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La regla de oro de tus finanzas

Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación.

Cuando te levantás a la mañana, ¿qué es lo primero que hacés? ¿Mirás las redes sociales y repasás las noticias con tu celular? ¿Te das una ducha? ¿Te lavás los dientes antes o después de desayunar? ¿A qué hora salís para el trabajo? ¿Tomás siempre el mismo camino? ¿Almorzás en la oficina o comés afuera? ¿Pasta o carne? Cuando llegas del trabajo, ¿te ponés ropa deportiva y salís a correr o te tirás en el sillón a ver televisión?

Toda nuestra vida está definida por una enorme cantidad de decisiones que se transforman en hábitos, de los cuales no somos en general conscientes. Aunque tendemos a creer que las decisiones las tomamos luego de evaluar rápida o lentamente distintas alternativas, esto no es así. Son los hábitos. Nos lo enseña este paper publicado por la Duke University de Estados Unidos en 2006:más del 40% de las acciones de una persona promedio responde a hábitos antes que a decisiones conscientes.

Hoy analizaremos qué son los hábitos y cómo funcionan, siempre a la luz de los últimos descubrimientos anunciados en el campo de la neurociencia. Luego, veremos qué papel cumplen los hábitos en nuestra relación con el dinero y expondremos la denominada Golden Rule (Regla de Oro), con el objetivo de transformar los hábitos nocivos en saludables para mejorar nuestras vidas.

Qué son los hábitos y cómo funcionan

En notas anteriores, hemos establecido la diferencia entre rutina y hábitos. También, hemos presentado hábitos nocivos y saludables para las finanzas personales. Es momento ahora de profundizar el conocimiento sabiendo que podemos modificar los hábitos siempre y cuando sepamos cómo funcionan.

Los hábitos esconden decisiones que tomamos de manera deliberada en algún momento, pero que luego abandonamos a la costumbre. Dejamos de poner atención en las razones detrás de esa conducta y simplemente la repetimos.

En algún momento, decidimos qué camino tomar con el auto para volver del trabajo. Luego, automatizamos el comportamiento y el camino deja de ser una opción para convertirse en una suerte de autoimposición no deliberada.

Nuestro cerebro automatiza las distintas secuencias de acciones que ponemos en práctica periódicamente. Lo hace con el fin de ahorrar energía. El beneficio es enorme: nos permite dejar de pensar en comportamientos básicos y cotidianos para concentrarnos en cuestiones que consideramos más importantes, como puede ser un nuevo desafío (aprender un idioma, presentar un informe en el trabajo, etc).

Sería agotador elegir todos los días un camino distinto para volver del trabajo a casa. No podemos mantener alerta al cerebro sobre cuestiones, en principio, menores. El gasto de energía podría ser enorme.

En su libro The power of habit, Charles Duhigg detalla cómo emergen los hábitos y cómo pueden ser modificados. Básicamente, el proceso consta de tres momentos: señal, rutina y recompensa.

El origen de todo hábito es una señal o disparador que da inicio a la automatización de la conducta. Allí aparece la rutina, que espera su recompensa por concretar la acción cuantas veces sea necesario.

Señales y recompensas pueden ser muy distintas según cada persona y su estructura mental y psicológica. Supongamos que una persona asegura que, a pesar de sentirse poseedora de un ingreso que le posibilita ahorrar todos los meses, no puede hacerlo y eso la frustra. Interrogada acerca de qué hace apenas percibe su salario, responde que suele comprarse ropa y comer en su parrilla preferida.

En este caso, el disparador (señal) se detecta con facilidad: el cobro del salario. Esta persona responde con una rutina nociva que consiste en gastar parte del dinero en indumentaria que seguramente no necesita. También hay una recompensa: el asado que tanto le gusta.

Lo lógico sería recomendarle que deje de comprar ropa por un tiempo o que coloque el sueldo en instrumentos financieros que no le permitan tomar inmediatamente una parte del dinero para derrocharlo. Esas nuevas consignas serían difíciles de implementar por parte de la persona, que seguramente debe haberlo intentado infructuosamente tiempo atrás.

Sin embargo, en el tratamiento de este tipo de “adicciones” existe una solución mucho más potente y efectiva: La Golden Rule.

La Golden Rule de los hábitos

Los hábitos nunca desparecen. Se codifican dentro de una parte del cerebro conocida como ganglios basales. Esta codificación nos permite no tener que aprender nuevamente lo que ya incorporamos: Caminar, andar en bicicleta, nadar…

El problema es que nuestro cerebro no puede diferenciar entre hábitos positivos y negativos. Estos últimos también estarán dando vueltas en nuestra cabeza esperando la señal correcta para iniciar el proceso y luego disfrutar la recompensa.

Una de las razones por las que resulta tan difícil reemplazar un hábito por otro es que no basta con proponer un esquema distinto de señal, rutina y recompensa: debe existir, además, ansiedad por recibir la recompensa para convertir en hábito un comportamiento distinto.

La Golden Rule sostiene que para transformar un mal hábito en un buen hábito es necesario mantener la vieja señal disparadora y la recompensa, pero incorporando una nueva automatización en el medio.

Siguiendo el ejemplo anterior, conviene decirle a la persona con problemas para ahorrar que siga cobrando su sueldo como siempre. Una vez depositado el efectivo, dar cinco vueltas a los lagos de Palermo y, finalmente, pedir una mesa en la parrilla de siempre.

De esta forma, se mantiene la señal (hacerse con el dinero del salario) y se mantiene la recompensa (comer la mejor carne), pero se inserta una nueva rutina en el medio (la caminata, que reemplaza a la nociva costumbre de comprar ropa sin necesidad).

La Golde Rule ha demostrado a lo largo del tiempo tener una gran eficacia y constituye una gran opción para transformar hábitos perjudiciales en saludables sin afectar nuestro humor, más bien haciéndonos sentir más satisfechos con nosotros mismos.

Conclusión

¿Solemos gastar de manera compulsiva? ¿Nos endeudamos cada vez que tenemos oportunidad de hacerlo y después no sabemos cómo hacer para pagar las cuotas? ¿O, por el contrario, nos sentimos muy apegados al dinero y nos cuesta gastar para disfrutar más de la vida cuando tenemos los recursos para hacerlo?

Estas y muchas otras relaciones patológicas con el dinero responden a un conjunto de malos hábitos que pueden ser modificados.

Lo principal pasa por invertir tiempo en analizar cuáles son las señales que disparan nuestras acciones y qué recompensas buscamos a cambio, para luego repensar las rutinas que cumplimos entre el primer paso y el último. Las conductas que algunas vez tuvieron sentido, pueden no tenerlo hoy y resultar muy nocivas para nuestras finanzas personales. Debemos encontrar esas fallas para reprogramar nuestro cerebro con nuevas rutinas.

Para el final, una muy buena noticia: Un estudio encabezado por Jane Wardle para la University College de Londres y publicado en el European Journal of Social Psychologyafirma que para convertir un objetivo o actividad en algo automático, de forma tal que no tengamos que apelar constantemente a la fuerza de voluntad, necesitamos 66 días.

En consecuencia, en poco más de dos meses la Golden Rule puede enseñarnos sus grandes beneficios. Serán para toda la vida.


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