En esta maravillosa película, Gordon Gekko, reunido en una asamblea de accionistas a los cuales quiere convencer de que lo dejen entrar como director de la misma, realiza un discurso que plasma la cosmovisión reinante para ese entonces en lo referente a la bolsa y las finanzas en general, al dinero y a la ética (o falta de) reinante en ese momento.
Este speach de alguna manera ilustraba lo que la bolsa pasa a representar para las distintas generaciones de nuevos traders y portfolio managers que viven una de las épocas de mayores alzas en la historia económica moderna, que se da desde aquellos años a finales de los ’80 hasta que explota la burbuja de las subprime, hace apenas 2 años, en 2008.
La codicia como disparador tiene sus orígenes en las ideas de Adam Smith, quien en el año 1759 en su libro “Teoría de los Sentimientos Morales” utiliza por primera vez el término Mano Invisible. En estos escritos, la conjunción del interés personal de cada individuo, expresada a través de la competencia, la oferta y demanda, funciona como mecanismo capaz de, por sí mismo, asignar con eficiencia y equidad tanto los recursos como el producto de la actividad económica. De tal manera, la mano invisible hace que, en su afán “egoísta” de ganar dinero, un individuo termine ayudando al resto al crear puestos de trabajos, demandar insumos, etc… sin ser este su objetivo conciente.
Este es uno de los pilares del capitalismo y el libre mercado, y funcionó bien para los americanos hasta la crisis del 2008.
Con la caída de las Torres Gemelas en septiembre del 2001 primero, y la crisis de hipotecas que “se llevo puesto” a brokers insignia como Lehman Brothers, el glamour que envolvía hasta ese entonces a la bolsa (esto es, la idea de que cualquier persona que trabajase en Wall Street podía hacerse millonario de un día para otro) comienza a ceder de a poco hasta convertir a los “bolseros” en verdaderos enemigos de la sociedad.
De alguna manera, el glamour se traslada nuevamente (al igual que lo acontecido previamente a la explosión de la burbuja del NASDAQ en 2001) hacia el sector “.com”, y todos buscan ser el nuevo Mark Zuckerberg (creador de Facebook) y otros nuevos millonarios de Silicon Valley (lugar donde se concentran los headquarters de las empresas más importantes de Internet).
Mi opinión personal es que la codicia no es buena. La codicia ciega, lleva a tomar riesgos innecesarios, no se piensa en absoluto en el prójimo y termina en crisis y burbujas cada vez más periódicas y peligrosas.
Pero esto no tiene nada que ver con invertir en bolsa. Invertir en bolsa seriamente es apostar al crecimiento económico, colaborar para que las empresas consigan financiamiento a tasas bajas y puedan afrontar con mayor margen sus actividades productivas, volcar los ahorros propios en la creación de nuevos trabajos y proyectos de inversión y ayudar al país en su conjunto.
Los tiempos cambian, soplan nuevos vientos y ahora mas que nunca debemos darle sustento a nuestras decisiones de inversión.
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