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Nuevo año, nuevos hábitos financieros

Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación

Hace apenas unas horas comenzó el nuevo año y la mayoría en el brindis nos esperanzamos con que dentro de 12 meses en la mesa familiar no se hable más de crisis económica, inflación y tarifazos.

Los pronósticos no son alentadores. Por lo tanto, en esta columna les propongo un plan de lucha que, en lo personal, me dio buenos resultados. Si las soluciones no vienen de afuera, no queda otra que encontrarlas uno mismo con voluntad y tesón.

Ahora. ¿Es posible generar un cambio verdadero? Por supuesto que sí. La clave está en tomar un respiro, analizar los propios hábitos financieros y diferenciar los hábitos perniciosos de los productivos para eliminar los primeros y potenciar los segundos.

Veamos cómo lo hice.

La importancia de los hábitos

La palabra hábito proviene del latín habitus, que a su vez es el participio pasivo del verbo habere, del que se desprenden las palabras haber, habilidad y habitar. Los hábitos refieren a una determinada habilidad para conducirse en la cotidianeidad, en el tiempo que “se habita”.

Los hábitos esconden decisiones que tomamos de manera deliberada en algún momento, pero que luego abandonamos a la repetición y la costumbre. Dejamos de poner atención en las razones que hubo detrás de esa decisión primigenia y simplemente la repetimos como una conducta habitual y normal.

Nuestro cerebro automatiza las distintas secuencias de acciones que ponemos en práctica periódicamente. Lo hace con el fin de ahorrar energía. Claro, el beneficio es enorme: nos permite dejar de pensar en comportamientos básicos y cotidianos para concentrarnos en cuestiones que consideramos más importantes, como los nuevos desafíos, que pueden ir desde aprender un idioma hasta presentar un informe en el trabajo o comenzar a practicar un deporte.

Toda nuestra vida está definida por una enorme cantidad de decisiones que se transforman en hábitos de los cuales dejamos de ser conscientes. Aunque tendemos a creer que las decisiones las tomamos luego de evaluar rápida o lentamente distintas alternativas, esto no es así. Son los hábitos los que generalmente nos conducen por el camino elegido. Lo asegura un estudio publicado por la Duke University de Estados Unidos en 2006: más del 40% de las acciones de una persona promedio responden a hábitos antes que a decisiones sopesadas.

Comparto a continuación tres hábitos perniciosos que logré eliminar de mi vida y tres hábitos productivos que pude implementar para que luego cada uno pueda aplicar este “modus operandi” en sus finanzas personales.

Tres hábitos perniciosos que logré eliminar

1) No revisaba los gastos con tarjeta: Cuando llegaba el resumen de la tarjeta de crédito, miraba el total y realizaba la transferencia bancaria correspondiente al pago total (nunca el pago mínimo). Casi por casualidad, una vez se me dio por revisarla en detalle y descubrí que aún me cobraban la membresía de un gimnasio del que había pedido la baja hacía meses. Estaba regalando dinero por no revisar de manera minuciosa el resumen de la tarjeta de crédito, donde aparecen errores y cobros indebidos con mayor frecuencia de lo que la mayoría piensa. Para aquellos grupos familiares que manejan más de un tarjeta de crédito, este control es aún más importante, puesto que estadísticamente aumentan las chances de equivocaciones que nos hagan pagar de más. Todas las tarjetas de crédito tienen una política de “desconocimiento de gastos” muy rápida y eficiente. Es cuestión de llamar y solucionarlo.

2) Realizaba compras compulsivas: Tiempo atrás, confiaba mucho en supuestas señales a la hora de comprar algo que quería. Por ejemplo: realizaba una breve y tímida búsqueda de pasajes a Río de Janeiro para las vacaciones sin dejar mis datos en ningún lado y a los pocos días me llegaba por mail una oferta para el destino que me interesaba con precios de oferta. “Es una señal que me dice que tengo que comprarlo”, pensaba. Luego, aprendí sobre el retargeting o remarketing y entendí que, de la mano de Google, los sitios habían registrado mi búsqueda y simplemente me enviaban anzuelos para pescara su oferta. La compra compulsiva es uno de los hábitos más nocivos para nuestras finanzas personales por ser algo crónico y recurrente. Este tipo de compras no son planeadas. No existe una necesidad real de hacerlas. Creamos esa necesidad simplemente para justificar la acción de consumir o gastar. Lo que se recomienda aquí es establecer un mecanismo por el que nos comprometamos a gastar dinero en compras solo si fueron presupuestadas de antemano, sin excepción. Planificar los gastos nos permite ahorrar todo ese dinero que se suele perder en cosas inservibles.

3) Pensaba que debía ahorrar “lo que sobre”: Cuando comencé mi vida profesional, cobraba mi sueldo, pagaba todo lo que tenía que pagar, separaba una parte para gastos que ya tenía comprometidos o que deseaba con anterioridad y luego, si quedaba algo, lo separaba para ahorro. Creer que el ahorro es lo que queda luego de realizados todos los gastos mensuales es una manera muy antigua y equivocada de encarar la cuestión. Lo mejor es “pagarse a uno mismo primero” separando al menos un 10% de los ingresos apenas los percibimos y destinarlos directamente al ahorro. Luego será necesario utilizar el ingenio y recurrir a algunos de los consejos repasados anteriormente para ajustar los gastos y poder llegar a fin de mes, pero con la satisfacción de estar haciendo que nuestro yo futuro viva mejor.

Tres hábitos productivos que logré implementar

1) Construí mi panel de control financiero: Todos los meses elaboro en una planilla básica de Excel un panel de control financiero personal donde anoto cada ingreso de dinero y su procedencia. Además, actualizo mi stock (dinero o bienes que poseo valuados al momento) y los gastos fijos proyectados (expensas, Internet, gas, luz, ABL y más). Discrimino en el panel los gastos fijos de los variables. Los primeros los tengo computados y debitados desde el primer día del mes, mientras que los segundos los voy ajustando en función de la disponibilidad de dinero. Registrar cada peso que entra y sale te da un mayor control sobre tus finanzas personales. Así, pasados algunos meses, este nuevo y sano hábito te permitirá entender mejor en qué se te va ese monto dinero que siempre te falta y cómo podés hacer para diversificar tus fuentes de ingresos.

2) Logré priorizar el pago en efectivo sobre el pago con tarjeta de crédito: Las tarjetas de crédito crean una disociación entre el momento de la compra o adquisición de un bien o servicio y el desembolso del dinero producto de esa transacción. Esto es peligroso porque puede llevarnos a gastar de más. En mi caso, utilizo solo una tarjeta de crédito y la destino preferentemente a gastos recurrentes que no quiero olvidar, como la prepaga, la factura de la telefonía móvil, Internet y otros servicios. No obstante, en los comercios siempre pregunto antes de pagar: puede haber alguna promoción o descuento para operaciones con tarjeta que abaraten la operación. Eso sí, procuro pagar en una sola cuota para evitar comisiones ocultas. Manejarse solo con débito o en efectivo hace que uno gaste menos y nos ayuda a ahorrar, puesto que ahorro se logra tanto cuando acumulamos un excedente de dinero como cuando gastamos inteligentemente una parte de lo que tenemos.

3) Logré no realizar gastos superiores a 3000 pesos sin calcular antes su costo en tiempo: ¿Cuánto tiempo deberé trabajar para pagar esto que voy a comprar? No es dinero el que destinamos a determinadas compras sino tiempo. Cuando se trata de gastos mayores a 3000 pesos, divido el precio del producto o servicio por el ingreso por hora que tengo actualmente (previamente calculado) y así tengo una idea de las horas de trabajo que me lleva generar el dinero que pienso utilizar para la operación. Muchas veces el resultado de la cuenta hace que desestime la compra.

Conclusión

En su libro The power of habit, Charles Duhigg detalla cómo emergen los hábitos y cómo pueden ser modificados. Básicamente, el proceso consta de tres momentos: señal, rutina y recompensa.

La Golden Rule (regla de oro) sostiene que para transformar un hábito malo en bueno es necesario mantener la vieja señal disparadora y la recompensa, pero incorporando una nueva automatización en el medio. En esta columna publicada tiempo atrás podrás aprender algunos ejemplos para implementarlo.

El año 2018 ya es historia. Espero que con él se vayan tus hábitos perniciosos. Brindo porque este 2019 de pie al nacimiento de tus nuevos hábitos productivos y a la verdadera transformación de tus finanzas personales. ¡Salud!


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