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Del patrón dólar al patrón miedo: ¿Por qué el oro no para de subir?

 

La importante suba que registra el metal este año no responde a una simple reacción defensiva del mercado sino que forma parte de un proceso de reconfiguración del sistema financiero global

Especial de Nicolás Litvinoff para el Diario La Nación

En lo que va de este 2025, el oro registra una suba superior al 60 %, un rendimiento que lo ubica entre los activos más rentables del año y trae a la memoria episodios históricos como el de 1979, cuando el metal duplicó su valor en un contexto inflacionario y tenso a nivel global. Sin embargo, a diferencia de aquella época, este repunte no parece estar motivado por movimientos especulativos ni por el temor de los pequeños inversores, sino por una estrategia clara de varios bancos centrales (con China, Rusia e India a la cabeza) que han comenzado a desprenderse de bonos del Tesoro de EE.UU. y a acumular oro físico como respaldo.
La magnitud de este rally del oro es tal que, al evaluar otros activos en términos de este metal, se observa una fuerte caída de su valor real: el S&P 500, el Nasdaq o incluso el
Bitcoin, que en dólares aparentan subir, pierden poder adquisitivo frente al oro, lo cual demuestra que no se trata solo de una suba nominal, sino de un cambio en la forma de medir y conservar valor.
Frente a este escenario, surgen preguntas esenciales: ¿Qué papel debería tener el oro en un portafolio equilibrado?, ¿Cuánta exposición resulta adecuada?, y ¿Qué alternativas ofrece el mercado argentino para capitalizar este fenómeno sin operar en el exterior?
Abordaremos cada uno de estos temas, a continuación.

Causas de la suba actual

El ascenso del oro en 2025 no responde a una simple reacción defensiva del mercado, sino que forma parte de un proceso más amplio de reconfiguración del sistema financiero global, donde confluyen múltiples factores que, en conjunto, ponen en duda la hegemonía del dólar como eje central del orden monetario internacional.
Uno de los principales impulsores es la decisión estratégica de varios bancos centrales asiáticos de reducir su exposición a la deuda estadounidense. China, por ejemplo, llevó sus tenencias de bonos del Tesoro a su nivel más bajo en más de diez años, por debajo de los 700 billones de dólares, redireccionando parte de esos recursos a la compra de oro físico, no solo como reserva de valor sino como señal de autonomía frente al dólar. Este movimiento revela una creciente desconfianza en la capacidad de EE. UU. para sostener su estabilidad fiscal y monetaria.
A esto se suma un contexto geopolítico de alta tensión, con focos activos de conflicto en Medio Oriente, Ucrania y Asia, que refuerzan la demanda de activos refugio. A diferencia del dólar, el oro no depende de sistemas financieros sujetos a sanciones o decisiones políticas, por lo que se posiciona como el único refugio considerado realmente neutral en este escenario.
Otro elemento clave es el deterioro generalizado de las cuentas fiscales a nivel mundial. Con una deuda que ya supera los 36 trillones de dólares, EE. UU. lidera un proceso de endeudamiento que también incluye a Japón, cuya deuda alcanza un 260 % de su PBI. El riesgo de una crisis de deuda soberana global comienza a parecer plausible, lo que empuja a los inversores a preferir activos físicos por encima de monedas que pierden valor por exceso de emisión.
Pero el desglose de riesgos no termina allí: la Reserva Federal también atraviesa una fase de vulnerabilidad institucional. Bajo la presión de financiar déficits crecientes y con la expectativa de que Donald Trump nombre un titular de la Fed alineado políticamente en 2026, se abren dudas sobre la independencia futura del organismo y, con ello, sobre la credibilidad del dólar.
Finalmente, se observa un movimiento más amplio hacia activos reales: el oro lidera ese cambio, pero también suben la plata, los commodities agrícolas y las tierras raras, en lo que parece ser un giro estructural hacia lo tangible como resguardo de valor.
En conjunto, estos elementos explican la magnitud del rally: el oro se revaloriza no tanto por fe en su valor intrínseco, sino porque los principales actores del mercado han empezado a desconfiar del resto del sistema financiero global.

¿Cómo puede posicionarse un inversor frente a este escenario?

Para el inversor promedio, el verdadero desafío no radica solo en comprender la magnitud del fenómeno actual, sino en decidir cómo participar de manera equilibrada, sin caer en exageraciones. El oro no se incorpora al portafolio por entusiasmo o moda, sino como parte de una estrategia diseñada para preservar valor en contextos donde la estabilidad del sistema monetario global comienza a flaquear.
La vía más directa para exponerse al oro es a través de ETFs que replican su precio, como el SPDR Gold Shares (GLD), o aquellos que siguen a empresas mineras, como el VanEck Gold Miners (GDX). Ambos están disponibles en Argentina mediante CEDEARs, lo cual permite invertir en pesos, sin necesidad de abrir cuentas en el exterior, manteniendo la custodia en el país.
Mientras el GLD refleja el precio del oro spot, el GDX ofrece una exposición más dinámica (y también más volátil) al amplificar los movimientos del metal a través de las acciones de compañías productoras.
En términos de asignación de cartera, destinar hasta un 10 % al oro o a instrumentos vinculados suele ser prudente. No se trata de apostar por un colapso, sino de incorporar un activo con baja correlación respecto de acciones, bonos o incluso criptomonedas, algo que mejora el perfil riesgo-rendimiento del portafolio. En momentos de tensión sistémica, el oro tiende a actuar como amortiguador.

Conclusión

Más allá de su protagonismo coyuntural, el oro está actuando como un revelador de algo más profundo: la fragilidad de ciertas certezas que dominaron el mundo financiero durante décadas. Lo que hoy se observa no es solo una suba de precios, sino una recomposición del significado que los inversores (y los Estados) le asignan al dinero, a la confianza y al poder. En ese sentido, no se trata simplemente de decidir si comprar oro o no, sino de entender qué dice el oro sobre el momento histórico que atravesamos.
Desde esta perspectiva, el desafío para los inversores no es solo táctico, sino cultural: requiere revisar los criterios con los que se piensa el riesgo, el valor y la protección. En un mundo donde las garantías tradicionales ya no ofrecen la misma seguridad de antes, mirar al oro no es mirar hacia atrás, sino observar con atención lo que podría venir.
La seguimos la semana próxima con más material de finanzas personales e inversiones.


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