Especial de Nicolas Litvinoff para el Diario La Nación
Más del 50% de los argentinos está endeudado, con más de 10 millones de personas que mantienen deudas con los bancos. En su mayoría, estos préstamos no son grandes montos, sino créditos pequeños destinados al consumo, y muchos deben el equivalente a un salario bruto mensual. Además, la capacidad de ahorro es casi inexistente: solo el 24% de la población puede ahorrar algo de dinero, un reflejo directo del golpe constante de la inflación sobre los ingresos.
Este panorama deja a muchos a solo un “accidente financiero” de caer en la pobreza. ¿Por qué sucede esto? A mi entender, la raíz del problema es el analfabetismo financiero, una falta de educación económica que impide que la gente incorpore los tres pilares del dinero: el conocimiento, la motivación y los hábitos.
En la columna de hoy, profundizaremos en estos tres aspectos fundamentales, ofreciendo herramientas para que quienes deseen mejorar su calidad de vida en términos financieros puedan hacerlo, aumentando el ratio de ingresos respecto al tiempo invertido.
¡Comencemos!
Conocimiento y dinero
Cuando hablamos de conocimiento financiero, no nos referimos a obtener un título en economía, sino a incorporar ideas clave que pueden marcar la diferencia en nuestra vida diaria. Así como los esquimales diferencian diversas tonalidades de nieve para optimizar sus decisiones, nosotros debemos aprender a diferenciar entre distintos tipos de ingresos y ahorros para poder tomar decisiones económicas más inteligentes. A continuación, desglosaremos seis tipos de ingresos y cuatro tipos de ahorros que todo individuo debería conocer:
Ingresos ordinarios: Son aquellos que recibimos por cada hora trabajada. Esto incluye tanto a quienes están en relación de dependencia como a los autónomos o cuentapropistas. Es el tipo de ingreso más común, pero también el que más tiempo hay que invertir para generarlo.
Ingresos pasivos fortuitos: Estos ingresos provienen de eventos inesperados o esporádicos, como herencias, premios de lotería, o un juicio ganado. Son ingresos que no se pueden planificar o predecir con certeza.
Vehículos automatizados de ingresos financieros: Son ingresos pasivos generados por inversiones en instrumentos financieros, como bonos, plazos fijos, fondos comunes de inversión o cauciones bursátiles. Requieren una inversión inicial de dinero, pero no demandan tu tiempo constantemente.
Vehículos automatizados de ingresos monitoreados: Son ingresos obtenidos por la creación de un negocio que funciona de manera semiautomática. Si bien se requiere supervisión o monitoreo ocasional, el negocio opera sin que estés presente constantemente. Internet es una gran herramienta para este tipo de ingresos.
Vehículos automatizados de ingresos propietarios: Son ingresos obtenidos por la propiedad de bienes que generan renta, como propiedades inmobiliarias (casas, departamentos, cocheras) o vehículos que se alquilan, como autos para remis o transporte.
Vehículos automatizados de ingresos patentados: Aquí se incluyen ingresos provenientes de patentes, derechos de autor, franquicias, libros, música, o cualquier producto intelectual o físico que otras personas exploten comercialmente, pagando regalías o licencias.
Lo mismo sucede con el ahorro, en donde podemos diferenciar cuatro tipos de ahorros distintos:
Ahorro para emergencias: Este tipo de ahorro equivale a seis meses de ingresos y debe estar disponible en caso de imprevistos. Se sugiere colocarlo en instrumentos de bajo riesgo y fácil acceso, como cuentas en dólares o inversiones de baja volatilidad. Este tipo de ahorro es tu primera línea de defensa ante situaciones inesperadas.
Ahorro para seguridad: Se trata de un ahorro que cubre más de un año y medio de ingresos. Este nivel de ahorro te da la posibilidad de tomar decisiones más estratégicas y de largo plazo, como cambiar de trabajo o aprovechar oportunidades de inversión que surgen en épocas de crisis.
Ahorro para consumo: Es el ahorro destinado a mejorar tu calidad de vida, ya sea comprando ropa, tecnología, o planificando viajes. Este tipo de ahorro tiene un ciclo finito: una vez que se alcanza el objetivo, el dinero se gasta, por lo que se debe reiniciar el ciclo de ahorro para futuras compras.
Ahorro para inversión o emprendimiento: Este tipo de ahorro no tiene como fin el consumo inmediato, sino la generación de ingresos futuros. Se destina a comprar activos o montar un negocio, lo cual permite generar ingresos pasivos que liberan tiempo para dedicar a otras actividades o inversiones.
Incorporar estos conceptos en tu vida financiera te permitirá diversificar tus fuentes de ingresos y ahorrar de manera más efectiva. Entender estos pilares no solo te ayudará a gestionar mejor tu dinero, sino que te permitirá actuar desde una posición más sólida en el futuro. Con este conocimiento claro, pasemos ahora al segundo pilar: la motivación.
Motivación y dinero
La motivación es un factor clave en cualquier ámbito de la vida, pero su importancia se magnifica cuando hablamos de nuestras finanzas personales. Tener claras las razones detrás de nuestras decisiones económicas puede marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso. Sin la motivación adecuada, es muy difícil sostener el esfuerzo necesario para alcanzar nuestras metas financieras.
Uno de los errores más comunes es basar la motivación en objetivos que, aunque atractivos, no contribuyen a mejorar nuestra situación financiera. Tomemos como ejemplo el ahorro para las vacaciones. La imagen de un descanso en la playa o un viaje soñado puede ser muy efectiva para motivarnos a juntar dinero, pero este tipo de ahorro no construye ni ingresos ni patrimonio. De hecho, muchas personas terminan endeudándose para financiar sus vacaciones, lo que genera el efecto contrario al deseado: pérdida de estabilidad financiera.
En lugar de centrar nuestra motivación en consumos inmediatos, deberíamos ordenar nuestras prioridades y apuntar a construir un fondo de emergencias. Este tipo de ahorro no solo nos brinda tranquilidad, sino que nos protege frente a situaciones imprevistas que podrían desestabilizar nuestras finanzas.
Una vez que hemos asegurado un colchón de emergencia, la motivación debe dirigirse hacia el ahorro para inversión. Como vimos antes, el objetivo de generar ingresos pasivos a través de vehículos automatizados de ingresos es una de las formas más eficientes de mejorar nuestra salud financiera a largo plazo.
Aquí es donde entra lo que llamo el ciclo natural de las finanzas personales. De la misma manera que en la naturaleza las sustancias pasan por ciclos de transformación, el dinero en nuestras finanzas debe seguir un ciclo similar:
El ingreso que recibimos se divide en gasto y ahorro. Ese ahorro, en lugar de quedarse inmóvil, debe transformarse en inversión. La inversión genera nuevos ingresos, que se suman al ingreso tradicional.
Este ciclo se repite y, con el tiempo, los ingresos totales se incrementan de manera exponencial.
Este concepto transforma el ahorro en algo dinámico y proactivo, donde cada peso ahorrado tiene un propósito claro: generar más ingresos. Contar con la motivación correcta desde el principio nos permite enfrentarnos a las dificultades con una ventaja clara, ayudándonos a ver el ahorro y la inversión no como sacrificios, sino como herramientas para construir un futuro financiero más sólido. Si comprendemos este ciclo y lo aplicamos de manera constante, los resultados positivos se acumulan con el tiempo.
Lo aprendido nos lleva directamente al último pilar: los hábitos financieros.
Hábitos y dinero
Un hábito es una conducta que repetimos casi automáticamente, y en el ámbito de las finanzas personales, resulta fundamental para alcanzar el bienestar económico. Desarrollar hábitos financieros saludables, como mantener un Panel de Control Financiero Personal para seguir de cerca todos los ingresos y egresos en una base diaria, semanal, mensual y anual, revisar siempre los resúmenes de las tarjetas y los tickets, y preferir el pago con débito o en efectivo, es esencial para evitar el endeudamiento innecesario y asegurar un futuro estable. Además, establecer un fondo de emergencia, planificar y ajustar el presupuesto regularmente, y ahorrar e invertir de manera sistemática contribuyen a una salud financiera robusta.
Cuando contamos con el conocimiento y la motivación adecuados, estos buenos hábitos tienden a formarse de manera natural. La educación financiera y una actitud proactiva no solo promueven la tranquilidad económica, sino que también facilitan la creación de un ciclo virtuoso de crecimiento y estabilidad. La disciplina y la constancia siguen siendo importantes, pero con la base correcta, mantener este equilibrio y alcanzar la libertad financiera se convierte en un proceso casi automático.
Conclusión
La carencia de educación económica y la falta de estrategias efectivas parecen ser a norma a nivel social en un país proclive a las crisis financieras regulares, pero con un enfoque adecuado, es posible revertir esta tendencia y avanzar hacia una mayor estabilidad económica.
El verdadero avance ocurre cuando el conocimiento se convierte en un entendimiento práctico, la motivación se traduce en metas concretas y los hábitos financieros se integran de manera orgánica en nuestra rutina diaria. Con cada elección informada y cada ajuste estratégico, no solo se fortalece nuestra seguridad financiera, sino que se abre un camino hacia una mayor resiliencia económica.
¡La seguimos la semana próxima con más contenido de finanzas personales e inversiones!
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