¿Qué pasa con nuestras inversiones cuando nos vamos de viaje? ¿Es necesario seguirlas desde lejos o es mejor relajarse y retomarlas al volver? ¿Se puede n evitar las pérdidas? ¿Vale la pena endeudarse en pos del relax? Opinan Nicolás Litvinoff, Mariano Otalora y Marcelo Elbaum.
Por Alejandra Fernández
Comienza un nuevo mes de un verano más que intenso. La Niña viene haciendo de las suyas, pero nada detiene a los turistas. salvo el bolsillo.
Es importante organizarse y poder disfrutar. Dejar nuestras inversiones en orden debe ser una prioridad antes de un viaje.
Son días complicados, en los cuales la volatilidad llegó para quedarse. El contexto externo no ayuda y el local, tampoco.
No obstante, es tiempo de relajarse y de no prestarle atención -al menos por unos días- a la crisis de deuda europea, a la recuperación de Estados Unidos y al desempeño de los mercados. Seamos sinceros: las vacaciones son para descansar.
Como inversor, será fundamental revisar la cartera antes de irse, así como también lo será hablar con el ejecutivo de cuentas para escuchar sugerencias: ingresar stop orders (tanto stop loss, como stop gains) y evitar la incorporación de activos con fecha de vencimiento durante su ausencia (futuros de corto plazo u opciones próximas al vencimiento) serán uno de los puntos claves.
Por otra parte, si se tiene en cartera activos que van a generar pagos durante la estadía, lo mejor sería dejar instrucciones de reinversión.
“Para irse tranquilo de vacaciones, es aconsejable estar diversificado en cuanto a la moneda de ahorro, por ejemplo, 60% en dólares y 40% en pesos, colocados en alguna inversión que de buenas tasas (fideicomisos o cheques pago diferidos)”, sugiere Nicolás Litvinoff, Director de estudinero!
Otra recomendación a tener en cuenta, en especial en los tiempos que corren, es sentirse cómodo con la cartera que uno deja armada. Si el inversor tiene un perfil de riesgo entre conservador y moderado, debe evitar dejar posiciones muy expuestas a la volatilidad del mercado.
En ese sentido, será mejor enfocarse, por ejemplo, en acciones de sólidos fundamentals y liquidez: más vale perderse algo de suba, a quedar inmerso en grandes pérdidas y al leer los diarios o enterarse de las noticias, sufrir desde la playa o verse obligado a llamar a su asesor.
Además, Litvinoff recomienda asumir que “siempre uno, por irse de vacaciones, tiene un costo de oportunidad por no estar operando”, pero que las vacaciones son justamente una de las cosas que le dan sentido al trabajo.
Por otro lado, para Mariano Otalora, autor de los libros “Del colchón a la inversión” e “Inversiones para todos”, las mejores vacaciones no están relacionadas a cuánto dinero gastamos.
“Invertir nuestro dinero en descansar está relacionado con una inversión en momentos y en recuerdos, por lo cual, mayor gasto no significa mayor satisfacción. Para obtener la mejor optimización del recuerdo en sí, lo ideal sería dejar las mejores actividades y las más placenteras para el final. De esta forma, la inversión se mantendrá por mayor tiempo y será más duradera”, explica.
Por este motivo, Otalora recomienda, además de realizar un presupuesto, preguntarse qué es lo que realmente queremos hacer en estas vacaciones. “Si el plan es en pareja, es fundamental buscar un equilibrio, caso contrario no se podrá disfrutar al máximo”, afirma.
Con respecto a los gastos, aconseja contemplar un presupuesto que permita cierta flexibilidad por si hay que modificar algo. Lo ideal es mantenerse en eje y comprender que al volver de las vacaciones, las obligaciones siguen.
Ahora bien, por último, para los que todavía no han salido de vacaciones, el economista Marcelo Elbaum -autor del libro Hombre rico, Hombre pobre- aporta algunos tips a tener en cuenta:
– Veranee de acuerdo a sus posibilidades: el rubro vacaciones es un ítem más dentro del presupuesto anual familiar. Como regla general, uno no debería gastar más del 10% de su ganancia anual, para el trabajador independiente o el aguinaldo completo, para quienes trabajan en relación de dependencia. Incluso, de sobrepasar dicho monto para darse “el único gustito que me doy”, debería ajustarse en otro ítem del presupuesto.
– Pague las vacaciones en cuotas “adelantadas” y nunca “vencidas”: dado que las vacaciones son una meta anual, debería ir ahorrándose mensualmente una determinada cantidad hasta llegar a lo previsto.
– Busque la manera de que dicha cantidad se ahorre en algún lugar antes que llegue a su bolsillo, ya que corre el riesgo de la tentación del consumo.
– Cuando llega el momento de pagar las vacaciones, el manoteo de la tarjeta de crédito y uso de cuotas o el revoleo de algunos cheques a los premios, puede conducir a tener que reducir gastos esenciales durante el año, como la educación de sus hijos.
– No consuma en exceso su fuente de ingresos: no le quite a su negocio o empresa más dinero del que se puede. Anualmente su empresa necesita invertir dinero para seguir siendo rentable y proveerle el dinero necesario para las próximas vacaciones.
– No mate la gallina de los huevos de oro: como regla general, destine anualmente el 20% del valor total de la empresa para gastos familiares y el resto se debería “reinvertir” en la empresa.
– Establezca una “semanalidad veraniega” a sus hijos: para no dar la sensación de padecer el mal de Alzheimer por tener que repetir cientos de veces la palabra “NO”, ante la desmedida e impiadosa demanda de consumo de los hijos, sería deseable otorgar una cantidad de dinero semanal para gastos con administración a discreción. Como regla general se debería dar una suma fija por la cantidad de años del chico por semana. Por ejemplo, si se elige una cifra de $3, a un chico de 12 años, se le debería dar $36 por semana.
– Determine el traslado y la estadía según como está compuesto el grupo familiar: irse de vacaciones en auto, aún a un lugar en el que el mismo no se use durante la estadía, puede resultar económicamente eficiente para una familia compuesta por seis personas, pero no para una compuesta por dos.
Fuente: Portfolio Personal.
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