La relación entre trabajo/dinero versus tiempo libre, relax u ocio recreativo es uno de los temas más atractivos y menos explorados de la actualidad.
La independencia financiera viene de la mano de la inversión en instrumentos que generan ingresos pasivos o residuales, de esto no hay duda, y la bolsa ofrece este tipo de activos en, por ejemplo, los bonos u obligaciones negociables.
Para comenzar a invertir en estos instrumentos, es necesario adquirir primero algunas distinciones:
1) Tené en cuenta la relación negativa entre precio y rendimiento.
Los bonos pertenecen al universo de la renta fija, y en parte por ello es que cumplen con la relación inversa entre su precio y el rendimiento que ofrecen. Esto es así porque el rendimiento se calcula teniendo en cuenta el precio de compra y los cupones que pagará. Si el precio pagado es menor, menor es el monto invertido y por lo tanto mayor el rendimiento final, y viceversa.
Por lo tanto, que un bono esté cayendo de precio no necesariamente quiere decir que esté “barato”, sino que por algún motivo los inversores piensan que hay más riesgo de cobro.
Los bonos más “caros” poseen un rendimiento menor porque el mercado asigna una probabilidad de cobro mayor.
2) Definí antes de la operación si estás comprando tasa o si vas a buscar ganancia de capital.
Es importante tener los objetivos en claro antes de realizar la compra, para luego no terminar actuando de manera emocional. En la mayoría de los casos, al comprar bonos se está comprando tasa, esto es, se invierte buscando justamente una renta fija en concepto de pago de cupones.
Pero luego de realizada la compra, el precio del bono puede bajar y el inversor asustarse y malvenderlo, o subir y el inversor querer “tomar ganancias” y venderlo también para luego darse cuenta que no tiene ninguna opción atractiva para invertir su capital.
Por ello, cuando lo que se busca es tasa, lo conveniente es no dejarse tentar ni asustarse por las variaciones de precio del bono y quedarse en él hasta el vencimiento, y de esa manera embolsar todos los cupones pagados por el emisor.
3) No creer que un bono está barato porque valga menos de 100, ni caro porque valga más.
Los bonos suelen ser emitidos con un valor nominal de 100, que es lo que el emisor devolverá al vencimiento. Ese valor se considera “la par”. Cuando el bono cotiza por debajo de 100, se dice que se encuentra bajo la par, y por encima de 100, sobre la par.
Por lo tanto, erróneamente muchos inversores creen que cuando un bono está bajo la par está barato y conviene comprarlo, cuando en realidad esto puede ser solamente por un tema de contexto de tasas de interés (ejemplo: alza de tasas). Por el contrario, muchos inversores piensan que el bono está caro cuando cotiza sobre la par y por ello no lo compran, cuando en realidad podría ser una buena alternativa de tasa dado el resto del menú de renta fija.
Para no dejarse engañar por el precio lo mejor es tomar el rendimiento y compararlo con el de inversiones de riesgo similar.
Luego, a disfrutar del cobro de los cupones en concepto de “renta” por nuestro capital.
El monto a invertir en bonos con respecto al total de nuestros ahorros suele ser también una pregunta habitual. En ese sentido, existe una regla conocida como 100 menos la edad, que puede ser útil.
Ejemplo, si tenés 40 años entonces 100-40=60; lo cuál quiere decir que es aconsejable invertir el 60% de tus ahorros en activos riesgoso y el 40% restante en bonos.
Si, en cambio, tenés 70 años, 100-70=30, entonces es aconsejable invertir el 30% en activos riesgosos y el restante 70% en bonos.
Como se ve, el grado de aversión al riesgo disminuye con el aumento de la edad del inversor.
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