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Préstamos personales: cómo evitar un accidente financiero

Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación

Que la Argentina es un país obsesionado con los vaivenes financieros poca duda cabe. Vivimos mirando el precio del dólar, el riesgo país, la inflación, las reservas del Banco Central y otras variables de la economía.

El problema es que obsesión no necesariamente significa conocimiento. El actual escenario marcado por una agobiante pérdida de poder adquisitivo y un aumento del desempleo se convierte en el caldo de cultivo ideal para que la terminemos pifiando feo en el manejo del dinero y cometamos una locura financiera que puede costarnos demasiado.

Días atrás me llegó un correo cuyo contenido voy a transcribir a continuación preservando el nombre de la persona que lo envió. El caso resulta muy útil como ejemplo de lo que estamos hablando:

“Hola Nico, soy una seguidora de tu blog y de tus cursos desde hace tiempo. Aunque no pongo en práctica lo que con tanto entusiasmo leo. Me animó a escribirte el hecho de haber cometido un error que es – ahora lo veo bien- grave financieramente hablando. Necesitaba una cantidad de dinero pequeña para no quedar fuera de la fecha del pago mínimo de tarjeta de crédito y me enganché en una de las publicidades que me llegaron por mail, ofreciendo un préstamo en el acto, depositándolo en mi cuenta y debitando cada cuota de la misma cuenta una vez al mes. Solicité $6000 a pagar en 3 cuotas de $3500 cada una. Primera cuota 3/10, segunda 3/11 y tercera 3/12. Hasta acá, aceptable. El tema es que empecé a recibir débitos de $700, $1225, $1575 y al averiguar de qué se trata, escribo mails y no me contestan. Trato de contactar por teléfono y te dicen que llame en otro momento, que los asesores no pueden atender. Leo el contrato, que debí leer atentamente antes, y dice que cada vez que uses su plataforma web te van a cobrar $99, que tienen registrados tus datos de IP, etc. En fin. ¡Qué metida de pata me mandé! A la fecha intentan debitar $3500 aparte de los $2870 que debitaron antes del día 3/10. No me lo puedo creer. Ahora supongo que lo que sigue es tratar de cancelar el total de este préstamo para que, según el contrato, ya no me cobren el uso de la Plataforma (que no uso). Que sirva esto para prevenir a tantos que por situaciones angustiantes o desesperadas puedan caer en estas trampas de estafa disfrazadas de solución inmediata”.

Situaciones similares deben estar pasando muchas personas que tienen la soga financiera al cuello y buscan con desesperación una solución inmediata, equivocando el camino y cayendo en las peores manos. A continuación, analizaremos lo ocurrido para que su experiencia no se repita.

Cadena de errores y accidentes financieros

Una equivocación muy común es creer que un accidente aéreo se produce por un solo error, cuando en realidad todo siniestro de ese tipo es el resultado de una cadena de errores humanos y técnicos que desembocan en tragedia. Puede pensarse, por ejemplo, que desde el primer error en el funcionamiento del sistema (hoja de ruta, combustible, autorizaciones, chequeos técnicos, etc.) hasta el último hay cinco eslabones y que el quinto deriva en el accidente.

Es relativamente fácil que el primero ocurra. Pueden incluso tener lugar el segundo y el tercero, pero alguien en algún momento rompe esa cadena e impide que se pase al cuarto, quedando el quinto como una posibilidad tan lejana que lo hace ver como imposible, cuando bien sabemos que un accidente aéreo no es imposible sino altamente improbable.

¿Cómo se consigue evitar la tragedia? Gracias a los SOPs (Standard Operating Procedures), que son estándares diseñados para romper eslabones de una posible cadena de errores.

Podemos hacer una analogía con los errores financieros que desembocan en un accidente como el mencionado más arriba, donde una persona es estafada por una empresa que, amparándose en un contrato firmado, termina debitándole dinero de su cuenta todos los meses de manera totalmente desproporcionada en relación con el servicio que ofrece.

En el testimonio citado vemos cómo la víctima habla de la necesidad de pedir dinero para cumplir el pago mínimo de la tarjeta de crédito. En consecuencia, admite un primer error que no reconoce como tal: el mal control de los gastos, que lleva a no poder cumplir con el pago total del resumen de la tarjeta de crédito y a tener que recurrir a la opción del pago mínimo, lo que equivale a pedir un préstamo al emisor del plástico por casi la totalidad de lo gastado a tasas de tres dígitos (en estos momentos superiores al 180% anual).

El segundo error consiste en no contar al momento del vencimiento del resumen de la tarjeta con el dinero necesario para hacer frente a ese pago mínimo, cuando de antemano sabemos que ascenderá al 4 o 5% del total de lo gastado.

El tercer error es producto de la desesperación. Hablamos de buscar (generalmente vía Internet) una empresa financiera que prometa acreditarnos dinero de inmediato en nuestra cuenta.

El cuarto error es no calcular de manera correcta la tasa a pagar. Según palabras de nuestra lectora, solicitó 6000 pesos a pagar en 3 cuotas mensuales de $ 3500, lo que da un total de $ 10.500. Esto es un 75% de interés en apenas 3 meses, comenzando a pagar ya en el primero. Es alrededor de un 300% anual. Como se ve, de “aceptable” el acuerdo no tenía nada.

El quinto y último error que desemboca en este siniestro financiero consiste en autorizar débitos automáticos de nuestra cuenta bancaria a una empresa financiera sin haber leído la letra chica del contrato ni investigado antes sus antecedentes. En la web abundan las denuncias contra este tipo de firmas. No son muy difíciles de encontrar.

En su caso, la búsqueda de soluciones a un problema financiero mal abordado no hace más que agravar la situación. Nuestra amiga pasó de un desequilibrio a ser víctima de una estafa que la condujo a una mayor pérdida de tiempo y dinero para enmendar la situación.

Conclusión y consejos finales

Existen algunas medidas que se pueden tomar para prevenir este tipo de estafas como ser: desconfiar de las condiciones extremadamente favorables, detectar faltas de ortografía en los mails recibidos, que te apuren o presionen para tomar una decisión bajo amenaza de “perder la oportunidad”, recibir una solicitud de dinero por adelantado o una mala reputación en la web de la empresa prestamista.

Lamentablemente, siempre habrá aves de rapiña buscando aprovecharse de la falta de cultura financiera de la población, pero esta situación se agrava en contextos de alto estrés económico como el actual (hace algunos meses analizamos en la misma línea el caso de aquellas personas perjudicadas con los poco transparentes planes de autoahorro).

Ampliar tus conocimientos en finanzas personales, desconfiar de las soluciones mágicas y, sobre todo, mantenerte alerta para cortar una cadena de errores lo antes posible puede salvarte. Las trampas están a la vuelta de la esquina. No equivoques el camino.


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