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"No existe almuerzo gratis en Wall Street"

Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación

La frase que encabeza esta columna es popular entre los inversores y operadores de la Bolsa de Nueva York. Sostiene que es imposible obtener algo sin dar nada a cambio en el mundo del dinero y los servicios financieros.

Por más que muchos se ilusionen con inversiones que se ofrecen como oportunidades únicas e irrepetibles, los mercados de capitales no se caracterizan por hacer beneficencia y lo que más abunda son las promociones demasiado buenas para ser ciertas.

Vamos con los ejemplos:

1) Sin comisiones en compraventa de acciones

“¡Qué bueno! ¡Conseguí un agente de Bolsa que no me cobra comisiones!”

Como veremos a continuación, está equivocado quien sostenga esto. A fines del año pasado analizábamos el caso de Robinhood, una exitosa fintech de compra/venta de acciones fundada en 2013 en Palo Alto, California (EE.UU.), por Vladimir Tenev y Baiju Bhatt. La firma ostenta hoy un valor de mercado de entre 7.000 y 10.000 millones de dólares.

Una de las razones de su éxito es que ofrece a sus clientes operar de manera gratuita en el mercado de acciones estadounidense. Se trata de un “gancho” publicitario que llevó incluso a TD Ameritrade, el broker online más grande del mundo, a seguir sus pasos y dejar de cobrar cargos desde este mes por la operatoria de acciones, ETFs y opciones.

Ahora bien, sabemos que no existe el almuerzo gratis en Wall Street. Entonces, ¿quién termina pagando el plato? La respuesta es el inversor, aunque lo hace de manera indirecta, gracias a un sistema conocido en el mundo del trading financiero como payment for order flow (POF, una suerte de pago por orden activa).

El POF funciona de la siguiente manera: en vez de procesar la orden de compra o venta del cliente en el mercado tradicional, el broker la redirige hacia un exchange o market maker (los “hacedores de mercados” son firmas que reciben una compensación económica por facilitar la operación de un determinado activo al incrementar el volumen de las puntas compradoras y vendedoras) al que le paga un centavo de dólar por cada acción operada.

De esa manera, si bien el pago que recibe Robinhood no proviene de manera directa del cliente sino de un determinado exchange o market maker, el precio al que se pacta la operación suele ser menos competitivo que el de otros mercados que no operan con POF, con lo cual el inversor termina comprando activos a un precio superior o vendiéndolos a un precio inferior de lo que correspondería.

Por otra parte, el POF tiene un delay (retraso) respecto de las órdenes tradicionales. De todos modos, se trata de apenas unos segundos y puede pasar desapercibido ante los ojos del inversor, quien igualmente debe saber que la operatoria no es tan ideal como se la promociona.

En este punto, bien vale un dato de color: el precursor de la modalidad POF fue Bernard Madoff, aquel expresidente del Nasdaq que orquestó unas de las mayores estafas de la historia financiera.

2) 12 cuotas sin interés en la Argentina

“¡Acabo de comprarme un celular en 12 cuotas sin interés! ¡Con la inflación que hay, me ahorro como la mitad!”

Quién no ha escuchado esta frase en boca de otros o incluso de la propia. El sentido común nos lleva a pensar que las promociones de las empresas telefónicas y las entidades financieras emisoras de tarjetas de crédito vinieron a facilitarnos la vida, pero lo cierto es que ni las primeras ni los bancos pagan el almuerzo en este caso. Adivinaste: lo paga el cliente.

Es una práctica habitual cargarle el interés directamente al precio total del producto, de manera que el cliente no perciba que está abonando un extra por diferir los pagos en cómodas cuotas. En verdad ese adicional está embebido en el precio del celular o de cualquier otro producto que se adquiera.

Desenmascarar esto es fácil: basta con comparar el costo total del producto financiado con su equivalente cuando se lo paga todo en efectivo y en el momento en otros locales. La comparación dentro del mismo local no suele servir: el precio con pago al contado puede ser idéntico ya que el comerciante apuesta a vender en cuotas y así darle sentido a la palabra “promoción”, evitando que algunos clientes se den cuenta del engaño.

Como se puede apreciar, creer que un tercero asumirá el riesgo inflacionario en nuestro país reviste una alta dosis de ingenuidad que puede resultar muy cara.

3) Llamadas gratis desde WhatsApp

“Ya no llamo más por el teléfono de línea. ¡Hablar por WhatsApp es gratis!”

Google, Facebook, Instagram, Twitter y WhatsApp son similares en cuanto a su modelo de negocios: ofrecen sus servicios (buscador, red social, comunicación, noticias) gratis y ganan así millones de suscriptores alrededor del mundo.

Pero, como muchos saben, su verdadero negocio pasa por recolectar big data (grandes volúmenes de datos) sobre los intereses, comportamientos y gustos de sus usuarios, a fin de vendérselos a millones de empresas y emprendedores que pagarán mucho dinero a cambio de publicidad orientada a usuarios vistos como potenciales clientes. La recolección y el uso de esa información suelen resultar invasivos para las personas espiadas por estas empresas.

Primer ejemplo: en una charla por WhatsApp le comentás a un amigo sobre cuánto deseás despejarte e irte de vacaciones a una buena playa. Al día siguiente, abrís Instagram y entre historia e historia te ves bombardeado con publicidades de pasajes aéreos, hoteles y paquetes completos para ciudades turísticas de Brasil.

¿Qué pasó? ¿Alguien escuchó tu conversación? Sería materialmente imposible para estas empresas escuchar las conversaciones de los clientes, pero es muy probable que mediante algoritmos y software basado en la Inteligencia Artificial, al escuchar la palabra “playa” en una conversación, automáticamente un sistema te coloque en una lista de potenciales compradores de paquetes turísticos y te invada con avisos que podrían llegar a interesarte.

Segundo ejemplo: este es un poco más siniestro, pero real. Un conocido se enteró de la triste noticia de que un familiar fue diagnosticado con tuberculosis y comenzó a buscar en Google información sobre la enfermedad, consejos sobre tratamiento y asesoramiento a los familiares de las personas que la padecen. Dos días después, mirando un video en Youtube le apareció una publicidad de sepelios y al rato otra de un cementerio privado por su zona. Ninguno de estos servicios le habían sido ofrecidos antes.

Queda claro que aquellas herramientas que Google, Facebook y compañías nos venden como gratuitas no son otra cosa que un avance sobre nuestra privacidad.

Conclusión

“Cuando la limosna es grande hasta el santo desconfía”

No existe almuerzo gratis en Wall Street ni prácticamente en ninguna transacción comercial. Si te sentás a una mesa de póker y no sabés quién va “de punto”, lo más probable es que seas vos.

En todo servicio que contratemos o recibamos (a menos que esté subsidiado por el Estado, una ONG, una entidad benéfica o se trate de un emprendimiento solidario e inclusivo) existe un costo que puede ser explícito u oculto, pero que está ahí acechando.

Desconfiar, analizar y entender la naturaleza de estos costos embebidos nos ubicará en un mejor lugar para compararlos con productos o servicios similares ofrecidos por otras empresas o comercios. Pecar de ingenuos y hacer de cuenta que nos están regalando el almuerzo resultará, financieramente hablando, más caro de lo que imaginamos.

¿Vos sufriste alguna vez este tipo de “ventas creativas”? Me gustaría ver en los comentarios más ejemplos de estos costos ocultos para analizarlos en futuras columnas. ¡Te estoy leyendo!


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