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Como setear tus metas financieras para 2018

Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación

Cada comienzo de año nos encuentra sumergidos en la noble tarea de fijar objetivos relacionados con la organización de nuestra economía doméstica. Son tiempos en los que estamos resueltos a organizar nuestras finanzas personales. Solemos tomar decisiones orientadas a gastar menos, ahorrar más, invertir mejor y/o elevar nuestros ingresos.

Cumplir estas metas no es tan fácil como parece. Implica dar un paso superador, tomar el timón y pasar a la acción. Por eso, en la columna de hoy repasaremos tres cuestiones fundamentales para no frustrarse rápidamente y caminar con seguridad hacia las metas establecidas: objetividad, congruencia y cuantificación de las metas.

Objetividad de las metas

Con “meta” solemos referirnos al fin que perseguimos en un área determinada de nuestra vida. En el camino hacia ella se vuelve imprescindible definirla (qué meta es) y establecer el sentido que tiene para nosotros alcanzarla (el “para qué”).

Meta es sinónimo de objetivo y objetivo remite a objetividad. En consecuencia, una meta u objetivo no es tal si no está basada en la lógica, si no es realista y si no puede alcanzarse.

Uno podría ponerse como objetivo para 2018 ganar el dinero necesario para no tener que trabajar más y vivir una vida de lujos y confort, ¿pero es algo que se pueda lograr en ese lapso de tiempo?

Por cada historia que leemos sobre personas que alcanzaron metas que parecían imposibles hay cientos de miles que, a la primera semana, abandonaron sus planes quiméricos.

Cuanto más difícil resulta una meta de corto o mediano plazo, mayor es la autoexigencia y más alta la probabilidad de abandono. Esta conducta redunda en un juego donde nosotros mismos nos tendemos una trampa y nos llevamos sin vueltas hacia un estrés financiero.

Congruencia de las metas

Cuando hablamos de congruencia nos referimos a una relación lógica y coherente que establecemos entre lo que hacemos y lo que buscamos conseguir. Por simple que parezca, pasar de la intención a la acción suele ser un desafío muy difícil para la mayoría de las personas.

La incongruencia aparece cuando anhelamos profundamente que algo suceda a pesar de que nuestro comportamiento no solo no ayuda sino que dificulta la materialización de ese deseo.

Es importante que aprendamos a llevar registro de nuestras incongruencias. Por ejemplo, nos quejamos de que en este país no se puede ahorrar pero llevamos nuestras tarjetas de crédito al límite cada vez que entramos a un shopping. Proclamamos a los cuatro vientos que es imposible invertir los ahorros por falta de estabilidad macroeconómica pero nunca intentamos desarrollar nuestra inteligencia financiera. Afirmamos, con gran convicción, que nos gustaría ganar más dinero pero perdemos mucho tiempo libre delante del televisor o de una consola de juegos en lugar de pensar cómo generar nuevos negocios.

La incongruencia financiera nos aleja de los logros que habíamos decidido alcanzar. Es como pretender un cuerpo tonificado sin hacer deporte o gimnasia y sin cuidarse en las comidas.

Ser congruentes significa vivir una vida que se ajuste a nuestras posibilidades y contar con la madurez y humildad suficientes para comprender qué podemos hacer y qué no, siempre en función de los recursos que tenemos y de aquellos que podemos incorporar.

Cuantificación de las metas

Si queremos encarar el tema con seriedad, debemos saber que una meta debe ser cuantificable y comparable. De nada sirve establecer metas como “ganar más dinero en 2017”, puesto que, con la inflación actual, un aumento del 10% en nuestros sueldos equivaldría no a una ganancia sino a una pérdida de poder adquisitivo.

Lo importante aquí es focalizarnos en una cuantificación del objetivo para poder cumplirlo. Cuanto más especifiquemos nuestra meta y más variables contemplemos a la hora de calcularla, más rigurosa será nuestra conducta y mayor será la probabilidad de cumplir el objetivo.

Si hablamos de ganar más dinero, debemos especificar la cantidad o el porcentaje en términos reales, es decir, contemplando la inflación. Si hay una suba de precios del 10% y nosotros ganamos un 11%, en términos reales nuestra ganancia apenas roza el 1%. Si, por el contrario, contamos al cierre del año con un 5% más de dinero, en realidad habremos perdido plata puesto que nuestros ahorros servirán para comprar menos cosas que antes.

Aquí, un ejemplo: al 31 de diciembre de 2017 Cristian cerró sus números del año. Revisó la planilla de Excel donde anotó mes a mes sus ingresos y observó que crecieron 34% en la comparación con 2016. Para llegar a esa conclusión, realizó el siguiente cálculo: Ingresos totales 2017/Ingresos totales 2016. Al resultado le restó 1 y luego lo multiplicó por 100.

Luego, discriminó los ingresos en función de su origen. Hizo los siguientes cálculos:

1. Sueldo total percibido en 2017 / Ingresos totales 2017. Al resultado lo multiplicó por 100.

2. Ingresos por emprendimientos propios en 2017 / Ingresos totales 2017. El resultado por 100.

3. Ingresos por inversiones en 2017 / Ingresos totales 2017. El resultado por 100.

Discriminar los ingresos en función del origen le permite a Cristian fijarse metas puntuales y no vagas. Cristian sabe que el 60% de sus ingresos fue producto de su trabajo en relación de dependencia, el 25% provino de un pequeño emprendimiento de venta de artículos importados en Internet y el 15% restante respondió a sus inversiones.

Habiendo incorporado el hábito de anotar sus ingresos y sus objetivos, Cristian se plantea para 2018 aumentar sus ingresos un 30% en 2018. En términos reales, hablamos de 15 puntos por encima de la inflación proyectada por el Gobierno. Además, buscará duplicar la participación de sus ingresos pasivos (derivados de inversiones) en el total de ingresos de 2018, de modo de llevarla al 30% de la torta.

Este ejemplo verdaderamente simple puede servir como guía para quienes pretendan tomar las riendas de sus finanzas personales. Por supuesto, se puede aplicar también al rubro de los gastos, discriminando gastos fijos y gastos variables para ver la participación de cada uno en el gasto total. En este caso, uno puede ponerse como meta la reducción de gastos sin mayor sentido el año próximo.

Conclusión

Trabajar sobre nuestras metas buscando que sean objetivas, congruentes y cuantificables es el primer paso para tomar el control de nuestras finanzas personales. Anotarlas, respetarlas, monitorearlas cada tres meses y comprometerse a aportar todos los días un granito de arena en ese camino con acciones concretas es el segundo paso fundamental.

Si seguís estos consejos, a fines de 2018 estarás más cerca de tus sueños. Mucho o poco, no importa. Estarás más cerca y lo disfrutarás.


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