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Seis modelos de paternidad y finanzas en tiempos de dinero electrónico.

Especial Diario La Nación.

Como consecuencia de un nuevo paradigma social en el que casi todo se paga de forma electrónica, los chicos de la generación Z crecen lejos del dinero en efectivo. Incluso, algunos llegan hasta casi la secundaria sin necesidad real de manejar dinero, porque son los padres los que se encargan de los pagos y, así, ellos crecen sin aprender a administrar su dinero. ¿Cómo son los padres de la generación Z a la hora de darles plata a sus hijos? LA NACION consultó a distintos especialistas y así surgió una categorización que permite identificarse con los diversos modelos de paternidad y finanzas. ¿Cocodrilo, inversor o cajero automático? ¿En qué estilo se ve reflejado cada uno?

Antes de que Sofía Aristóbulo, de 12 años, se subiera al auto de la familia de su mejor amiga para irse con ellos a Punta del Este, Ana, su madre, ya le había dado pesos uruguayos para que tuviera para los gastos durante esos diez días. Estaba nerviosa porque hasta ahora, más allá de la plata para el quiosco del colegio, Sofía no manejaba efectivo. Hace una semana su hija volvió del viaje y Ana se enteró de un detalle: al tercer día, Sofía se había gastado toda la plata.

“Creo que nos dejamos estar con enseñarle a cómo manejar el dinero, porque somos nosotros los que siempre pagamos sus gastos. Y esta vez se descontroló. Fue un aprendizaje como familia”, dice Ana, que trabaja como docente de Literatura en un colegio de Olivos.

“Postergar demasiado el manejo de dinero es un error. La educación financiera se aprende en la casa. A partir de que los chicos saben sumar, a los seis años, deberían empezar a manejar cantidades reducidas de dinero en forma semanal. Es una manera de enseñarles a, por un lado, administrar su dinero de modo que les alcance todo ese tiempo y, por otro, a ahorrar y que descubran la gratificación tardía”, explica el experto en finanzas personales Nicolás Litvinoff, director de EsTuDinero.org.

Livia Favale, de 45 años, es la madre de Oriana, de 11. Ella no recibe una mensualidad, sino que el dinero que maneja proviene de los abuelos, tíos y regalos de cumpleaños. “Pero desde que Ori tiene billetera propia, tratamos de enseñarle. Por ejemplo, como los juguetes los elige ella, nosotros casi no compramos. Y, ahora, ella quiere comprarse unas zapatillas que son bastante caras, porque le encantan la ropa y la moda, entonces le propusimos que ahorrara para comprarlas. Y lo está haciendo”, cuenta Livia.

“El problema es que la inflación mató al chanchito y el concepto de ahorro con el que crecimos. Por eso es frecuente que los padres les transmitamos la sensación de que el dinero no vale nada y de que el dinero chico quema. Hay que gastarlo antes de que pierda valor. Un ejemplo muy claro es lo que pasa ahora con los billetes de 5 pesos. Nadie los quiere y todos se los dan a los chicos con la consigna de que los gasten pronto”, dice el economista del CEMA Martín Krause, padre de cinco hijos y autor del libro La economía explicada a mis hijos.

Aunque cada vez son menos los padres que les dan a sus chicos una mesada o mensualidad por la pérdida de valor del dinero en efectivo, todavía son pocos los que han bancarizado y digitalizado el dinero de los hijos. En 2016, el Banco Central autorizó a los bancos a abrir cuentas sin costo de mantenimiento para adolescentes desde los 13 años, cuya titularidad estaría a nombre de los padres. En mayo del año pasado la medida fue más allá: se autorizó a que los chicos mismos puedan abrir cuentas, a partir de los 12 años, sin necesidad de contar con el permiso de los padres. Podrán manejar montos máximos de unos 12.500 pesos, en ese momento el equivalente a un salario mínimo. Hoy, más de 20 bancos en el país ofrecen ese servicio, pero reconocen que fueron pocas las cuentas que se abrieron.

Más adeptos tuvieron propuestas como Ualá, la tarjeta prepaga de MasterCard, que se puede sacar desde los 13 años. Muchos padres la usan para acreditarles semanalmente dinero para sus gastos, pero sin acceso ilimitado. Además, como funciona con una aplicación, ellos y sus padres pueden llevar un control online de gastos y visualizar en una torta los porcentajes de los rubros a los que pertenecen. Desde que empezó a funcionar, hace dos años, ya se abrieron más de un millón y medio de cuentas, pero no todas pertenecen a adolescentes.

1) Cajero Automático

Son padres que les dan el dinero a demanda o cada día. Por lo general, ellos mismos no son muy organizados con sus finanzas y no saben en qué se les va el dinero. En ocasiones, como notan que sus hijos gastan toda la plata de la semana en un solo día, lo resuelven con entregas diarias. En la adolescencia, les dan extensiones de las tarjetas sin limitar los gastos.

Es el caso de los padres de Santiago Núñez, de 10 años. Desde hace un año, su madre le empezó a dar dinero para esos días que se pasa la tarde en el club. Unos 100 diarios para comer algo. “Le di 500 pesos un lunes, igual que como hago con la hermana. Pero al día siguiente no tenía más. Había invitado a todos los amigos. Y decidí darle por día”, dice María, su madre.

Al respecto, Eva Rottenberg, directora de la Escuela para Padres, aconseja: “Hay que enseñar a administrar. Pero el chico que va con mucha plata al colegio muchas veces termina comprándoles a todos los amigos para comprar aceptación. Y a la larga termina convirtiéndose muchas veces en víctima de bullying”.

 2) Cocodrilo

“No necesitás dinero hasta la secundaria”, suelen repetir estos padres. Sus hijos solo manejan el dinero que trae el ratón Pérez o que les dan los abuelos y tíos en fechas especiales. Los padres asumen todos los gastos en los quioscos, las jugueterías y los consumos digitales de los chicos. No abren la billetera con facilidad, pero tampoco tienen claro en qué momento darles dinero para que lo manejen ellos.

Tadeo Fernández tiene 11 años y la madre se encoge de hombros cuando le preguntan si él recibe dinero por semana. “No lo necesita, nosotros pagamos sus gastos”, dice. Desde hace un tiempo, él empezó a pedir plata para los cumpleaños y Navidad. Pero no lo gasta. Un año que la madre le dio 500 pesos, la miró decepcionada: “Yo quería dólares”, le dijo.

Para el economista Nicolás Litvinoff es un error no enseñarles desde pequeños a manejar su dinero. “Los chicos que aprenden la gratificación tardía, que es la base de por qué ahorrar, son los que más eficientes son de grandes para manejar sus finanzas”, afirma.

3) Billetera culposa

Son aquellos que no los dejan gastar sus ahorros porque se sienten culpables o sienten que es su responsabilidad pagar todo. Además, suelen establecer un sistema de premios y castigos para sus hijos por ordenar su cuarto, traer buenas notas o portarse bien.

Así le pasa a Felisa Méndez, de 10 años. Su billetera tiene ahorros desde que se le empezaron a caer los dientes. No recibe una mensualidad, pero tampoco gasta. Como no compró dólares, lo que trajo el ratón Pérez vale tres veces menos. Hace unos días, en la playa quiso hacerse una trenza. La madre la acompañó y pagó ella. “Me da culpa que gaste su plata si estoy yo ahí”, dice.

El economista Martín Krause, autor del libro Economía explicada a mis hijos, explica que en el mundo adulto el dinero es el premio por hacer las cosas bien, pero advierte que con los chicos sucede distinto.

4) Inversor

Están interesados en que sus hijos aprendan el manejo del dinero desde chicos. Les proponen que compren dólares, que ahorren, que posterguen el deseo, para obtener así mayores beneficios. Les enseñan a separar para ahorro al menos un 20% de lo que reciben. Y les explican estrategias de inversión, no solo para que el dinero no pierda valor, sino para obtener ganancias.

Por ejemplo, a Ramón Ponce, de 14 años, desde chico su madre le entregaba un monto semanal. Y cuando Ramón se mostró preocupado por la devaluación de sus ahorros, el abuelo le propuso ser su banco. “Podés comprar dólares o podés prestarle a tu mamá cuando necesita efectivo. Y le cobrás un 1% por cada día que demore en devolverte. O me prestás hasta fin de mes y yo lo devuelvo y te doy un 30% más”, le dijo. Así aprendió. Su hermana, de 12 años, prefiere usar sus ahorros para comprar aritos y pulseras, que les vende a sus amigas.

“Los padres pueden ser el banco y enseñarles el concepto de plazo fijo. Los chicos que aprenden a no gastar todo y a invertir son los que tienen más solvencia económica y capacidad de invertir en la vida adulta”, dice Litvinoff

5) Billete de $5

Sus hijos son dueños de las monedas y los billetes chicos que dan vueltas por la casa. La inflación generó un mensaje equívoco en sus hijos. Ahorrar no tiene sentido. Por ejemplo, los chicos son los destinatarios de los billetes de 5 pesos, que nadie quiere. El mensaje no deseado termina siendo que la plata quema y que hay que gastarla antes de que pierda valor.

Le pasa a Patricio Fines, de 8 años, que es el destinatario de todos los billetes de $5 que circulan por su casa. Encontró esa estrategia para incrementar sus ingresos ya que en su familia nadie los quería. Así, a expensas de tíos, abuelos y padres, reunió unos 500 pesos. Luego los usó para pagarle a su padre unas monedas que compró en un jueguito online. El papá no quiso los billetes y terminaron convertidos en un kilo de helado, para disgusto del heladero.

“La inflación de nuestro país rompió la noción de ahorro. Y es difícil explicarle a la nueva generación el concepto del chanchito. Pero el peligro es hacerle ver que la plata no vale, que la plata chica quema y hay que gastarla pronto”, dice el economista Martín Krause.

6) Control de gastos

Son quienes les asignan una suma de dinero por semana y cuando son más grandes, y ya aprendieron a administrar, les dan por mes. Puede ser dinero en efectivo o tarjetas prepagas, que permiten limitar los gastos. Les dan un monto que tiene relación con el nivel de gasto del chico y lo ayudan a organizarse para que administre ese dinero en un cierto período. Si se lo gasta, tiene que esperar hasta volver a recibir dinero.

Cuando Ramiro Polis cumplió 7 años, el padre empezó a darle plata por semana. Cada vez que salían del colegio, el chico pedía pasar por el quiosco. Darle dinero para ese fin le pareció la mejor forma de regular ese impulso. Cuando era su plata, Ramiro ya no quería tantas cosas. Además, aprendió a regularse para tener hasta el viernes. Hoy, a los 11, ya administra la plata que le dan por mes y separa para ahorrar.

“El quiosco es el primer espacio de autonomía tutelada que tienen los chicos. Y en compañía de los padres pueden empezar a hacer una compra inteligente. Pero es importante que sientan esos espacios de libertad y decisión personal, porque los ayuda a crecer”, dice Rottenberg.


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