Especial de Nicolás Litvinoff para el diario La Nación
Mientras la mayoría mira al dólar en sus diferentes versiones e imagina bicicletas financieras de todos los colores, las acciones argentinas están teniendo el mejor mes en mucho tiempo, con subas que promedian el 25% en apenas 30 días.
El potencial arreglo de la deuda con los acreedores privados del exterior y el optimismo ante las pruebas exitosas de distintas vacunas contra el Covid-19 generaron una ola compradora que tiene muy contentos a los inversores bursátiles.
Llegado este punto, la pregunta que cabe hacerse es: ¿la suba está agotada y conviene bajarse del tren o recién llegamos a la primera estación y queda mucho por recuperar o ganar?
Recordemos que, en dólares, hay acciones líderes que cotizan actualmente al 15% de lo que supieron negociarse hace poco más de dos años.
En la columna de hoy, intentaremos contestar con argumentos la pregunta fundamental. Se trata de un ejercicio que cada inversor debe realizar antes de tomar una decisión, que será suya y de nadie más.
Cara en el corto, pero barata en el largo
Todo inversor bursátil debe saber diferenciar las expectativas de corto plazo de las de largo plazo.
Los meses de junio y julio produjeron ganancias en la Bolsa. Algunas acciones argentinas mostraron avances superiores al 50%. Tamañas subas espantaron a más de uno. Resulta difícil, en este contexto de pandemia y crisis no pensar que el rally dejó demasiado altas algunas cotizaciones. Sin embargo, si miramos más atrás en el tiempo podríamos razonar que el movimiento alcista recién está comenzando.
Observemos el ADR (la acción que cotiza en Nueva York) del Grupo Financiero Galicia (GGAL): el 19 de enero de 2018 llegó a cotizar a 73,45 dólares. A partir de allí, fue todo barranca abajo hasta llegar a un mínimo de 5,66 dólares el 27 de abril de este año. De punta a punta, derrapó un 92%. Caídas de esa magnitud se dan, por lo general, en acciones de empresas que están en default, pero sabemos que el Galicia -al igual que otros bancos del sector- está lejos de declararse en quiebra. Luego vino el rebote desde esos mínimos hasta el nivel actual (al momento de escribir esta nota) de 12,5 dólares.
Ahora bien, si tomamos el valor de GGAL antes de las PASO de 2019 (38,81 dólares) como un punto intermedio entre el precio actual y su máximo de 2018, podemos apreciar que para llegar a esa zona debería subir casi 200%. No olvidemos el horizonte sombrío que reinaba en las PASO: deuda en virtual default, economía en fuerte recesión y sin perspectivas de rebote, consumo por el piso, fuga de divisas, devaluaciones repentinas y cambios constantes de autoridades en el Palacio de Hacienda y el Banco Central. No era el mejor de los mundos y las cotizaciones reflejaban esa depresión, por lo que aquellos precios de las acciones bien podrían ser una meta alcanzable en un escenario de recuperación económica, más allá de la escasa simpatía del mercado por el gobierno de turno.
Es innegable que la economía argentina está en un momento extremadamente delicado, pero la brutal caída de la actividad durante la pandemia lleva a que toda recuperación termine siendo probablemente muy pronunciada, puesto que sienta unas bases muy bajas desde donde comenzar a crecer o, mejor dicho, recuperarse.
Así lo entienden, por ejemplo, los analistas del banco de inversión norteamericano Barclays, quienes pronostican una expansión del 9,2% para la economía argentina en 2021. En resumen, es posible que la Bolsa argentina esté cara en el corto plazo y se produzcan algunas correcciones, pero resulta muy difícil sostener que está cara en el largo plazo. Todo parece indicar que abundan las ofertas y es momento de comprar.
¿Qué sectores mirar?
Ante esta segunda pregunta, me inclino por utilizar el enfoque de inversión macro: no pensar tanto en un picking up (selección de acciones), sino más bien en una mejora del conjunto de la economía que impulsará a la gran mayoría de las empresas cotizantes, aunque algunos sectores tienen más chances de ganar con el modelo económico pospandemia que otros. En principio, el sector bancario y la construcción prometen liderar la recuperación.
Los bancos, como vimos antes, se negocian a precios de empresas quebradas. De hecho, mientras la Argentina continúa siendo la segunda economía más importante de Sudamérica, el valor de mercado de sus principales entidades financieras es muy inferior al de los bancos de economías mucho más pequeñas como Chile o Perú. Por otra parte, la potencial reactivación económica se basaría en el aumento del consumo y reaparición del crédito, dos variables que deberían apuntalar las ganancias de los bancos, puesto que suelen hacer muy buenos negocios cuando aumenta demanda de bienes y servicios. Las empresas más representativas del sector en la Bolsa son Banco Macro, BBVA, Galicia y Supervielle. También el Santander cotiza en el mercado local, aunque su volumen de operaciones es inferior al del resto.
En lo que refiere a las acciones de las empresas de la construcción, producto del parate económico, sus niveles de cotización son también extremadamente bajos. Existen dos datos que me llevan a pensar en una recuperación tan inminente como importante:
- El costo de construcción del metro cuadrado medido en dólares se encuentra en niveles semejantes a los de 2001, por lo que, cuando las restricciones de la cuarentena se levanten es muy probable que el sector reciba importantes inversiones que busquen repetir las extraordinarias rentabilidades que gozaron los desarrollistas durante el período 2003-2011.
- El blanqueo fiscal que impulsaría el Gobierno una vez cerrada la negociación de la deuda en default podría generar estímulos para la construcción, motor fundamental de una economía en crecimiento. De resultar exitoso el blanqueo, el giro de dólares hacia el sector debería apalancar su expansión y, con ella, las ganancias de los inversores. Empresas representativas de la construcción en la Bolsa son, ordenadas por volumen de operaciones, Loma Negra, Holcim Argentina y Dycasa.
Conclusión
Nadie tiene la bola de cristal y el horizonte -lo sabemos- se encuentra plagado de obstáculos tanto en el frente local como el internacional. Sin embargo, en base a los fundamentos presentados en esta columna, parece atinado sostener que todo inversor con un grado de aversión al riesgo bajo o moderado debería pensar en incluir acciones argentinas a su portafolio con un horizonte de 2 o 3 años. Más aún, teniendo en cuenta lo que nos dice la historia sobre la respuesta de la Bolsa ante los modelos económicos “K”: entre el 25/5/2003 hasta el 10/12/2007 se registró un alza del 238% promedio de las acciones líderes, mientras que entre el 10/12/2007 y el 10/12/2015 la suba fue del 493% nominal. En esos 12 años la inversión bursátil superó ampliamente a la suba del dólar oficial contra el peso y a la del clásico plazo fijo.
Más allá de la ideología del lector o de sus preferencias políticas, el pragmatismo es lo que reina en los mercados, que miran la posible rentabilidad de sus inversiones.
Grandes fondos de inversión escanean las Bolsas de todo el mundo en busca de acciones castigadas, cuyo rendimiento esperado debería ser mucho mayor que el potencial riesgo de pérdida o, incluso, quiebra. A raíz de la fuerte suba de los ADR argentinos en Wall Street, parecería que, de a poco, algunos de esos fondos están posando su lupa sobre las acciones locales.
¿Veranito financiero o comienzo de una suba de precios consistente y más extensa en el tiempo? Tiendo a elegir la segunda opción, aunque el tiempo será el que tenga la razón. Por el momento, seguiremos monitoreando el mercado en busca de señales que ratifiquen o rectifiquen mis afirmaciones. Pienso, luego invierto.
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