Especial de Nicolás Litvinoff para el Diario La Nación
Durante mucho tiempo, para la mayoría de los argentinos, ahorrar en dólares fue casi un acto automático. Si te quedaba algo, lo cambiabas por billetes verdes. No se cuestionaba. Era lo que se hacía. Pero eso, tímidamente, comenzó a cambiar.
En el último año, el peso argentino se fortaleció frente al dólar de una forma inesperada. No porque el peso haya mejorado, sino porque el dólar se quedó quieto mientras los precios en pesos siguieron subiendo sin pausa. Eso generó una inflación en dólares de alrededor del 130%. Al mismo tiempo, en el plano internacional, el dólar también se debilitó: en lo que va de este 2025 ya perdió cerca de un 10% frente a monedas fuertes como el euro, el yen o el franco suizo.
Y, tal vez, esto sea solo el principio, ya que la Reserva Federal de Estados Unidos evalúa bajar las tasas de interés y, si eso pasa, es probable que el dólar siga perdiendo valor.
¿Entonces? ¿Sigue siendo buena idea ahorrar en dólares? ¿O hay que empezar a mirar otras opciones para que los ahorros no pierdan poder de compra? En la columna de hoy comparto mi opinión al respecto, junto con una lectura del porqué de esta situación que asombra a propios y extraños.
¡Comencemos!
¿Por qué se devalúa el dólar?: Anatomía de un gigante endeudado
Estados Unidos convive desde hace tiempo con un déficit fiscal persistente. Cada año gasta más, sobre todo en defensa, subsidios y programas sociales. Mientras tanto, la deuda pública sigue creciendo y ya supera el 120% del PBI. Y nada indica que vaya a frenarse.
Lo preocupante es que los principales compradores de esa deuda (como China, Japón y otros grandes tenedores internacionales) están vendiendo bonos del Tesoro. La demanda se enfría. Y eso obliga al gobierno norteamericano a pagar más para conseguir financiamiento. En las últimas colocaciones, el tesoro norteamericano tuvo que ofrecer tasas más altas, especialmente en los plazos largos. Es una señal clara: crece la desconfianza sobre la capacidad del dólar de sostener su valor en el tiempo.
Incluso hubo intentos de poner el tema sobre la mesa. Uno de los más visibles fue el que impulsaron Elon Musk , Bill Ackman y el movimiento “Doge”, con críticas directas al modelo actual de endeudamiento. Pero el proyecto no prosperó: El poder político y financiero tradicional lo rechazó sin dejar espacio para una discusión más profunda.
Y eso no es todo. Como vimos en la introducción, la Reserva Federal se prepara para bajar las tasas, con lo cual es muy probable que el dólar pierda todavía más atractivo como reserva de valor. Menor rendimiento, más riesgo y menos confianza. No es una buena combinación para una moneda que pretende seguir siendo el centro del sistema financiero global.
El dólar no va a desaparecer, pero su rol como pilar indiscutido ya no está garantizado. Para quienes aún lo ven como una opción segura por costumbre, es momento de mirar el escenario con más atención.
¿Dónde refugiarse entonces?: El mapa de las alternativas
Con el dólar perdiendo fuerza, muchos inversores están replanteando sus decisiones. Desde pequeños ahorristas hasta grandes fondos, el objetivo ya no es solo ganar. Ahora la prioridad es otra: proteger el poder adquisitivo en un entorno cada vez más incierto.
Una de las opciones más consideradas es diversificar en otras monedas fuertes como el euro, la libra esterlina, el yen japonés o el franco suizo. Son alternativas válidas, aunque con sus propias limitaciones. Estas economías también arrastran deudas elevadas y crecimientos débiles. No son una garantía total, pero pueden servir como cobertura parcial.
Otra opción que viene tomando fuerza es el oro. En los últimos tiempos alcanzó niveles récord. Su valor radica en lo concreto: es escaso, físico y no depende de decisiones de bancos centrales. En contextos de desconfianza global, suele ganar protagonismo como reserva.
También aparece Bitcoin, cada vez más aceptado como una forma moderna de refugio. Es cierto que su precio varía mucho, pero si se mira a largo plazo, sus resultados son contundentes: en los últimos cinco años, rindió más que el dólar e incluso más que el oro. Su diseño limitado y descentralizado lo vuelve atractivo frente a políticas fiscales expansivas.
Además, hay quienes optan por activos físicos, como propiedades o vehículos, pero es importante aclarar que estos no generan ingresos de forma directa y requieren mantenimiento. Aun así, tienden a seguir el ritmo de la inflación y pueden ayudar a resguardar parte del valor de los ahorros.
En resumen, el contexto cambió y con él también cambian las reglas. Hoy la clave está en diversificar: combinar distintas monedas y activos, repartir el riesgo y entender que ya no hay refugios perfectos.
Conclusión
Durante mucho tiempo, el portafolio clásico (60% en acciones y 40% en bonos) fue la fórmula preferida para equilibrar riesgo y rendimiento. Pero ese modelo se apoyaba en dos ideas que hoy están en duda: que los bonos protegían en tiempos difíciles, y que el dólar era sinónimo de estabilidad.
Hoy eso cambió. Los bonos en dólares a largo plazo ya no ofrecen el mismo respaldo. Si las tasas bajan mientras la inflación persiste, su valor puede caer aún más. Y el dólar, como vimos, perdió parte de su prestigio como refugio.
Por eso, muchos inversores están reconfigurando sus estrategias. Empiezan a incorporar más activos alternativos: criptomonedas, metales preciosos, materias primas. En algunos casos, estos activos ya representan un 30% o 40% del portafolio. No es una cuestión ideológica. Es adaptación.
Hoy, la cobertura real no es un activo, sino una mentalidad: la capacidad de anticiparse, diversificar y actuar con pragmatismo. Y quienes se queden aferrados a ideas viejas y desactualizadas, son los que probablemente pierdan más poder adquisitivo, oportunidades y relevancia financiera en un contexto que ya no premia la inercia, sino la capacidad de adaptación estratégica.
La seguimos al semana que viene con más material de finanzas personales e inversiones.
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