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Costos financieros y beneficios intangibles de la soledad

Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación

El tema de hoy atraviesa a casi la mitad de los porteños y a la “mitad más una” de las mujeres. En la actualidad, 4 de cada 10 habitantes de la Ciudad de Buenos Aires viven solos (62% son mujeres y 38% son varones).

Este cambio social, lento pero imparable, produce distintas consecuencias en la población y da lugar a la formación de un nuevo género denominado “neosolteros”: son aquellas personas que, además de vivir solas, transforman sus objetivos y reemplazan el tradicional “casarse y tener hijos” por “alcanzar el éxito profesional, viajar y vivir experiencias nuevas”.

Por supuesto, la nueva ola también impacta sobre el mundo financiero con ventajas y desventajas que vale la pena analizar. Así lo hice recientemente en el programa Destino: hacia dónde Vamos, de LN+.

Impuesto a la soledad: Los costos de “ser solo/a”

Las tradiciones, se sabe, no son fáciles de abandonar y menos en sociedades como las actuales, donde la oferta de bienes y servicios continúa pensada esencialmente para grupos familiares.

Se dice que se paga un impuesto a la soledad cuando una persona debe afrontar un costo unitario superior al de otra persona que pertenece a un grupo familiar.

Algunos ejemplos son:

  • Cine: Las salas ofrecen un beneficio de 2×1 en determinados días, lo cual también puede leerse como un impuesto del 100% para quien quiera ir a ver una película en soledad.
  • Vacaciones: Las habitaciones singles suelen costar hasta un 30% más que las dobles. Como además el precio unitario de una habitación doble se debe dividir por dos, el impuesto a la soledad en este caso asciende al 160%, aproximadamente.
  • Alimentos: Según la consultora Focus Market, aquellas personas que viven solas gastan hasta 60% más que los grupos familiares en alimentos de consumo masivo. Esto se debe a que en una familia el consumo se distribuye entre todos sus miembros, mientras que los solitarios que realizan sus compras en el supermercado terminan pagando más porque muchas veces adquieren productos que vienen pensados para ser consumidos entre varios y, si la comida que sobra no se congela o la fruta de más no llega a comerse a tiempo, el costo por producto termina siendo mayor. Por todo esto, la consultora calcula el impuesto a la soledad en un 60% promedio.
  • Acceso al crédito: En este punto resulta imposible cuantificar el impuesto a la soledad. Lo que no puede negarse es que quienes desean acceder al “techo propio” se enfrentar con el desafío de alcanzar los ingresos requeridos por los bancos a la hora de otorgar créditos hipotecarios. Una pareja, en cambio, puede sumar sus ingresos y lograr que el banco le preste el dinero suficiente para adquirir un inmueble.

Beneficios intangibles de la soledad

Por supuesto, no todas son pálidas: existen ciertos beneficios intangibles de vivir solo/a que hacen que muchas personas puedan pagar el mencionado impuesto a la soledad sin dramatizar. Algunos de ellos son:

Mayor control del dinero: En los grupos familiares el gasto se socializa, por lo que se dificulta su control y administración. Las personas que viven solas no tienen ese problema y pueden planificar y controlar sus finanzas de manera más eficiente. Solo es cuestión de tomar sabias decisiones.

El dinero no determina los vínculos: Uno de los principales motivos de discusión en las parejas pasa por lo económico. De hecho, no son pocos los matrimonios que desean divorciarse pero no lo hacen por un tema financiero. En ese universo de conflictos y eventuales separaciones impera además una cuestión de género: mientras que los hombres suelen aumentar su poder adquisitivo y su nivel de vida luego de un divorcio, con las mujeres sucede lo contrario debido a que destinaron la mayor parte del tiempo a la crianza de los niños y no al desarrollo profesional. En el mundo de los solitarios, el dinero no afecta tanto sus relaciones y se valora más la libertad que los beneficios financieros de la vida en pareja.

Acceso a inversiones de mayor rentabilidad: En el plano de las inversiones, los neosolteros suelen tener un grado de aversión al riesgo inferior en comparación con aquellas personas que deben rendir cuentas a su familia. No es lo mismo destinar parte de los ahorros a inversiones bursátiles cuando hay una familia que alimentar que cuando no tenemos a nadie que dependa de nosotros. Este menor temor al riesgo permite buscar rentabilidades mayores a las que ofrecen inversiones tradicionales y conservadoras.

Mayor flexibilidad: Los neosolteros no suelen estar sujetos a un lugar como sí lo están quienes tienen hijos en edad escolar. En consecuencia, gozan de una mayor flexibilidad para mudarse e incluso para alquilar el inmueble donde viven en vez de comprar, decisión fundamental que permite abrirse a otra concepción de las finanzas personales, donde el disfrute gana terreno en detrimento de la posesión.

Conclusión

Hemos analizado en esta nota algunos aspectos económicos de la soledad. Por supuesto, la dimensión emocional resulta ineludible a la hora de arrojar a la balanza posibles beneficios y perjuicios de la vida sin compañía. Será tarea de la psicología y la filosofía evaluar esos aspectos, con la necesaria aclaración de que el resultado nunca puede generalizarse: solo uno sabe si prefiere pagar los costos de la soltería o de la vida en familia.

Lo importante es que esos costos no se tornen imposibles de afrontar y que sepamos potenciar las ventajas que nos brinda nuestro escenario actual.