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Especial del Nicolás Litvinoff para el Diario La Nación

La teoría de la evolución a través de la selección natural planteada por Charles Darwin en “El origen de las especies” (1859) puede ser aplicada al ámbito de las finanzas, en especial si analizamos las transformaciones que experimentó el sector en las últimas décadas.

A diferencia de la evolución natural, que consiste en un cambio lento y gradual de los seres vivos, en el mundo de las inversiones las transformaciones se vienen dando a un ritmo vertiginoso, donde la inclusión cada vez mayor de los participantes minoristas es una de las notas a destacar: las personas tienen a disposición cada vez más alternativas de inversión a un menor por operación.

En la columna de hoy, repasaremos esta evolución en una línea de tiempo que comprende tres etapas: la banca privada prehistórica, la edad antigua de los inversores online y la edad moderna de los criptoactivos.

La banca privada prehistórica (1960-2002)

El de la banca privada es el más antiguo de los canales de inversión para el minorista y el que más se prolongó en el tiempo. Si bien le pusimos fecha terminal en 2002, lo cierto es que lo encontramos operativo aún en el presente, aunque en un proceso de decadencia evidente frente a la masificación de Internet y el trading electrónico, que permite operar activos financieros a través de la web.

Pensemos en un homo sapiens inversor argentino que pudo generar un excedente de dinero producto de una férrea disciplina de ahorro y se encuentra ante la difícil tarea de invertir su capital para defenderlo de la inflación y, a la vez, generar ingresos extra.

El sentido común le dice que debería realizar sus inversiones en moneda dura (dólar, por ejemplo) y en instrumentos de renta fija (bonos públicos y corporativos, acciones preferentes, fondos comunes de inversión en títulos públicos, etc).

Durante la banca privada prehistórica, nuestro amigo no tenía mejor opción que abrir una cuenta en un banco o broker del exterior, siendo Estados Unidos el destino por excelencia debido al desarrollo de su mercado de capitales y al sistema jurídico regulatorio montado alrededor de ese mercado.

El gran problema que enfrentaba era que la banca privada prehistórica era (y sigue siendo) muy elitista, con barreras de entrada y permanencia férreas. Cumplir con los requisitos requeridos para invertir en ese entonces constituía una misión imposible para la gran mayoría de los ahorristas. Se les exigían e imponían:

– Mínimos de entre 500.000 dólares y un millón para la apertura de cuenta de inversión. – Mínimos de inversión de 50.000 a 100.000 dólares por cada emisión de deuda (bonos) que quisiese comprar. – Comisiones de entre 1 y 2% por cada operación. – Para cargar una orden de compra o venta de bonos era y sigue siendo necesario llamar al ejecutivo de cuenta en el exterior y confiar en los precios de los bonos que nos informa (no hay manera de cruzarlo con datos verificables porque el mercado de bonos no es transparente). En el caso de las acciones, se pueden comprar o vender a través del sitio del banco y, por lo general, con comisiones más bajas que las de los bancos y sociedades de Bolsa locales. – Para transferir dinero fuera del banco se debe pasar una orden firmada por escrito y esperar que alguien del sector de transferencias se comunique telefónicamente para confirmar la operación.

Como puede observarse, la todavía en pie banca privada prehistórica lejos está de promover la inclusión financiera, más allá de casos excepcionales donde los montos mínimos requeridos bajan un poco (solo un poco) respecto de los detallados más arriba.

La edad antigua de los inversores online (2002-2019)

La edad antigua de los inversores online comienza en el año 2002, a la salida de la explosión de la burbuja del Nasdaq en EEUU.

La adopción masiva de Internet dio origen a una nueva clase de inversores: los Inversores Autodirigidos, quienes se multiplicaron aprovechando el desarrollo de los brokers online norteamericanos, que superaron el modelo de negocio de la banca privada.

A diferencia de los bancos, los brokers no imponían altas comisiones a cada inversor individual, sino bajas comisiones para incentivar a los inversores a tradear con mayor frecuencia, lo que terminaba generando más ganancias para los intermediarios (los brokers) y convertía cada vez más en una actividad lúdica (gamificación) la compra y venta de activos financieros.

En este nuevo escenario, las barreras a la entrada prácticamente desaparecen y la operatoria se torna mucho más accesible. Los requisitos eran los siguientes:

– Mínimos de inversión de 3.500 dólares para la apertura de cuenta. – Mínimos de inversión de 5.000 dólares por cada emisión de deuda (bonos) que el inversor quisiese comprar. En acciones preferidas no hay mínimos (se puede comprar desde una sola acción con un precio que suele fluctuar entre 15 y 25 dólares). – Comisiones de 5 dólares por operación o ficticiamente gratuitas (como ya comenté, no existe el almuerzo gratis en Wall Street. En esta nota les explico de dónde salen las ganancias de los brokers online cuando ofrecen estas supuestas ventajas). – Las órdenes de compraventa se cargan de manera online. Para acciones preferidas, esas órdenes salen directamente al mercado sin intervención humana (Direct Access Trading). Para bonos, los precios los informa el broker online y, por lo general, el mecanismo es el siguiente: el broker compra los bonos y luego se los vende a sus clientes en partes (como vimos antes, con un mínimo de 5 mil valores nominales, que suelen rondar los 5 mil dólares). – Para transferir su dinero fuera del broker, el inversor debe realizar una transferencia electrónica (wire) con un costo de entre 10 y 50 dólares. El costo es más bajo cuando se trata de transferencias dentro de EEUU. También se puede realizar otro tipo de transferencia electrónica conocida como ACH (Automated Clearing House). No tiene costo (para transferencias en EEUU) y suelen demorar entre 48 y 72 horas en procesarse.

La edad moderna de los criptoactivos (2019 – presente)

La era actual comienza con el nacimiento de las DeFi (Finanzas Descentralizadas), que permiten a los inversores colocar su dinero a tasa fija principalmente en dólares sin depender de las variaciones de precio de las criptomonedas volátiles, como bitcoin o ether.

Si bien aún es un mercado muy joven, en la actualidad cuenta con más de 60.000 millones de dólares invertidos en la blockchain de Ethereum y más de 26.000 millones en la Binance Smart Chain.

La clave reside en la aparición de stablecoins (monedas estables) como USDT y Dai, que replican a las monedas duras (dólar, euro, etc.). Su surgimiento posibilitó que el inversor pueda comprarlas y realizar colocaciones a tasa aprovechando las ventajas de la industria de criptoactivos, pero sin verse afectados por las variaciones en los precios del bitcoin y las criptomonedas alternativas.

En este mundo las barreras de entrada se evaporan y se apunta a una inclusión financiera total, incluso de quienes no están bancarizados. Solo hace falta poseer un smartphone y un dirección de correo electrónico para comenzar a invertir.

Condiciones:

– No existen mínimos de inversión y se puede invertir sin necesidad de abrir una cuenta en un exchange. Desde una wallet de celular o desde un monedero físico se puede interactuar con los contratos inteligentes de los protocolos DeFi sin intervención de terceros. Además, el inversor puede realizar una autocustodia de sus fondos y no depender de la custodia de un banco u otra institución financiera.

– Por ejemplo, se pueden colocar a tasa el equivalente a 10 dólares. Esa tasa de rentabilidad no la determina una empresa emisora de deuda, sino un sistema de algoritmos en función de la oferta y demanda de ese momento. Aquí pueden ver las tasas de colocación, según el instrumento elegido.

– Las comisiones varían en función de la blockchain elegida. Al momento de escribir esta nota, son de 2 dólares en la blockchain de Ethereum (son las más altas de todas y se espera que bajen en los próximos meses gracias a la implementación de soluciones de escalabilidad), 0,20 centavos de dólar en la Binance Smart Chain y milésimas de centavos en la blockchain de Polygon.

– Las colocaciones (lending) se hacen directamente contra un contrato inteligente que se encuentra dentro de la blockchain. Ese contrato es inmutable y descentralizado.

– Las transferencias se hacen en cuestión de minutos, sin importar la distancia geográfica. Los costos son los mismos que los detallados en la parte de las comisiones (de 2 dólares para abajo). Si se está operando a través de un exchange, este certifica que el inversor esté ordenando la transferencia con la utilización de un token provisto por Google Authenticator y mails de verificación o directamente con un sistema de reconocimiento facial utilizando la cámara del smartphone.

Conclusión

Siempre existirán poderosos interesados en mantener el status quo, pero la historia de la evolución muestra que los avances, cuando son convenientes, resultan imposibles de frenar en el mediano y largo plazo.

Ahora los tiempos se aceleran y el homo sapiens inversor tiene frente a sus narices el sistema más inclusivo, ágil y barato que la historia le enseñó hasta el momento: el DeFi, resultado de la sinergia de Internet y la Blockchain.

En lo personal me genera mucho entusiasmo haber vivido la primera de las transformaciones que repasamos aquí y ahora la segunda. Es un cambio de paradigma en pleno proceso, absolutamente disruptivo.

¿Cuándo se adoptará masivamente en el universo de las inversiones? En 5 o 10 años. Esa es mi opinión. ¿La tuya? ¿Ya utilizas las DeFi para tus inversiones?


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