflación cautiva y la ventajera. El problema es cultural y estructural. Mientras las autoridades intentan solucionarlo, está en nosotros morigerar el impacto. La ayuda desde arriba tal vez demore mucho en llegar


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